VI_ Comprensión

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No pasó mucho tiempo para que Kuma cayera dormida en sus brazos

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No pasó mucho tiempo para que Kuma cayera dormida en sus brazos. Había perdido bastante sangre en el trayecto y a ella no le quedaba más que confiar en él.

"¿Qué demonios tengo que hacer contigo?" se preguntó el pelinegro mientras corría por el puerto. 

Efectivamente tenía la vía libre como había exigido. Apenas habían guardias en la costa y no le costó prácticamente nada burlarlos.
Llegó hasta un pequeño navío zaunita que por las estelas de vapor y humo que emergían desde las chimeneas asumió que era veloz.

"¿Qué demonios tengo que hacer contigo?" se cuestionó de nuevo sintiendo el peso inerte de la chica en su hombro.

—Déjala—, habló la guadaña en su cabeza —Solo será un estorbo—.

Kayn meditó por unos segundos, la afirmación del darkin era correcta. La chica le traería problemas con todo el Imperio si no la dejaba ir y eso sumado a que no sabría que hacer con ella en ese estado. Mas algo le impedía abandonarla. Algo en esa muchacha llamaba poderosamente su atención. No comprendía porque al verla su pulso se aceleraba y su mente se volvía intranquila. Incluso las sombras revoloteaban en su interior vivaces, como si fueran avecillas aprendiendo vuelo cuando cruzaba miradas con ella.
Y por otro lado estaba su actitud: por alguna razón, la joven se había entregado completamente a él sin temor. Y comenzaba a cuestionarse si eso se debía a algún tipo de interés particular o de simple locura.

No dudó ni un segundo más y convirtió su cuerpo en zarcillos oscuros para alcanzar el barco que pronto zarparía.
De nuevas cuentas se instaló en la bodega de equipaje, y arrojó a la muchacha en un rincón.

—Debiste dejarla cuando pudiste—.

—¿No tienes un interruptor de apagado o algo así?—

El azabache apoyó la guadaña en el extremo opuesto que su supuesta presa, y se sentó a reposar en el medio del cuarto mientras meditaba sus sombras.

Al otro día un ruido lo sacó de su profundo sueño y enseguida se incorporó. Se encontró con la chica que había llevado consigo, que de forma metódica y casi automática armaba una bolsa con elementos tomados de las cajas que se transportaban.

—Lamento despertarte—, saludó mirando sobre su hombro. —Quería buscarte una forma de agradecerte que no me hayas matado—.

Kayn la miró extrañado y casi por inercia rió con sarcasmo.

—Si aprecias tu vida no deberías entregarte ante cualquiera que ves ¿no crees?—.

—Es un... mal hábito, sí...— comentó con tristeza pensando en alguien más. —Confié más en un invasor extraño que en mi propia Nación ¡Que ridículo! ¿no?—

El azabache se sintió incómodo, como si en el fondo sintiera empatía por la joven que tenía frente a él. Las sombras comenzaron a agitarse en su interior, pero aún así decidió cuestionar.

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