9.1 La bienvenida

270 25 0
                                    

Finales de Agosto de 1915

Yuri Plisetsky

Viajar en tren podría resultar ser muy agotador. Estar horas o días sentados en la misma posición no era precisamente lo más cómodo, pero por desgracia era el método más rápido para cruzar largas distancias como de Verni (Almatí) en Kazajistan a Moscú en Rusia.

Aunque, el viaje largo no era lo que más incomodaba al joven huraño Yuri Plisetsky, había otra razón para su fastidio ente aquella travesía. Pero se debía ser compresivo con el inexperto alfa, después de todo, su corta vida no había sido de lo más sencilla.

–¿Se encuentra nervioso de conocerlo? –le peguntó Otabek Altin que iba sentado a contra-cara suyo.

–¡Ya te dije que no! –respondió el joven con un gruñido sin apartar su nariz de la ventana de la cabina –. Y ¿no te había dicho que dejaras las formalidades? –se quejo refunfuñando –. Nada ha cambiado entre nosotros.

El beta en cambio, solo soltó un leve suspiro en lo que liberaba otra cantidad de feromonas neutralizantes para tapar el aroma picante de su protegido y así no incomodar al resto de los tripulantes del tren, pero prefirió no seguir discutiendo.

Después de todo, el mal humor como gatito remojado de Yuri no era nada nuevo para el que había sido su guardaespaldas y mejor amigo por los últimos años. Y el joven alfa estaba agradecido por ello.

Yuri era completamente consiente que no era la persona más fácil de tratar del mundo ante su carácter impulsivo y gruñón, aunque eso no le importaba en lo más mínimo. La única opinión de otras personas sobre él que le importaban, era la de su querido abuelo y la de Otabek. Al final de cuentas, nadie había estado más para él.

Lo único que conocía de sus padres por mucho tiempo, era que su madre había muerto por fiebre después de su nacimiento y su padre era un completo desconocido que mansillo la honra de su madre. O al menos esas eran las únicas palabras que lograba conseguir de su abuelo cuando le preguntaba sobre el tema.

Durante sus años de ingenua juventud, Yuri imaginaba que su progenitor aparecería tarde o temprano para rescatarlo de las tierras nómadas de los bolcheviques en Kazajistan y regresarían juntos a su madre Rusia. Pero eso nunca sucedió. Fue hasta que con la muerte de éste, cuando finalmente consiguió la libertad sobre los secretos y su exilió.

–No falta mucho para llegar a la estación en Moscú –le informó Otabek con su imperturbable calma y duro rostro, en lo que examinaba su reloj de bolsillo –. Pronto conocerá al nuevo zar.

Yuri masculló algo incomprensible.

–Dicen que no es como su padre –continuó el beta como si no hubiera habido interrupción –, no veo por qué deberíamos preocuparnos de su intenciones hacia usted.

–¡NO ESTOY PREOCUPADO! –bramó Yuri poniéndose de pie de un solo brinco.

Pero su exabrupto era fácil de leer para alguien que podía entenderlo tan fácil como su guardián. Fastidiado con la situación y asfixiado con la realidad, el joven alfa marchó marcialmente hasta las puertas del compartimiento y las abrió de un solo golpe.

–Voy a tomar algo de aire –gruñó de ultimo con algo más de control, anteponiéndose a la obvia reacción de su acompañante, antes de alejarse por el corredor principal del vagón.

Por suerte, Otabek entendió su sentir y lo dejo marchar solo.

Yuri tenía muchas cosas en la cabeza y otras que atormentaban su corazón. Como ya había quedado mencionado, por mucho tiempo el joven alfa había deseado saber de su sobre sus progenitores y ahora que estaba enterado de todo, prefería no haberlo deseado nunca.

El Omega del Emperador (Victuuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora