10.3 Revelación y ensoñaciones

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Finales de Abril de 1906

Mila Babicheva

–Fue muy lindo de tu parte que te ofrecieras a ayudarme con subir las telas de ledi Lilia a su despacho –comentó Mila con una gran sonrisa en lo que trataba de no tropezarse en algún escalón. Tenía sus manos ocupadas con el pesado cargamento de materiales y todas las escaleras del palacio del invierno eran especialmente largas.

– Yo no me ofrecí –respondió el guardia Otabek Altin detrás de ella, aún con una carga mucho más pesada en brazos.

Y efectivamente estaba en lo correcto. Ledi Lilia se había ordenado.

–Oh... aun así lo agradezco –comentó la pelirroja beta finalmente alcanzando el último escalón hasta el segundo piso –. Me llevaría todo el día hacerlo sola, además... me agrada la compañía –agregó guiñando un ojo coquetamente.

Desde que el joven cadete había entrado a la filas de guardias del palacio, había captado la mirada de la joven mucama. Por desgracia para ella el sentimiento no era mutuo, Altin en su indiferencia desvergonzada nunca se percató de tal descarado coqueteo, pero eso no evitó que la beta continuara intentándolo.

–Tomemos un leve descaso, sí –dijo Mila dejando su cargamento junto a la baranda de mármol tallado de la cima de la escalera. La pelirroja se recargó por igual en la baranda tomando una posición que favoreciera visualmente sus adolescentes curvas, ofreciéndose como si fuera un bocadillo delicioso para una bestia hambrienta.

–¿No terminaríamos más rápido si no nos detenemos? –preguntó en cambio el guardia sin expresión alguna ante el comportamiento de la moza.

Mila se rió a sus anchas perdiendo el encanto que deseaba desplegar.

–Se nota que eres nuevo en el palacio –dijo ella una vez que terminó –. No es bueno siempre terminar rápido el trabajo. Tómalo como un consejo.

–¿No acababas de decir..?

La beta lo detuvo de inmediato poniendo su dedo índice en sus labios.

–Tampoco es bueno contradecir a una mucama, puede ser el último error que cometas.

Mila volvió a giñarle un ojo antes soltar otra poco melodiosa carcajada. El guardia beta, frustrado con la situación, dejo por igual su cargamento junto a la baranda esperando que la pelirroja terminara sus desplantes y pudiera indicarle finalmente donde dejar su encargo.

Pero la mucama estaba lejos de abandonar sus intentos inexpertos de seducirlo.

–Y ¿puedes contarme algo sobre ti? –le preguntó ella con una sonrisa retomando su postura vanidosa que ayudaba a destacar su piernas a pesar de su brumosa falda –. ¿Cómo tu origen? ¿Tu familia?

Otabek continuó inerte con su mutismo y simplemente encogió los hombros en seca respuesta.

–Probablemente no tengas –dijo la joven –. No eres el único.

Era una cruda realidad que muchas veces desconocía la clase alta y la realeza, de las personas que trabajaban en sus hogares; la gran mayoría de ellos no contaban con el pasado muy alegre. Mila era una de ellos.

La mucama beta nunca conoció a sus padres porque probablemente era el producto no deseado de alguna prostituta omega o beta cuyo dueño no deseaba hacerse cargo. Todos los recuerdos de la infancia de la pelirroja era de un orfanato destartalado y sobreviviente de la caridad, donde las camas llenas de chinches y el agua helada para bañarse era el pan de cada día.

Lo único que podía hacer Mila en aquel pequeño mundo decadente, era soñar con un mejor futuro improbable, donde un pariente rico la encontraba y le entregaba el mundo en bandeja de plata. Eso nunca sucedió, pero un curioso giro del destino la llevó lejos de aquella realidad; ledi Lilia la acogió como una de sus tantas empleadas para trabajar en el palacio. La matrona del orfanato tenía problemas para alimentar las bocas bajo su cuidado y la vieja bailarina necesitaba sangre joven llena de energía que fácil pudiera adaptar a sus costumbres. Era una situación de ganar para todas las partes.

El Omega del Emperador (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora