4.1 Llanto de primavera

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Primavera de 1915

Yukko

A través del cristal de aquel ventanal de marcos blanquecinos se podía apreciar la vasta vegetación de los jardines del palacio del invierno florecer en maravillosa armonía. La suave briza sacudía las copas de los árboles, incluyendo el único cerezo japonés del jardín, y llevando consigo los aromas de sus flores recién brotadas.

Un perfume del que Yukko se encontraba en aislamiento ante la permanencia de las ventanas cerradas en aquella elegante habitación. Ledi Lilia lo había ordenado de esa manera.

Pero no resultaba tan difícil para su imaginación y recuerdos, hacer florecer en la profundidad de su mente tal aroma; su hogar siempre se mantenía presente en su corazón. Además un remplazo perfecto a la fragancia de los cerezos en flor, ya flotaba dentro de la habitación ante otra fuente de tal exquisitez.

La joven meido fue sacudida por los recuerdos de su juventud, de aquella maravillosa época cuando solía recorrer los caminos rodeados por lo arboles floreados en rosa y los dulces que compartía con sus amigas bajo la sombra de estos.

Era en momentos así cuando más extrañaba su tierra natal, el aroma, la comida, la gente, su cultura. Ella realmente no estaba hecha para viajar, así como estar lejos de su patria tantos años.

Yukko, no contaba con la misma fuerza que Yuuri.

Con el paso del tiempo, el llamado de su tierra afloraba en su carne y sangre, como un grito desesperado de regresar al vientre materno. Y como madre, no había nada más que deseara que sus hijas conocieran y crecieran en su hogar ancestral.

–¡Señorita! – la llamó fuertemente Ledi Lillia en entonado ingles sacando a Yukko de sus profundos pensamientos. Por primera vez, en lo que fueron los minutos más largos de su vida, la joven maido se volvió sonrojada de vergüenza ante la domínate dama alfa rusa –. ¿Acaso la estamos aburriendo?

La penetrante mirada de la mujer lo decía todo, ya que el control que ella tenía de su propia fragancia corporal era casi sobre-humana. Ledi Lilia no era una persona que le gustara ser ignorada.

–Disculpe, Lilia-sama –se excusó Yukko en su mal pronunciado ingles bajando de un solo brinco del rincón acolchado de la ventana. Sacudió las mangas de su komon acomodando así la tela arrugada, antes de realizar una firme reverencia en disculpa.

–No es momento para estar distraída, yunaya ledi –continuó la alfa dejando un terrible sentimiento en la nuca en la joven beta.

Esa era otra razón por la que Yukko extrañaba tanto su hogar; en Rusia no importaba que fuera una mujer casada, madre de familia y la principal sirvienta de un omega, ella seguía siendo una extranjera, una simple beta que siempre verían desde arriba a abajo.

Aún con la cabeza caída, podía sentir las miradas penetrantes de las demás sirvientas en la habitación, juzgándola, así como sus murmullos y sus aromas ácidos. En cambio, en Japón sería tratada como una tsuma de renombre y respetada por ello.

Como lo detestaba.

–Yukko-chan – sus penosos pensamientos fueron interrumpidos por la suave voz de Yuuri –. ¿Subete junchōdesu ka?

Finalmente la joven mujer alzó la cabeza para volverse hacia amo omega que la llamaba y por primera vez, percatándose en su presencia. Vaya visión fue con la que se topó. Era casi para reprimirse a sí misma el olvidar porque se encontraban en esa habitación desde un principio.

Yuuri se encontraba parado sobre un banquillo en el centro del cuarto, frente a varios espejos, vistiendo las hermosas y finas telas blanca que formaba un especular ropaje de corte europeo. Su traje de bodas.

El Omega del Emperador (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora