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Al final de la agradable visita al acuario, el mayor decidió llevar a su amante directamente hacia su lugar favorito: su hogar.

Un agradable y acogedor lugar, en donde se escondían sus más grandes secretos y delirios más oscuros.

— Esta es... ¿tu casa? —preguntó el albino con sus ojos fijos en la construcción frente a él.

Era un lugar amplio, alejado de la ciudad, rodeado de la naturaleza y con un enorme jardín. Parecía una casa sacada de un sueño, y cuando sus rosáceos ojos se fijaron en el dueño del lugar pudieron comprender que un príncipe de cuento de hadas debía vivir en un lugar digno de él.

— Así es, mi dulce Angel, siéntete como en tu casa —mencionó mientras sacaba las llaves de su bolsillo y abría la puerta— ¡Estoy en casa, pequeña!

Exclamó una vez ambos entraron, cerrando la puerta con cuidado a la vez que el sonido de unos pequeños pies resonaba contra el suelo de madera. De uno de los pasillos salió una pequeña pelirroja con una enorme sonrisa, quien corrió hacia Angel, dando vueltas alrededor de él mientras lo observaba con una notable curiosidad y emoción.

— ¡Bienvenido! Tú debes ser el chico del que el señor Alastor había hablado ¿verdad? —soltó una risita deteniéndose frente a él, hablando tan rápido que el albino se sintió mareado— ¡Soy Niffty, es un gusto finalmente conocerlo! Mi señor no deja de hablar de ti, realmente tenía mucha curiosidad, eres tan lindo como lo imaginaba ¡tu piel es realmente pálida! Y tu cabello... ¿qué productos sueles usar?

El mayor se interpuso entre la pequeña y su acompañante, aclarando su garganta, claramente reprochándole a su tierna ama de llaves su actitud poco cortés con el invitado.

— Angel, te había hablado antes de Niffty, lamento si es algo habladora, no suelo traer muchos invitados a casa.

— No hay problema, es un gusto conocerte a ti también  —respondió algo nervioso el chico de cabellos blancos.

— Niffty, supongo que todo está listo ¿verdad? —cuestionó el más alto, acomodando sus lentes con una sonrisa cómplice.

— ¡Así es, señor! Tal y como lo pidió, así que si me disculpan, iré a encargarme de la limpieza del estudio mientras ustedes... Ya saben... ¡Tienen su hermosa y romántica cita! —la chica parecía aún más emocionada que ellos. Luego de una pequeña reverencia salió a correr, desapareciendo tan rápido como había llegado.

Alastor tomó la mano del chico para guiarlo con cuidado hacia la cocina, un lugar espacioso y bien equipado con todo tipo de cosas para preparar cualquier platillo. Los ojos del chico brillaron con notable entusiasmo, jamás había estado en una cocina como esta.

— Tú... No me digas que...

— ¿Cocinaremos juntos? —se adelantó el castaño— por supuesto que sí, cariño, por eso te traje aquí.

De inmediato el mayor le extendió un pequeño delantal rosa, que muy seguramente pertenecía a la enérgica ama de llaves. El menor lo tomó sin dudarlo, poniéndolo con delicadeza mientras el contrario hacía lo mismo con un delantal más grande de color negro.

Angel tenía un gusto olvidado por la cocina, siempre había disfrutado hacerlo cuando era más joven, pero debido a su vida en el bar sus habilidades culinarias se habían visto enterradas, más ahora podía compartir esto con el hombre frente a él.

— ¿Qué tiene en mente, señor chef? —le preguntó con un tono juguetón, acercándose a él hasta quedar a escasos centímetros de su rostro.

— Vamos a preparar "orecchiette a la pugliese" —respondió con un perfecto acento italiano. Miró el rostro de Angel con deseo, pero hizo un inmenso esfuerzo por controlarse.

Roxanne | RadioDust AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora