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Después de haberles confesado a mis amigos sobre mis sentimientos hacia el chico más despeinado de Hogwarts y que, según ellos, eran bien correspondidos, aunque nunca había notado esos indicios por mí mismo y me cegué pensando que solo teníamos una buena amistad, todo parecía más tranquilo y ellos lo entendieron a regañadientes. Les costaba hacerse a la idea de que el príncipe de Slytherin resultara ser más bien una princesa, burla orquestada por el comediante de Blaise, pero estuvieron dispuestos a sobrellevarlo por el bien de nuestra amistad.
Por ello, cada uno estaba al tanto de que, si había algo que involucrase a Potter de por medio, ellos debían hacerse a un lado por su propio bien o atenerse a las consecuencias que involucraban una sarta de historias sobre el mestizo y de cómo hubiesen sido los hechos de no haber entorpecido los acontecimientos.
Verlo con otros comenzaba a enloquecerme. Celos le nombró Pansy con una sonrisa maliciosa al disfrutar ver cómo se lo negaba testarudamente.
En el fondo estaban muy agradecidos de que Harry me llevara cada día por un par de horas y dejarlos descansar de mi agonía. Más allá de eso, lo consideraban cómo a un escudo protector contra aquellos alumnos que aun guardaban rencores contra nosotros, pero Harry se había encargado de eso a pesar de ser yo el único con el que hablaba con normalidad.
Una tarde, en la clase de pociones, solo con el fin de complicar nuestra existencia, el profesor se dedicó a hacer un sorteo con los nombres de la mitad del salón. Como era habitual desde el primer día de clases, los Slytherin compartían clase con los leones. Una nueva modalidad impuesta por la directora pensando que estaríamos más seguros bajo el respaldo de un auror camuflado de estudiante, y la verdad si funcionaba.
Con todo el abucheo alrededor, era fácil saber quién había quedado de compañero para cada uno, solo uno de cada mesa iba a tomar un papel del escritorio del profesor.
Con mi bendita suerte había logrado descubrir que Ronald Weasley iba a ser mi compañero al escuchar sus gruñidos a mi espalda, no pude evitar fruncir el entrecejo por mero fastidio. Con el pelirrojo no nos llevábamos nada bien, mucho agradecíamos que ya no nos insultábamos al cruzar nuestros caminos.
- Suerte con Hermione – escuché decir al azabache que, al mirarlo por sobre mi hombro, éste le estaba arrebatando el papel de la mano de Weasley con una sonrisa maliciosa.
Juraría que Ronald se quedó pensando si esa opción era mejor o peor para él pues estar con la obsesiva de su novia implicaba recibir un par de muchos regaños hasta terminar la clase, o simplemente estar a merced de la actitud de hielo que posiblemente le hubiese impartido mientras hacía la poción por mi cuenta para salir bien librados.
Pero sin darle tiempo a nadie, Harry ya estaba con sus libros parado al pie de la mesada mostrando el papel con mi nombre. Con Theodore cruzamos miradas unos segundos sin decir absolutamente nada pues ambos habíamos presenciado todo.
- Tsk – gruñó por lo bajo Theodore, blanqueando los ojos resignado al ponerse de pie. Cruzó una mirada intensa con Harry, quién arquea una ceja ante semejante muestra de desprecio.
- Ignóralo – exclamé sacando al moreno de sus pensamientos – Le tocó con Longbottom – aclaré en un intento de terminar con el asunto.
- ¿Y yo qué tengo que ver con eso? – cuestionó Harry con curiosidad mientras tomaba su lugar a mi lado.
- Sospecho que pensó que podría cambiar el lugar con el que fuese mi compañero – dije mirando de soslayo como Theodore me fulminaba con claro fastidio en su gesto.
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Donante de Amor
FanficOtra vez, Harry Potter está dispuesto a demostrar que el amor puede vencerlo todo, o también reconstruirlo todo. Pero, esta vez, el sacrificio corre por su cuenta, y no habrá nadie que se lo impida. Mucho menos si es para ayudarlo a él. Al dueño de...