XVII_ Venganza

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"Construye la mente"

El gran árbol tras el templo era el lugar perfecto de meditación.
Sus hojas negras de puntas doradas lo volvían una pieza de arte hermosa que transportaba a quien permaneciese cerca a un subconsciente de paz y relajación inconmensurable.

"Destruye la mente"

La posición de loto era la escogida por la mayoría de los acólitos. Era ideal porque permitía que el flujo sanguíneo y la respiración alcancen un punto único entre ambos. Una armonía que se acoplaba perfectamente con los remolinos de sombras en sus interiores.

"Libera la mente"

Kayn abrió los ojos, y un destello de luz azul apareció vivaz en sus pupilas, mas pronto se desvaneció casi sin que lo perciba.
Aún así, pudo sentirse más fuerte. Más unido a su sombra y por ende, más libre de Rhaast.
Cada progreso que Kayn lograba con su magia, era un paso más lejos del control del darkin. Significaba un mayor porcentaje de éxito en su misión de sellar el poder del dios corrupto encerrado en su guadaña y por supuesto un paso más distante de su propia extinción.

El azabache sonrió.
Justo en ese momento fue que sintió que un poder oscuro se acercaba hasta él tranquilamente.

—Zed—, pronunció el azabache.

—Sentí una fuerte fuente de sombras aquí, imaginé que se trataba de ti—.

El maestro de sombras se sentó a su lado, llevaba su rostro cubierto por su yelmo de guerra y eso desconcertaba un poco a Kayn.

—¿Acaso se alejó del templo, maestro?—

—No— respondió Zed descubriéndose —Solo intento tapar preocupaciones. Pero por lo visto es en vano—.

Kayn comprendió en ese momento que quizás, Zed se había sacado un peso de encima con Kusho, mas ganó otro bastante importante con Kuma.
En el fondo el azabache comenzó a preocuparse también. Jamás pediría disculpas por hacer lo que hizo, pero en el fondo comenzaba a cuestionarse si traerla de Noxus había sido lo mejor.

—¿Por qué no se lo dice?— preguntó Kayn sin más. —Kuma nunca sintió que pertenecía a un lugar, pero ahora está cómoda y apuesto que está conforme con el templo, maestro—. Zed miró a su pupilo sin cambiar su expresión del rostro. —Ella nunca tuvo la chance de tener una familia. ¿Acaso les resultaría tan malo admitir su relación?— cuestionó. —Digo, no creo que pretendan formar un vínculo unido apenas dialogando pero ¿admitir sus sentimientos no es mejor que guardarlos como tortura?—

Zed quedó sin habla ante el raciocinio de su pupilo. Tenía razón, y lo hacía ver tan fácil que enseguida sintió vergüenza de sí mismo, mas jamás lo demostró.
Iba a ponerse de pie. Si Zed quería menos problemas, Zed debía a comenzar a resolverlos. Ya no tenía tiempo para sus crisis existenciales.
En un pasado, la crueldad de la guerra lo obligó a madurar demasiado rápido, y ahora, reconfortado por sus pupilos y regocijándose en su propia libertad no se dio cuenta que comenzaba a plantearse más dudas por los problemas que lo acechaban que soluciones como las que debía buscar.

—Lo haré, Kayn— musitó Zed —Solo no ahora, no es tiempo—.

Kayn miró hacía el templo en dirección a la alcoba de Kuma.

—Las sombras, ¿Cierto?—

—Si plantamos incertidumbre en su cabeza su corazón no tolerará el ritual—, respondió.

—Llevo meses preparándola para esto. Khaara también...— comentó Kayn. —Cuando usted considere el tiempo prudente podemos realizarlo, Maestro—.

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