5.1 Postura

526 53 2
                                    

Principios del verano de 1903

Lilia

–De nouveau. Une... deux... trois...

En el segundo piso del palacio del invierno, justo después de la biblioteca del ala oeste, se encontraba el salón de baile para el harem del zar. Una hermosa habitación decorada al estilo romántico clásico, con suaves tonos pasteles, un lustroso piso de abedul y grandes ventanales que permitían la luz del día alumbrar la habitación.

– Une... deux... trois...

En una esquina, el elegante pianoforte tocado por un viejo músico retumbaba en una lenta melodía en el salón que había sido utilizado por generaciones para la práctica del arte más valorado en toda la madre Rusia: el ballet.

–Garder –ordenó la firme voz de Lilia causando un tremor en las omegas de la habitación. Todas las jóvenes y hermosas mujeres de diferentes nacionalidades, ataviadas con tutus sencillos y las delicadas zapatillas, hacían el esfuerzo descomunal de mantener la posición de plié, volviendo cada segundo en una tortura que fácilmente se notó por el sutil cambio en el aroma de la habitación. Cualquier alfa sucumbiría a ese llamado desesperado de un omega a la incomodidad, pero no Lilia.

En el mundo donde los humanos nacían con dos géneros,  la prima bailarina pertenecía a uno de los grupos menos comprendidos, una hembra alfa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En el mundo donde los humanos nacían con dos géneros, la prima bailarina pertenecía a uno de los grupos menos comprendidos, una hembra alfa. Dependiendo de la cultura, su funciones en la sociedad variaba, pero en las frías tierras de la Europa oriental, las hembras alfa no poseían el estatus natural que obtenías sus congéneres macho al nacer y no recibían la misma atención a las otras hembras. Técnicamente eran ignoradas.

Pero Lilia Baranovskaya, no era el tipo de persona que aceptaba ser ignorada.

Era muy bien conocido que las hembras alfas eran determinadas, podían ser tercas y hasta temperamentales. Pero Lilia desde pequeña y con la correcta guía, convirtió esas características en cualidades que la llevaron a convertirse en la primera prima bailarina de su género del ballet real ruso. Con tal prestigió nunca volvió a ser menospreciada, mucho menos cuando salió a luz la identidad de su género. Además, nadie se osaría a hacer menos a la única persona capaz de mandar al diablo al gran emperador de toda Rusia, Alexandre Ivánovich Nikiforov, vivir para contarlo y ganarse su aprecio al mismo tiempo.

–Pause –finalmente la alfa se apiado de las pobres omegas liberándolas de lo que fue una eterna tortura, o al menos así creyeron por vagos segundos antes de que dijera nuevamente –: De nouveau. Une... deux... trois...–mandó Lilia con la dureza que la personificaba, mientras marchaba entre las chicas que sufrían su impía instrucción de ballet.

Su mirada casi como un águila que buscaba una presa, pasó de una jovenzuela a otra hasta acabar finalmente en dos personas que permanecían al fondo de la habitación.

Ataviados con los kimonos lustrosos de múltiples pliegues, yacían sentados en el suelo el recién llegado omega varón de las tierras del oriente y su dama de compañía. A diferencia del resto de los miembros del harem, tanto la sirvienta beta como jovenzuelo omega, eran tan solo unos niños. Lo cual se notaba con facilidad por sus mejillas redondas y sonrojadas, y sus grandes ojos como platos, maravillados por un arte que les resultaba completamente nuevo para ellos.

El Omega del Emperador (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora