16;Night and Day

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Charlie.

El hombre rubio se encontraba frente a ella, con aquella mirada que traspasaba su ser como si de una afilada cuchilla se tratara. Sabía que era su padre, lo amaba profundamente, pero no podía decir que era el ejemplo ideal de figura paternal.

— Entonces, mi querida Charlotte, lo que me has querido decir es que no has logrado resolver el caso de "El Wendigo", aún cuando confié la investigación en tus manos y me esforcé por proveerte todas las herramientas necesarias para que lo hicieras —habló con una sonrisa de oreja a oreja, pero la menor tenía muy presente que no significaba felicidad— ¿qué más tengo que darte para que me traigas la cabeza de ese pecador?

Tragando saliva, los ojos oscuros de Charlie se movieron de un lado a otro, encogiéndose de hombros, en un intento desesperado por buscar alguna respuesta para su jefe.

— Es más complejo de lo que parece a simple vista —se excusó— estoy cerca de llegar a un resultado, la lista de sospechosos se ha reducido a la tercera parte ¡creo que es un gran avance!

— Un gran avance es... ¿más de un año?

La mujer no supo cómo contestar. Sus palabras y regaños camuflados con esa expresión de burla en su rostro siempre terminaban teniendo el mismo resultado sobre ella: sentirse completamente inútil. Quizá si su padre se encargara él mismo del caso, podría resolverlo en un parpadeo y castigar a cualquier alma pecadora que osaba en perturbar la paz de Nueva Orleans; pero ella no era su padre, ni siquiera estaba cerca de serlo, y la carga de ser su hija y cumplir sus expectativas comenzaba a ahogarla.

El hombre se levantó de su escritorio para comenzar a dar vueltas al rededor de la silla en la que la pálida chica se encontraba sentada.

— No lo diré una vez más, quiero resultados, resultados útiles y buenos, y en caso de que no lo logres... —se detuvo justo detrás de ella, posando su mamo izquierda en su hombro— estarás fuera del caso ¿entendiste?

— Si, padre —respondió con la mirada agachada, intentando contener las lágrimas.

— Esa es mi niña, ahora levántate, y continúa con el trabajo...


Alastor.

Un desayuno balanceado en la mañana era la mejor forma de comenzar el día, y con su pequeña sirvienta correteando de un lado a otro como de costumbre era mucho más acogedor.

— ¿Leyó las noticias en el periódico de esta mañana, señor Alastor? —preguntó la pequeña intentando iniciar una conversación como siempre— ¡de nuevo estaba en primera plana, lo felicito!

— No hay nada que felicitar, pequeña, esta vez fui un poco más descuidado porque me dejé guiar por mis emociones, todo por mi odio a ese bastardo de Valentino... además, ese ridículo apodo ¿el Wendigo? No soy una leyenda, o no —al decir esto soltó una mecánica risa negando con la cabeza— ¡Yo soy real! Soy un demonio.

La pequeña pelirroja al oír sus palabras comenzó a aplaudir de emoción, animando a su amo con su entusiasmo. No había nada que deseara más que el éxito del mayor, además que estaba segura que si algún día lo atrapaban, ella iría con él sin duda alguna.

Se hundiría a su lado, sin importar lo que pasara.

— ¡Un increíble demonio, señor Alastor! —ovacionó recogiendo los platos sucios de la mesa— la niña rubia estuvo bastante cerca al arriesgarse a venir aquí, hay que cuidarnos.

— Oh, querida, la tengo en la palma de mi mano.

El hombre de cabellos rojizos no mentía, desde que había iniciado una especie de amistad con la detective sabía que estaba ganando terreno, aún si esto significaba mostrarle un lado de él que nadie aparte de Angel conocía. Un Alastor más humano, un hombre perdidamente enamorado.

Roxanne | RadioDust AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora