10.1 Secreto

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Finales de Abril de 1906

Yakov Feltsman

Siempre que Yakov Feltsman se encerraba en su oficina, era para ahogar sus penas en alcohol, y no de un vino espumoso francés o un seco whisky, sino vodka puro y directo de la botella.

El hombre de estado no era un alcohólico empedernido, ni siquiera bebía con frecuenta. Solo había una persona capaz de llevar al confiable concejero del zar a tan patética posición, nada menos que el zarévich mismo, el príncipe Viktor.

Los Feltsman siempre habían sido una familia muy cercana al poder y fieles a la monarquía absoluta del zarato ruso durante generaciones. Yakov desde joven había sido instruido para la tarea que conllevaba ser el hombre de estado, la mano derecha de su majestad y todo lo que esto representaba.

Pero nada lo había preparado para lidiar con el comportamiento infantil y prepotente del príncipe heredero. En realidad, la relación padre e hijo era la razón principal de la pérdida temprana del cabello de Yakov, así como la malgastada paciencia que necesitaba para salvar su matrimonio en declive.

Aun así, él no podía dejar a la vista su debilidad y flaqueza especialmente ante la hambrienta y desalmada corte; por ello se aseguraba encontrarse detrás de la macizas puertas de su oficina con doble cerrojo, para ahogar su penas y frustraciones en el fondo de una botella.

–Maldita sea, Viktor –maldijo llevando de nuevo el vaso a su labios. Y a pesar de la amargura en su voz, Yakov lo decía con mucho amor.

El zarevich había perdido a su madre desde muy chico, y no tuvo el placer de conocerla más que en pinturas y relatos de otras personas. En realidad, mucho de ella aún vivía en él, desde su espíritu libre, hasta sus facciones físicas; ya que por un extraño azar del destino, los hijos del zar Alexandre tendían siempre a parecerse a sus madres. Tal vez fue ello la principal razón de alejamiento de ambos.

El zar, que Dios siempre lo protegiera, amaba terriblemente a la zarina Irina. Ella había sido su svyazannyy (enlazado) y el amor de su vida. Él nunca lo admitió, pero Yakov sabía que su desvinculación con Viktor se debía a que él se la recordaba demasiado.

Pobre de Viktor que no merecía la indiferencia de su padre.

Fue por ello que el concejero se hizo cargo de instruirlo, guiarlo por el buen camino, cuidarlo y convertirlo en el futuro emperador de toda Rusia. Pero para la desgracia de la frondosa y bella cabellera do Yakov, Viktor desde niño fue muy afanoso, curioso y con la increíble incapacidad de obedecer.

Pero lo que le faltaba de disciplina, el zarévich lo compensaba con talento, determinación y valor. Y sobre todas la cosas, tenía un buen corazón... uno que se escondía debajo de una masa de pomposidad, pero sí, un buen corazón.

Aunque también era ese mismo corazón lo había metido en muchos problemas en el pasado. Y cuando uno es un miembro alto a la escalera a la corona, lo secretos y problemas pueden ser los peores enemigos.

Desde su juventud, el zarévich había estado en la boca de los miembros de la corte, en lo que sus acciones cada vez rayaban más en la insolencia. En más de una ocasión se vio envuelto en alguna riña, no tenía problema de expresar su punto de vista crudo y a veces ofensivo, y fácilmente se enamoraba de la persona equivocada. Por esa misma razón, la primera vez que se extendieron los rumores de que el príncipe Viktor tenía un comportamiento inadecuado con un miembro del harem real, nadie dudo que estos fueran ciertos, extendiéndose como fuego en follaje seco por todo el palacio y la corte.

Al final se descubrió que todo había empezado como unos chascarrillos picantes entre las omegas del harem. Viktor tenía poco de haber dado su primer estirón de adolecente ante primer celo y aumentado su atractivo de alfa que resultaba difícil de ignorar, pero su mala reputación de chico problemático, agravó los comentarios más de los que cualquiera hubiera deseado.

El Omega del Emperador (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora