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Las rivalidades sobre la sangre habían quedado casi en el olvido, aún quedaban un par de presumidos, pero al menos Draco ya no iba pavoneándose por el colegio que quizás tenía la sangre más pura del mundo mágico. Falta no hacía, todos lo sabían. Y milagrosamente ya no era un fastidio, sino todo lo contrario. Era mi compañero fiel, por más extraño que pareciera. Eso también todos lo sabían. Y, como si temieran que otra guerra resurgiera, nadie se dignaba a molestarnos si nos veían juntos en cualquier lado. Claro que llamábamos la atención, estábamos conscientes de eso, pero jamás lo cuestionamos.
Obviamente mis intenciones no eran una simple amistad, aun no sabía si era precisamente amor lo que sentía por Draco, pero tenía una fuerte atracción por él. Disfrutaba hacerlo sufrir sus sonrojos cada vez que ocasionaba un ligero rose de manos, una sonrisa socarrona luego de hacer una insinuación casual, un ligero y torpe tropezón que me hacía caer a sus brazos. Draco parecía explotar de la vergüenza porque le gustaba y con más razón lo provocaba. Pero siempre manteniéndome en la zona segura, no quería acelerar mucho las cosas, suficiente buena letra había logrado con nuestra "amistad", dejando atrás algunas, pero no todas, las rivalidades que una vez tuvimos.
Ni siquiera nos tomábamos la molestia de presentarnos a nuestros amigos, no aceptábamos las presiones de los demás, pues nosotros tampoco las íbamos a ocasionar entre nosotros. Ya se conocían, yo igual los conocía por todas las clases compartidas, pero aun así mantuvieron la distancia. De los insultos de siempre pasaron a simplemente ignorarse.
Disfrutaba tanto estar junto a él que no me di cuenta de que eso generaba otro tipo de rivalidades entre nuestros grupos internos de amigos.
- ¿Ahora por qué te dieron el castigo? – pregunta Ginevra a su hermano. Estábamos como siempre todos en el comedor desayunando. Tal parecía que Ronald tendría que ir a cumplir un castigo ese día.
- Por estar en la biblioteca – suelta de pronto antes de engullir su pudin de manzana con fastidio.
Ignorando cómo todos levantamos la cabeza para cruzar miradas entre nosotros repensando sus palabras. La idea de que Madame Pince se atreviera a castigar a Ronald por intentar estudiar algo sin la presencia de Hermione o mía era tan bizarro que no pudimos evitar soltar una masiva carcajada conjunta que hasta los otros alumnos comenzaban a contagiarse de la risa sin saber la razón. Pasmado, Ronald se queda evaluando unos segundos sus propias palabras y tampoco puede contenerse, burlándose de sí mismo.
- ¡Por roncar en la biblioteca, idiotas! ¡No sean mal pensados! – exclama para peor.
Ginevra ya estaba llorando y Neville que intentaba hacerle un trago a su jugo de calabaza para disimular la burla terminaba escupiéndolo todo, lo cual Seamus y Dean se destornillaban de la risa.
- Ya creía que Pince te había vetado por creer que te convertirías en un tenebroso solo por tomar un libro por tu cuenta – agrega Hermione entre risas y negativas de su cabeza.
- ¿Siempre pensando mal de mí, Hermione? ¿Así dices ser mi novia? – cuestiona Ronald con un tono sarcástico.
- ¡Estabas roncando! ¿Cómo pretendes que no lo haga?
- ¡Pues fue tu culpa por no aparecerte! ¡No sabía dónde te habías metido! – exclama Ronald con la clara intención de pelearla. Siempre se quejaba de lo gruñona que era, pero él la adoraba de esa forma, era algo masoquista.
- Pues te hubiese esperado con Harry. Sabes que siempre te duermes en la biblioteca – eso era completamente cierto, tanto así que Hermione había ocultado una almohada entre unos estantes, exclusiva para su novio perezoso.
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Donante de Amor
FanfictionOtra vez, Harry Potter está dispuesto a demostrar que el amor puede vencerlo todo, o también reconstruirlo todo. Pero, esta vez, el sacrificio corre por su cuenta, y no habrá nadie que se lo impida. Mucho menos si es para ayudarlo a él. Al dueño de...