21.

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Lucía Osorio.

Me desperté con una resaca asquerosa, me dolía la cabeza y tenía muchísima sed. Observé la habitación en la que estaba, no era mi casa, y tampoco llevaba puesta mi ropa, si no una camisa, sentí que el color se fue de mi rostro, observé que llevaba puesto un short debajo de la camisa, lo que me aliviaba un poco.

Caminé hasta el baño de la habitación para lavar mi cara. Observé el cuarto nuevamente y vi que era el cuarto de Villamil en cuánto noté el banjo, al lado de un mueble con fotos, tenía fotos junto a los chicos, unas cuantas con Irina y una conmigo que nos habíamos tomado en la casa de los Vargas cuando cumplí quince años.

Salí de la habitación y en la sala únicamente estaba Villamil, me vio y sonrió.

— Buenos días, alcohólica. —dijo riendo—

—Cállese, no soy alcohólica —dije sentándome en el sofá— ¿Y bien, que pasó?

—Usted estaba demasiado borracha, Irina me dijo que teníamos que cambiarte, y como no encontrábamos alguna blusa de ella en mi armario, te pusimos un short que había por ahí y una camisa mía. —respondió—

—¿Dónde durmió usted?

—Yo dormí en un colchón al lado de mi cama, para poder cuidarla. —dijo levantándose del sofá—

—¿Mi teléfono?

—Cargando, soy un buen amigo. —dijo riendo—

—El mejor —dije dándole un abrazo— iré a ver si tengo mensajes de mi mamá.

—Igualmente Irina le avisó.

Tomé mi teléfono y no tenía mensajes de mi madre pero sí de Martín, dudé en si debía abrir el chat, pero al final lo hice.

Mío.💙
Buenos días ¿Podemos hablar? Es importante.
Cuando despiertes me llamas, por favor.

Fruncí mi ceño, tenía la sensación de que algo no estaba marchando bien. Fui a la cocina y le leí los mensajes a Villamil.

—Llámalo, para que salga de dudas.

Asentí y me senté en el sofá.

Martín Vargas.

Estaba acostado en mi cama, había cometido un error, y tenía miedo de contárselo a Lucia, no quería lastimarla, luché tanto por ella como para perderla de una manera tan fácil, y tampoco tenía cara para contarle si yo le había hecho una pequeña escena de celos. No éramos de esas parejas que se celan, eso nos definía en lo absoluto.

Tomé mi teléfono y le escribí.

Martín Vargas.
Buenos días ¿Podemos hablar? Es importante.
Cuando despiertes me llamas, por favor.

Traté de dormir unas horas al menos.

-

—¿Entonces ésta película? —le pregunté a Valentina—

La pequeña asintió y yo le di play. Mi teléfono empezó a vibrar e inmediatamente atendí la llamada.

—Hola —escuché su voz del otro lado de la línea—

—¿Cómo estás?

—Bien, Martín quiere hacer esto menos largo, por favor. —notaba la desesperación en su voz—

—Luci, te amo y lo sabes, la discusión de ayer realmente no fue absurda, y yo no encuentro las palabras para dejarte claro que te amo y que te quiero pedir perdón —hice una pausa para tomar aire— pero ayer te fallé, y yo me odio más de lo que usted misma lo debe estar haciendo, luché tanto por usted y al final la pierdo de la manera más fácil y estúpida, no es culpa de Agustina, si no mía y de los cuántos tragos que tenía encima.

—Quería no desconfiar, quería creer en que iba a salir bien y que solo era paranoia mía, lo creí incapaz de que me fuera infiel porque antes de ser novios éramos mejores amigos, pero le valió y lo hizo, no la culpo a ella, lo culpo a usted por dejarla entrar, probablemente ella ni tan siquiera sabía de mí existencia. —decía entre sollozos—

—Luci, perdóname, no merece nada de esto, yo no sé qué decir, me odio, porque no quería dañarla, me duele oírte así porque siempre le dije que no dejaría que nadie le hiciera daño. —dije conteniendo mis lágrimas

—Y me lo creí, eso fue lo peor, pero siéntase una persona libre Martín, porque de ahora en adelante, usted es el hermano de uno de mis mejores amigos y nada más. —podía notar su rabia apesar de que no podía verla.—

—Luci pero somos mejores amigos. —dije mientras sentía como mis lágrimas mojaban mi rostro—

—Le dije que nunca olvidara que éramos mejores amigos, y los mejores amigos no dañan a la gente,si no más bien busca ayudarlos y usted hizo lo contrario. —pude sentir la rabia y dolor en sus palabras—

—Pedóname.

—Martín, no tiene porque llorar, usted sabía que esto iba pasar, sabía que si lo hacía íbamos a terminar así, y si sabía que iba a llorar y a sentirse mal, tenía que detenerse, pero no le importó, adiós. —dijo colgando la llamada.—

Me senté en las gradas de la casa, conteniendo mis ganas de mal decir todo, no había otro culpable que no fuera yo.

toma mi mano ; martín vargas [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora