6.2 Terrores abatidos

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Principio de Septiembre de 1922

Guang hong Ji

Decir que Guang hong Ji se encontraba aterrorizado era decir poco. Su estado hermetismo mental era tal que ni siquiera pudo maravillarse con el esplendor de los interiores del palacio del invierno, siendo la primera vez que podía recorrer sus pasillos. No era que se le hubieran negado en un principio, pero durante los cuatro días desde que llegó al palacio el joven se había negado a abandonar la seguridad de los aposentos del harem.

–Su señoría Yuuri-sama, desea conocerlo –fue las tajantes pero simpáticas palabras que le dirigió Minami Kenjirou con una enorme sonrisa, antes de arrastrar su trasero fuera de la seguridad de sus habitaciones.

Pero que se podía esperar de un pobre chico de apenas quince años de edad que resultaba ser un omega varón en una tierra extrajera. Especialmente solo, alejado de todo lo que conocía y técnicamente listo para ser vendido al mejor postor.

En su natal china los omegas eran prácticamente monedas de cambio, de favores y regalos. Eran una propiedad a disposición de sus padres para usarlos como mejor les convenían. Muchas veces eran instruidos en artes y otras habilidades para aumentar así su valor, y mejorar las negociaciones.

Por ello, muchos podrían considerar a Guang hong afortunado ante el lugar y la situación a la que había llegado, pero ser dispuesto contra su voluntad a servicio de otras personas no era nada glorioso, sin importar cuánto se maquillara el exterior con joyas y títulos. A demás sentirse desamparado era como respirar para él y su timidez natural lo volvía victima fácil del aislamiento y maltrato.

–Es muy pequeño para su edad –se había quejado el protector de su madre (y progenitor de él) la primera vez que lo conoció.

–Si siempre agachas tu rostro nadie verá tu linda cara –lo regañaba su madre ante su comportamiento.

–Aunque se ve muy delicado, yo buscaba... algo más femenino –fueron las escusas del primer terrateniente que lo rechazó.

–La verdad, yo esperaba que el trató se realizara con bienes –aclaró un socio de su padre cuando intentó unir sus empresas –, no con especie.

–Definitivamente el emperador lo aceptó por lastima –escuchó murmurar a algunas de las mujeres del harem a su llegada –. Él no busca, ni necesita más omegas.

–Según escuche, su protector es un importante empresario en china –comentó otra sin imaginarse que era escuchada por la misma persona de la que hablaba –. Solo lo regaló como agradecimiento a su majestad por incluirlo en el tratado de comercio con su nación.

–Eso explicaría mucho –comentó la primera omega –. Aunque el zar tenga una debilidad por los omegas varones, dudo que se interese en él.

Guang hong estaba acostumbrado a escuchar que hablaran así de él, incluso en su presencia, por lo cual no le molestaba mucho. En realidad, le ayudaba a saber donde se encontraba parado; era una suerte que su protector tuviera cierta condescendencia con él y le permitiera un maestro de idiomas para poder sacarle provecho a tales situaciones. Aunque la razón original fuera para darle un poco más de valor sustancial a su persona a la hora de ofrecerlo.

Y aunque le resultaba preocupante para él que el emperador de toda Rusia tenía un gusto por lo varones, el saber que no era deseable le quitaba un peso de encima al joven omega. La timidez de Guang hong no le ayudaba, ni siquiera con la simple idea de intimar con alguien. Pero finalmente pudo respirar tranquilo cuando se enteró que su alteza ya tenía un consorte omega varón y por ello, era negligente al resto del harem.

El Omega del Emperador (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora