Capítulo 41: Muggle como Papá

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Con aire renovado luego de la llegada misteriosa de Thunder a los terrenos de la mansión Malfoy, la cual la consideraba como mi nueva esperanza para creer que Harry no pretendía olvidarnos en lo más mínimo sino sobrellevarlo y que sinceramente nos estaba esperando, uno esperaría que las cosas mejorasen, pero para no perder la costumbre, no podía tentar a mi suerte.

Llevaba una semana intentando rastrear la casa de Harry durante su supuesta ausencia. Ronald ya me había explicado cómo hacerlo cuando tuvo que cesar con su fingida enfermedad o corría el riesgo de perder su puesto en el ministerio. Blaise ya no podía extender más su permiso médico y Hermione no podía ignorar los problemas de seguridad que estaban teniendo en el mercado negro. Y yo, simplemente, no iba a permitir que lo perdiera por el capricho de buscar a Harry pues aún no le decía nada sobre mi descubrimiento.

Era egoísta, sí, pero no me importaba. Primero estaba Harry como mi prioridad, el cual me mataría al pensar de esa forma porque estaba descuidando a James nuevamente, pero mi hijo estaba más que dispuesto a hacer ese sacrificio por unos días mientras no volviese a desaparecer como los dos días antes de su cumpleaños.

Más allá de todo eso, me pasé otra semana más solo observando a Harry visitar la taberna, era la gula de saber lo que hacía con su vida. También era por el pánico que sentía cada vez que intentaba acercarme para confrontarlo. Aun sabiendo que no tenía magia, me aterraba la idea de que desapareciera en un instante.

- ¿Papá? – preguntó James llamándome la atención desde su lugar en la mesa. Estaba tan despistado evaluando lo que haría hoy al viajar nuevamente al pueblo a ver a Harry, que me había quedado demasiado tiempo con la mirada fija en mi taza de café.

- Mmm – gruñí instintivamente casi sin prestarle atención.

Era una mañana muy tranquila gracias a la lluvia que caía en la región desde el alba. Poco faltaba para que comenzaran las nevadas invernales que anunciarían la llegada de las fiestas navideñas, y que había pasado un año desde que Harry está lejos.

- ¿Qué sucede? – vuelve a preguntar ahora si ganándose mi mirada – Llevas así varios días desde que volviste de ese viaje – cuestionó con pena al recordarlo, dejando de lado su vaso de leche y dejando caer su torso en el respaldar de la silla.

En silencio, cruzamos miradas inexpresivas por un par de minutos. James solo comía su galleta esperando mi respuesta sincera, y no sabía si se la podía dar. Me puse en ese instante a analizar si era correcto decírselo. Sin duda James querría ir a buscar a Harry, aunque no lo decía muy seguido, sabía que era así.

No quería causarle más dolor, ni mucho menos confusión. Jamás hablé con él sobre lo que podría suceder si encontraba a Harry y eso había sido un error que no tuve en cuenta. Sabía que James era inteligente, pero no era un tema fácil de entender para un niño de ahora seis años. No sabía cuál sería la reacción de mi hijo al saber de mis sentimientos por Harry que no eran solo amistosos, ya no más.

- Encontré a Harry. – dije por fin, sin tanta emoción como debería, pero tratando de autoconvencerme de que era lo mejor y lo correcto. Ver la ilusión en el rostro de James no me dio demasiada confianza como creía. – Antes de que digas algo. – levanté apenas mi mano al ver que abría la boca para comenzar con su interrogatorio. – No creo que sea lo mejor ir a buscarlo. – agregué, recriminándome al instante de ver como la sonrisa de James se borraba por mi contrariedad.

- ¿Qué? ¿Por qué no? – cuestionó de inmediato.

Un silencio incomodo se instaló a nuestro alrededor. James me miraba fijamente sabiendo que no podría mentirle, su padre jamás le miente. Por mi parte solo podía suspirar resignado. No sabía cómo explicárselo para no herirlo.

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