Tu cuerpo adictivo

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Aun cuando sus manos sujetaban fuertemente el cuerpo ajeno y sus ojos lo vieran como si estuviera a punto de comérselo, sus miedos volvieron a su ser. El miedo de ser descubierto o enjuiciado por quienes lo respetaban – incluso por su padre - le aterraba mucho más que cualquier otra cosa.

Siempre había buscado ser el hombre intachable y ahora sus manos estaban sobre otro hombre.

Tragando con fuerza, intentó separarse un poco de Zen para poder decirle lo que pensaba, más el hombre, con evidente fuerza en su ser por el entrenamiento que realizaba a diario lo contradijo. Este sin miramientos lo miró con confianza antes de juntar sus labios con los de Jumin para iniciar un ósculo violento y sin mesura alguna.

El dolo casi era palpable por la brusquedad que ocupaba el chico, pero tampoco era molesto ¿Cómo un beso forzado y casi doloroso lo hacía sentir mejor que algo suave y tranquilo? Zen no era delicado con él. Zen no era comprensivo del todo con su ser.

Era un hombre tratando a un hombre. Y eso estaba excelente.

Tomando bien la cadera del menor, lo apegó más a su cuerpo y apretó hasta cierto punto en que pudiera causar una molestia leve, pero lo suficiente como para darle a entender a su pareja que no iba a arrancar ahora. Hecho eso, pudo pasar a dominar el ósculo con total confianza.

Los labios del actor habían sido probados muchas veces ya por su propio ser, pero era increíble la forma en que lograba hacer que lo deseara más. Si mal no recordaba ya había pensado en Zen como alguien adictivo, aun así ahora lo podía confirmaba del todo, tanto, que quería marcarlo por completo para poder dejar en evidencia que todo aquello era suyo.

Sonriendo ante el pensamiento posesivo, mordió el labio inferior de su "pareja" y sintió un leve choque eléctrico cuando zen soltó un gemido ¿Qué más podía sacarle al actor? Deseaba todas sus reacciones. Deseaba todo lo que pudiera llegar a darle.

Lamiendo lentamente la parte previamente lastimada, miró directamente los ojos del menor con todo el deseo liberado, como si hace unos pocos minutos no hubiera sentido el miedo del prejuicio sobre su propio ser.

Recibiendo un nerviosismo enternecedor por parte del contrario, Jumin pasó a darle atención a la desolada oreja del chico. Sin miramientos otorgó lamidas y mordidas en el lóbulo, cosa que evidentemente lo provocaba un poco, pero no era un punto totalmente sensible como lo hubiera deseado.

Bajando a la parte que se encontraba detrás de la oreja, sintió que el chico reaccionaba un poco mas ¿Será su nuca su punto sensible? ¿Será el cuello por la parte frontal? ¿El que se esté acercando a la clavícula? Tenía muchas preguntas y deseaba poder darse el tiempo de responder a cada una con suma tranquilidad.

Sonriendo, soltó un suspiro largo en toda la parte lamida y mordida haciendo que el cuerpo volviera a temblar. Repitió aquella acción por la parte frontal más la respuesta fue un poco menos notoria, aunque satisfactoria igualmente.

Definitivamente su nuca era el punto perfecto para Zen.

-maldito bastardo... deja... deja de jugar – Las palabra salieron entre jadeos aunque aún no quitaba ni una parte de su ropa – solo apura... apúrate

-tu sabes, quiero conocer lo que es mío – Sonriendo, posó sus labios en la clavícula del menor. El perfecto lugar para dejar una marca no notoria con cierta vestimenta y, además, poder aspirar el olor de su cuerpo- además siempre has presumido de tener una resistencia física increíble... esto no debería ser nada

-imbécil hijo de... - Apretó con fuerza los labios al sentir como se comenzaba a hacer una nueva marca en su piel - tendrás mucho tiempo – Molesto, tomó la cabeza del mayor y la alzó para que viera como se encontraba – vamos a lo esencial

yo no creo en el amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora