18. Los vasos de colores

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Lucy

Adam estaba raro.
Desde que me levanté que me mira de reojo, como si me reclamara algo. Pienso que reaccionó a lo que ocurrió con su hermano y le entraron unas pinches ganas de estar en modo tóxico, sino no se explica qué pudo haber pasado para que ponga esa cara.

Me estaba cambiando de ropa cuando me harté de su ceño fruncido.

-¿Te pasa algo?-increpé.

-Nada. ¿Necesitas ayuda?

-No, esto es fácil. -contesté forcejeando. Abrocharse el body por debajo es lo más complicado que hice en mi corta vida como mujer.

-Es muy ajustado ese ¿Corset? -preguntó sin descifrar qué tipo de vestimenta traía.

-Es un body. Va al cuerpo, por eso es ajustado.

-Deja ver mucho, sigue siendo invierno, puedes coger un resfriado.

-No creo. El clima aquí es como el de casa, puedo adaptarme. -le guiñé un ojo y desvió la mirada -Ya en serio ¿Qué te ocurre?

-Tengo dudas sobre ciertas cosas.

-¿Dudas? ¿En qué sentido?

-Sobre ti. Siento que hay cosas que no me has contado.

-Bueno, es cierto. Hay cosas que no digo.

-A eso me refiero ¿No confías en mí?

-Todo tiene un límite, Adam. Hay cosas que me gusta guardarme para mi. Y nosotros aún nos estamos conociendo. -levantó las cejas, parece que no se esperaba que le dijera eso. -¿Qué? ¿Me vas a decir que ya somos pareja y que quieres una familia conmigo?

-No. Tampoco exageres.

-¿Entonces? ¿Acaso sabes cuál es tu lugar en esto o solo estás jugando a la casita conmigo?

-Lo dejo ser, Lucy. Dejo fluir las cosas para conocernos justamente. Pero si tú no tienes la suficiente confianza en mí, no podremos dar un paso más adelante.

Reí irónicamente.

-Claro. Como si nunca te fueras a espantar con nada.

-¿De qué te ríes? ¿Por qué dices eso?

-Mira, tú y tu familia están en un momento delicado, te apoyo en todo esto, pero no quieras traer mis fantasmas a la luz porque solo nos sumará más preocupaciones.

-Ah, entonces debo preocuparme. Necesitas ayuda y no me dejas ayudarte.

Eureka, logré vencer al body de encaje negro que me cubría la parte de arriba, faltaba lo de abajo. Me acerqué a la cama donde estaba el short corto de seda que me regaló él y aún no pude usar. Estaba sentado ahí, con el rostro consternado por lo que acaricié su mejilla. Lo que menos quería, es discutir con él.

-No necesito tu ayuda. -dije suavemente.- En el caso de hacerlo, te lo pediría. Parezco, pero no soy tan orgullosa.

-¿No me dirás lo que ocurre?

-No es el momento indicado. Pero te aseguro que es un tema cerrado. Cómo te dije, son fantasmas y a los fantasmas se los vence haciendo de cuenta que no existen, que no están ahí.

Hizo una pausa.

-¿Es dinero lo que necesitas?

Me alejé. Me puse el short en silencio y no dije más nada. ¿Si estoy ofendida? Es poco. Salí de la habitación con mis cosas para maquillarme y me encerré en uno de los baños, rogando que no me siga por su propio bien. Esto es lo que detesto de los famosos, se creen la gran cosa y piensan que con dinero se soluciona todo.

Persiguiendo Un SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora