O3;Miradas

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Alastor.

Se despertó al sentir la luz del sol colándose por las cortinas, y lo primero de lo que se percató era de la ausencia del pequeño entre sus brazos.

Estaba solo, se había ido.

Con un horrible nudo en su corazón se levantó, se dio una rápida ducha en el pequeño baño de la habitación y al salir buscó con la mirada su ropa. Le sorprendió verla sobre una silla perfectamente doblada, con una nota sobre ésta.

" Espero volvamos a vernos pronto, Alastor.

- A "

Sus mejillas se sonrojaron levemente, y una enorme sonrisa se formó en sus labios.

— Claro que sí, mi querido ángel, nos veremos muy pronto...

Se dispuso a vestirse y guardó la nota en uno de sus bolsillos, por suerte no iba tarde para su trabajo.

Angel.

Regresó a lo que podía llamar su hogar antes de que el pelirrojo despertara, no quería dejarlo allí, quería quedarse horas y horas entre sus brazos, pero temía que su jefe le regañara.

Así eran las cosas, la palabra "libertad" no existía en su vocabulario, mucho menos en su realidad. Haz esto, haz aquello, pero nada de lo que quieras se cumplirá.

Quizá por eso el albino se había sentido tan bien la noche anterior, quizá por eso ese desagradable sentimiento de suciedad no estaba presente hoy, quizá por eso le había dicho a ese sonriente conductor de radio su nombre real.

— Llegas más tarde de lo normal ¿qué tal la noche? —pregunto Vaggie cuando lo vio entrar al lugar.

— Nada mal... —intentó decir conteniendo una torpe sonrisa.

La chica arqueó una ceja al ver la extraña expresión en el rostro de su compañero, estaba levemente sonrojado y en sus labios había un mueca extraña, se notaba que quería ocultar algo, pero si así era, no insistiría.

Angel se fue directo al baño para darse una ducha, desearía quedarse así un rato más, con el olor de Alastor rodeando su cuerpo, impregnado en su piel. Pero debía arreglarse un poco si quería descansar antes de que la noche comenzara de nuevo.

Mientras el agua tibia caía por su cuerpo, en su mente pasaban imágenes de la velada que había tenido, la voz del mayor no salía de sus oídos y aún podía sentir sus caricias por toda su piel. Se recalcaba a sí mismo que estaba exagerándolo todo, que Vaggie tenía razón cuando decía que "todos los hombre son iguales", solo lo había usado y eso era todo. Incluso lo más posible es que no lo volvería a ver nunca.

Un nudo se le hizo en la garganta, y sin darse cuenta saladas lágrimas se camuflaban con el agua que caía de la ducha. Había sido muy tonto.

Le había dicho su nombre, incluso le había dejado una ridícula nota, a un completo desconocido.

La vergüenza y la tristeza lo invadió, cerró la llave de la ducha y se dio unas palmaditas en las mejillas hasta dejarlas rojas. No tenía tiempo para pensar estupideces, el pasado no se podía cambiar.

La noche llegó, comenzó de nuevo su trabajo. Bailaba con agraciados movimientos, pero sus brillantes ojos rosados buscaban con desesperación al pelirrojo entre el público.

Y allí lo vio.

Estaba sentado, completamente sólo en una mesa con lo que parecía ser un vaso de wisky en la mano.

Roxanne | RadioDust AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora