1.1 Primera noche

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Finales del verano de 1904

Viktor

La pacifica armonía de aquella noche fue interrumpida con un débil chasquido.

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La ventana del corredor del ala oeste del palacio se abrió lentamente ante el viento, una vez que su pequeño seguro dorado ya no podía detenerla.

Era una de esas escasas noches cálidas en la Rusia imperial antes del verano donde una ligera brisa arrastraba consigo los dulces olores de la primavera, pero también hizo el trabajo sucio del bribón que tenía la intención de colarse por aquella ventana.

Con unas cuantas copas en el estomago, Viktor Nikiforov perdió el equilibrio al pasar su segunda pierna por el marco de la ventana, cayendo como saco de papas en el elegante piso del Palacio de Invierno. Era un milagro que casi todos los habitantes de la mansión durmieran a tales horas y no presenciaran tal acto poco digno del zarévich, el heredero al trono de Rusia.

¿Cómo se le podía culpar por tal acto de irresponsabilidad? Al final de cuentas era tan solo un jovenzuelo que había tenido todo en su vida, pero al mismo tiempo, nada que le diera una verdadera emoción. No hay que juzgar el carácter de un muchacho al que le faltaba mucho que conocer en su vida, pero con tantas puertas abiertas a su paso, que ninguna llamaba su interés.

Era por ello que se había ganado el título de rompecorazones, aventurero y prodigio empedernido; así como los gritos de su tutor y la mirada desdeñosa de su padre. El joven príncipe no solo era un miembro de la realeza y el gran duque, era también un alfa y por ello había más peso sobre sus hombros.

Pero en cambio el joven hermoso de cabellos platinados daba riendas sueltas a sus emociones y deseos, olvidando completamente las consecuencias, así como las aspiraciones de su emperador y padre. Justamente, ese mismo día, era su feliz regreso a casa después de último destierro de castigo, y en lugar de mostrar la gratitud y decoro que su padre esperaba de él, Viktor se había ido de fiesta una vez más con sus amigos para celebrar, embriagándose hasta el amanecer.

Recuperando la gracia natural que poseía, el joven de cabello largo y platinado recorrió en la oscuridad los pasillos de palacio que ya conocía de memoria. A un lado se encontraba la biblioteca donde leía las grandes enciclopedias bajo la escrutiñadora mirada de su tutor Yakov Fletsman cuando era niño, a la izquierda estaba una de las tantas oficinas hermosamente decoradas para el uso exclusivo de su padre; al fondo, la estación de las sirvientas y del otro lado del pasillo iniciaba la ala que pertenecía solo al harem de omegas del zar.

El muchacho sacudió la cabeza tratando de ignorar el dulzón aroma que se colaba por debajo de las puertas y llegaba hasta los corredores del ala oeste. Aunque no era peculiarmente su olor favorito, su propia anatomía reaccionaba ante la proximidad del tal hedor.

Aún con varias copas encima, Viktor dio la vuelta hasta el salón de baile del segundo piso con tal de evitar ser atraído por tal fragancia. Anteriormente, ya se había metido en problemas por seguir ese instinto básico de alfa y el joven acaba de regresar a casa como para ser enviado a Siberia solo por pasar la noche con una mujer prohibida.

Se acercó a su objetivo tratando de silenciar sus propios pasos y cubrirse a la vez, la nariz y la boca del dulce aroma. Continuó directo al salón del baile, y una vez estado a salvo del otro lado de las puertas de pino, soltó su rostro e inhaló profundo.

Grave error...

¿O?... ¿Maravilloso error?

Una nueva fragancia golpeó con fuerza sus sentidos, una que nunca había conocido en su vida y lo hizo vibrar de pies a cabeza.

El Omega del Emperador (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora