XII_ Sucesión

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—¡Diez y seis días!— 

Kuma observaba en silencio la frustración de Yusari al gritar en medio del bosque.

—¡Diez y seis días y aún no tenemos nada!—, repitió.

Khaara se mantenía meditando sus sombras sentada en lo alto de un árbol. Intentaba seguir siendo la misma Oráculo de siempre pero por más que intentara comunicarse con la Sombra madre ya no había respuestas y sus profecías se volvían erráticas y confusas. 

—¿Quieres calmarte?—, preguntó Kuma tendiéndole un durazno a Yusari. —Ten, relájate un momento y come—.

EL vastaya golpeó la mano de la albina ocasionando que el fruto cayera al suelo.

—¡¿Crees que necesito que me alimentes?!—

—Lo que necesitas es una buena golpiza para que se te quite lo imbécil—, respondió Kuma mirándolo fijamente.

Yusari volteó. Estaba saturado y fuera de si. La rebelión en el templo ya de seguro habría comenzado y en el fondo de su corazón se lamentaba no haber podido traer consigo a más de sus hermanos.

—Deja de preocuparte por cosas innecesarias—, habló Khaara. —Somos suficientes—.

—¡¿Suficientes?!—, rió Yusari —Solo estoy yo y tengo a dos mitades de no sé qué para cubrirme la espalda—.

Kuma volteó ofendida, pero ignoró al mitad pájaro para dirigirse a Khaara por primera vez en el día.

—¿Aún no puedes?— 

Khaara negó con la cabeza. Yusari resopló con fastidio y se llevó la mano a la cabeza totalmente resignado. Kuma se mostró pensativa unos segundos. Se le ocurrían varias ideas para dar vuelta la situación, la más común era irrumpir por la fuerza y acabar con la mayor cantidad de infieles posibles, pero eso era suicidio aún teniendo al par sombrío con ellos.
Al final, la albina volvió sobre sus pasos para tomar una bolsa con las únicas pertenencias que había llegado a tomar antes de partir y se dirigió con cautela a sus compañeros.

—No me maten, pero creo que tal vez no estamos tan perdidos—.

El par la miró expectantes y Kuma tragó saliva mientras sacaba de la mochila poco a poco sus pertenencias.

—La noche después de nuestra huida, cuando me ausenté por unas horas...—, hablaba Kuma cuidadosamente —regresé al templo por un par de cosas—.

Finalmente, sacó de entre sus pertenencias una pequeña caja adornada sutilmente y el par sombrío ahogó algunos suspiros de sorpresa. Kuma los miró enseguida luego de apoyar la caja a los pies de Khaara con cuidado.

—¡No planeaba nada extraño, se los juro!—, habló apresuradamente. —Pero no podíamos dejar algo tan importante como las Lágrimas de Sombra en un templo repleto de traidores, ¿no?—

Khaara recogió la caja mientras observaba a Kuma que con cierto temor bajó la mirada.

—Su aura se mantiene imperturbable, Yusari. No está mintiendo así que-...—

Ni siquiera había terminado su frase y el vastaya ya estaba encima de Kuma ejerciendo presión en su cuello.

—Yo mismo voy a juzgar si dice la verdad, Oráculo, así que cállate—.

Yusari se acercó al rostro de la albina, que había empezado a enrojecer por la falta de oxigeno y cuidadosamente la olfateó por toda la mejilla y nuca. De pronto la soltó y la miró con asombro e impacto mientras ella recobraba el aliento.

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