O9;Sospechas

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Alastor.

Se había percatado de la presencia de su querida acosadora a lo lejos. No la culpaba, era su trabajo después de todo, incluso la felicitaba internamente por ser tan inteligente, de alguna manera. La policía jamás había sospechado de él en ninguno de sus crímenes, pero esta pequeña rubia había decifrado su verdadera naturaleza sin mucho esfuerzo. Aún así, no pensaba dejarla ganar.

— Si me disculpan, señores —avisó Alastor, despidiéndose de sus compañeros con una inclinación de cabeza— tengan una buena noche

Tomó su abrigo y dejó un billete sobre la mesa, para luego desaparecer entre las sombras de la parte trasera del bar. Era obvio que no pasaría la noche sin ver a su amado ángel.

— Oh, Alastor —saludó el albino, quien estaba quitándose la peluca en aquel momento.

El castaño rojizo se acercó, tomándolo de la cintura con una sonrisa, inclinando su cabeza en el hueco del pálido cuello del menor, inahalando hondo para sentir su aroma.

— Tiene un olor extraño, cariño ¿estuviste con alguien hoy? —preguntó con un escalofriante tono neutro.

— Yo... hice algunos negocios, nada de importancia —respondió algo nervioso.

Angel se dió la vuelta para quedar cara a cara con él, levantó un poco su cuerpo para sentarse sobre la mesa de su tocador y rodear el cuello de Alastor con sus brazos, apegándose a él como un niño mimado.

— ¿Por qué no me tomas ahora, Al? —preguntó con su tono coqueto— nadie me llena como tú lo haces, nadie es tan increíble como tú...

Alastor sabía lo que el contrario intentaba hacer, llenarle los oídos de palabras dulces para que se olvidara de su acto con el desconocido hombre, para que quizá la extraña ira y el dolor que nacían en su interior fueran anesteciados por su seductora voz. Quizá funcionaba hasta cierto punto, pues el orgullo del castaño se veía alimentado por aquellas palabras, al igual que sus deseos de tener intimidad con él.

— Vamos a jugar entonces, conejito —murmuró casi en un susurro, con aquella voz ronca y grave que hacía estremecer a Angel— hoy seré un lobo hambriento, y tú mi pequeña presa.

Aquellas palabras le sacaron una sonrisa al menor, quien rodeó con sus piernas a su amante para aferrarse a él, sentir la fricción entre sus deseosos cuerpos, al borde de la excitación.

— Puedo imaginar que el lobo no se quedará hambriento esta noche...

Con sus manos comenzó a quitarse su vestido, retirando el relleno falso que simulaban unos pechos, para luego bajarlo por completo, sus tacones también cayeron al suelo, quedando únicamente en ropa interior y medias de malla.

Al ver esto, Alastor lamió sus labios sintiendo el hambre por su angel crecer, su pálida piel nunca dejaba de fascinarlo, podía observarlo durante toda la noche, solamente contando las pequeñas pecas que adornaban algunos lugares de ésta. Eran como estrellas, estrellas que iluminaban su cielo y lo hacían perderse en la infinidad de un maravilloso universo, y aquel universo tenía nombre propio: Angel. Aquellas suaves manos acariciaban su cuello, sus clavículas, su pecho y bajaban por su abdomen hasta llegar a donde deseaban.

Sin contenerse más, Alastor bajó hasta la rodilla del albino su ropa interior y sus medias, dejándolo expuesto ante él. Ahora era el momento del banquete para el lobo, de la exploración de esta nueva galaxia.

— Bon' apettit —susurró.

Sin más, desabrochó su pantalón para sacar su miembro, el cual ya estaba casi completamente erecto por las caricias del contrario y la vista que tenía.

Roxanne | RadioDust AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora