V_ Guadaña

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El fuerte choque que anunció la llegada a tierra los despertó en seguida

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El fuerte choque que anunció la llegada a tierra los despertó en seguida. Kayn se paró de inmediato y uso sus sombras para descender del barco; Nakuri lo copió y rápidamente se encontraron caminando sin llamar la atención por el puerto de Basilich, mezclados entre los mercaderes.

—¡Hey, ustedes!— los detuvo un guardia. 

Nakuri llevó una mano a la empuñadura de su espada con disimulo, mientras que Kayn conservaba la calma.

—¿Acaso no oyeron la alerta?— les preguntó el guardia cuando llegó hasta ellos —Hay una rebelión en el pueblo. Todos los mercaderes deben seguir por la costa hasta Vindor—.

Kayn y Nakuri se miraron con sorpresa, habían llegado en un buen momento al parecer. Usarían el alboroto a su favor para llegar hasta lo que Zed les había encomendado, y con suerte los Noxianos ni siquiera lo notarían.

—Gracias por el aviso, señor—, acotó Nakuri con respeto —Nos retiraremos ahora—.

Ambos sombríos comenzaron a caminar por la costa tal y como se les había indicado.
A un costado de ellos el océano parecía infinito y Kayn se preguntaba que tanta distancia habría hasta la Orden Sombría, si Zed pensaba en ellos en ese momento o simplemente si Jonia de verdad existía. 
Sentír el suelo noxiano bajo sus pies después de tantos años lo hacía sentir inquieto. Impregnaba el aire como la presión antes de una tormenta, rogando por ser liberada. Y no era miedo. No. 
Kayn disfrutaba el miedo. Contaba con él. Era un arma y, así como sus hermanos en la Orden de la Sombra habían dominado sus katanas y sus shuriken, Kayn había dominado el miedo.

—Nakuri—, habló despacio. —¿Por qué Zed nos envió a destruir el arma darkin?—

—Es obvio, hermano. En manos de los Noxianos es una sentencia de guerra—.

El azabache siguió meditando internamente mientras seguían avanzando. Sabía que él controlaba la situación y aun así, percibió una sensación intermitente de déjà vu, como algo salido de un sueño. Llegó como un destello y después se esfumó.
Una voz se elevó desde el espacio vacío entre ellos, una voz oscura y llena de odio que resonaba con los adoloridos llantos de mil campos de batalla, retando a cada uno de ellos para que actuara.

''¿Quién demostrará ser digno?''

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—Envuélvanla de nuevo. ¡Y ya dejen que querer tomarla!—, ordenó La Mano de Noxus a los guardias. 

El miedo invadía a los soldados, que con cuidado trataban de armar de nuevo el carruaje que transportaría el arma hasta el Bastión Inmortal. Un solo ojo de odio carmesí mira desde la base de la espada, tentando a los hombres más poderosos a blandirla en batalla. Evidentemente, ninguno había demostrado ser digno. Todos aquellos que la tocaban eran consumidos rápida y dolorosamente por su malevolencia, por lo que estaba siendo envuelta en cotas de malla y arpilleras

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