10.2 Indagación

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Finales de Abril de 1906

Otabek Altin

–Me sorprendió la rapidez con la que atendió a mi orden, cadete –comentó el gran emperador Alexandre Ivánovich Nikiforov desde el otro lado de su elegante escritorio –. Me encantaría que la mayoría del parlamento actuara con la misma rapidez que usted.

Otabek no respondió palabra alguna ante el alago, solo se dignó a asentir levemente con la cabeza.

–Aunque habría que tener en cuenta que todos esos fósiles son lo suficientemente antiguos como para ser mi abuelo, tal vez espero demasiado de ellos –agregó el zar de toda Rusia con una leve sonrisa.

El joven cadete de pie a la mitad de su elegante oficina barroca, continuó con su hermetismo.

Era difícil explicar las emociones que atravesaban el cuerpo de Otabek en esos momentos, incluso podría ser fácil suponer que él fuera incapaz de expresar emoción alguna. Pero, en realidad, el beta se encontraba atrapado entre la dualidad de la victoria y el engaño.

Otabek Altin podría ser considerado por muchos afortunado. Al ser un joven huérfano, hijo de un granjero de las tierras secas de cultivo de Kokshetau en Kazajistán, el haber conseguido un lugar como un cadete para las filas militares del poderoso ejército blanco resultaba ser un gran honor y una gran ventaja, especialmente cuando el capitán a cargo era un antiguo compañero de armas de su difunto padre.

Una simple carta y años de amistad entre un muerto y un soldado, habían sido suficiente para que beta de ropas humildes pudiera aspirar a algo más digno para hacer con su vida.

Pero por ello, también se ganó el desprecio de sus compañeros cadetes, chicos de condiciones más ventajosas que veían de mala gana a un extranjero pueblerino como el preferido del capitán. Si antes de unirse a las barracas, Otabek ya era un chico reservado y misterioso, el rechazó había intensificado su soledad.

Aunque no eran amigos o cualquier tipo de amistad lo que buscaba Otabek con su entrada en la milicia, si lo eran una mejor en su vida y en oportunidades, y como le había asegurado su capitán al informarle que el zar buscaba a un joven para llevar una tarea delicada, sabía que esa era una oportunidad que no debía rechazar.

Aunque ni en un millón de años se hubiera imaginado de que se trataba en realidad.

–Aunque también admitiré que tenía mis dudas en un principio –aseguró el imponente alfa que portaba con gallardía el uniforme real que indicaba su posición –. Pero el capitán Sokolov me aseguró que eras la persona indicada y no estaba equivocado.

El Zar se levantó de su mullida silla para darle la vuelta al enorme escritorio y quedar cara a cara con el joven beta. A pesar de que aún le faltaban varios centímetros por crecer, Otabek nunca se había sentido tan pequeño e insignificante como imponente emperador Alexander. Era una combinación de su estatura, postura, dignidad, aura y aroma de alfa que demandaba respeto. Definitivamente era una persona de quien se ansiaba su apoyo y favores cueste lo que cueste.

Aunque ese precio fuera muy alto.

Otabek pronto lo descubrió cuando el emperador le expresó por primera vez que necesitaba que hiciera el trabajo del diablo. El joven beta no era un santo o pecador empedernido, pero era consciente que implicaba la tarea que le fue designada.

El gran emperador sospechaba nuevamente que su hijo y heredero, el gran duque Viktor, estaba nuevamente por malos pasos. En otras palabras, había rumores por el palacio del invierno que el príncipe tenía una relación ilícita con una omega del harem real.

El Omega del Emperador (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora