♤~Capítulo I~♤

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No supe entender el porqué Catra, mi mejor amiga, había dejado nuestra casa

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No supe entender el porqué Catra, mi mejor amiga, había dejado nuestra casa. Me sentí muy sola por unos años...
Creo que fueron exactamente dos.

Mis comidas eran solitarias y las otras niñas no me entendían. Decían que era muy infantil el depender de una niña mayor a mí, pero era inevitable. No me fue fácil nunca el estar con otros, no siendo mi verdadero yo, ya que por eso me trataban de la peor manera.

Apenas Catra se fue, quise hacer amigas, pero me fue imposible. Todas me trataban de cerebrito, de nerd, tragalibros. Decidí ignorarlos hasta que fueron a por algo más... Los golpes. Mi preciado y tan cuidado largo cabello fue cortado cruelmente mientras dormía. Ese acto tan vil me llevó a estar hundida en mi misma, al no tener donde esconderme.

Comenzaron a caer las visitas de los voluntarios. Entre ellos había un niño muy amable. Tenía un año más que yo, era alto y moreno. Su nombre era Bow. Me recordaba bastante a ella, aunque sus personalidades no se comparaban en absoluto.

Sus padres venían a dar clases, ambos enseñaban lengua e historia junto con algunos de sus hijos mayores. Las clases solían ser divertidas y cada una era diferente.

Al final, sólo espero que Catra haya encontrado una mamá que la quiera y un padre atento. De verdad le deseo lo mejor.

Me costó demasiado el salir adelante, pero con la ayuda de Bow, comencé a tomar más confianza en mí misma. Empecé a defenderme de Octavia y su grupo, quienes solían burlarse de mi masiva inteligencia para mis pocos años, y me sentía muy bien.

A los 11 años, una mujer (bastante grande, para ser sincera) vino a por una niña. Decía que su hija reclamaba una hermanita menor, y que ella también deseaba otra hija de quién cuidar. No pude evitar el ponerme contenta al pensar que alguna de nosotras podría tener una familia, luego de tanto tiempo. Jamás olvidaré mi sorpresa en ese momento, cuando esa mujer me vio el rostro y se abalanzó hacia mí.

—¡AY, mi niña! ¡Eres igualita a mi Mara querida!—exclamó la mujer—. Decidido, esta pequeña viene conmigo.— Su sonrisa  sincera ocupaba gran parte de su rostro, sus ojos irradiaban un hogar y confianza (incluyendo un poco de locura), y el pensar en tener una madre y una hermana me revolvió el estómago.

Pasé los próximos 7 años en ese hogar, tan generoso, tan humilde, pero sobre todo, amoroso. Mara nunca me dejó de lado, siempre estuvo conmigo. Se encargaba de la comida junto a Madamme Razz (quien me había exigido que la llamase así). Hizo lo posible por inscribirme en el colegio de mi mejor amigo, donde conocí también a una muchachita muy cariñosa, aunque un poco terca y desconfiada, llamada Glimmer, y nos hicimos amigas.
Mara hizo muchas cosas para que nada me faltase y nadie me perjudicara. Siempre le estuve eternamente agradecida.

Pasados los 7 años que estuve en ese hogar, mis estudios sobre la medicina, turismo y algunas artes marciales, me llevaron al centro de Nueva York, en la universidad de medicina y ciencias de la salud.

Estaba contenta de haber tenido tan entretenida infancia y adolescencia gracias a la familia que me eligió, y me dolió el tener que seguir adelante, pero mis amigos me acompañaron a la ciudad a estudiar. Mara y Razz me prometieron encontrarse bien y, probablemente, una nueva hermanita al volver por fiestas.

Feliz y nostálgica, dejé mi hogar, esperando e idealizando mis estudios en otra ciudad.

Luego de un entretenido y musical viaje (de parte de Bow, cabe aclarar), llegamos a la ciudad

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Luego de un entretenido y musical viaje (de parte de Bow, cabe aclarar), llegamos a la ciudad. Tan alegre y poblada como imaginábamos, letreros inmensos y autos lujosos. En fin, Nueva York.

Apenas llegamos al apartamento que habíamos alquilado en el edificio cercano a la universidad, decidí salir sin desempacar y buscar un trabajo de medio tiempo.

Revisé lugares, horas, empleos básicos, y terminé en una cafetería llamada "Pandarise & Smoothies", acompañado de un panda sosteniendo el "&" en forma de un bambú doblado.

La verdad, me pareció muy tierno el lugar. Su jefa lo era aún más. Su nombre era Castaspella, una mujer amable y con olor a galletas recién horneadas.

Una de las condiciones para trabajar allí era tener una especialidad sobre los postres caseros, cosa de la cual Mara, en su tiempo libre, me solía enseñar con amor. Sin dudarlo, aclaré mis habilidades en la cocina, con lo cual Castaspella estuvo encantada.

Confirmado mi contrato, me presentó a mis nuevas compañeras de trabajo, Spinerella y Perfuma. El ambiente era precioso, un amor hogareño invadía las delicias que preparaban mis compañeras, los batidos y cafés no perdían su sabor, y ni hablar de la presentación que estos poseían.

Estaba encantada con el lugar, pensando que no pude tener mejor opción y decisión de trabajo.

Luego de la prueba de pasteles de la cual Spinerella, Perfuma y su jefa, Castaspella, fueron juezas, terminé de preparar mis papeles y aclarar mis horarios disponibles.

Me retiré del lugar, con una inmensa sonrisa, de esas que Madame Razz me ofrecía cada tanto.

De camino a mi nuevo departamento, un sentimiento me invadió el cuerpo. Uno no muy agradable.

No estaba segura de mi alrededor, pero no por estar perdida, sino porque algo malo iba a pasar. Comencé a observar a las personas que me rodeaban. Alguien iba a correr peligro, lo sabía.

Logré captarlo. Una muchacha pelimorada estaba distraída mirando su celular, y el semáforo de la avenida estaba a segundos de cambiar a verde. Nunca corrí tan rápido en mi vida. La joven estaba a la mitad de la calle cuando el semáforo cambió y los autos comenzaron a pasar a toda velocidad.

Un golpe de mi cabeza contra el pavimento fue muchísimo mejor que el haber dejado una grave herida en la muchacha, o peor.

Dos jovencitas vinieron corriendo al ver la situación. Estaba un poco anonada. Si bien el golpe no había sido fuerte, mi cabeza tenía algunas fuertes punzadas.

Me levanté junto a la joven, quien parecía agradecerme de todas las formas posibles. Le respondí diciendo que no hacía falta, que sólo fue un acto reflejo y que estaba contenta de que se encontrase bien.

De repente, unos particulares ojos cruzaron mirada con los míos. No podía ser.

—Tu... tú eres la niña del orfanato— dijo ella, completamente confundida.

—¿Catra?— No lo podía creer. Estaba frente a mi mejor amiga de la infancia— ¡Catra!— Una vez lo confirmé, salté a abrazarla sin dudarlo.

Ella correspondió el abrazo, aún un poco desconfiada. Sentí su característico olor luego de tanto tiempo, pero no logré mantenerme de pie mucho.

El golpe había sido muy fuerte. Caí inconsciente en sus brazos. Todo se volvió negro.

(Editado)

(Love &) Hate [Catradora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora