Capítulo 33: Fidelio Roto

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- ¿Cómo te sientes, Harry? – pregunté luego de unos largos minutos de silencio mientras disfrutaba de ver a los niños persiguiendo los gnomos del bosque dentro de los terrenos de mi hogar, aunque los más alejados para gozar de la frescura del lago a un lado de nosotros.

- Estoy bien, Luna. ¿Por qué preguntas? – cuestiona Harry confundido, ignorando por completo mi preocupación al estar riéndose de como Teddy se zambullía en el agua sin gracia alguna.

- Tú sabes por qué pregunto – insistí al fin ganándome su mirada y seriedad, aunque no borraba del todo su sonrisa.

- No me estoy arrepintiendo, Luna. Si eso era lo que te preocupaba. Ahora más que nunca estoy seguro de todo esto – dice con confianza y tan relajado que me parecía ilógico verlo así – Lamento haberte puesto en esta situación, Luna.

- Ya deja de disculparte, Harry – lo interrumpí y reprendí ofuscada – Solo me preocupo porque quiero verte bien.

- Lo estoy. No lo dudes – asegura abrazándome y dándome un beso en mi mejilla. Solo me limité a suspirar resignada.

- Theodore sospecha algo – comenté a la vez que amenazaba con la mirada a Lysander que pretendía treparse a un árbol para saltar hacia el lago donde los otros estaban nadando.

- ¿Te traerá problemas?

- No, pero su lealtad está con Draco en estos momentos.

- Díselo cuando te lo pregunte como se debe – dice con una sonrisa astuta y bufo sabiendo que mi esposo era todo menos directo, siempre rebuscándoselas para sacar información sin que realmente sea esa su intención, por eso era tan fácil saber lo que pensaba.

- Está bien. Le diré lo justo y necesario, descuida. No sabrá que soy tu Fidelio, aunque de poco sirve ya que te protegiste muy bien, demasiado – recriminé con una indirecta bastante directa que lo obliga a mirarme de soslayo y una ceja alzada por sobre la otra.

- No es que desconfíe de ti, Luna. – dice sintiéndose culpable y sonrió victoriosa por ello.

- Lo sé. Solo bromeaba, Harry – aclaro mientras aprovechaba su distracción para robarle uno de sus preciados chocolates, eran mi adicción desde que los había llevado al departamento que compartimos un par de años atrás, antes de conocer a Theodore, luego de una misión a Bulgaria. – Sabes que te apoyaré en todo lo que necesites, así que solo debes llamarme, ¿Sí?

- Estaré bien, Luna – dice antes de saborear otro chocolate que había sacado de su bolsillo con picardía – Solo por precaución... - agrega con más seriedad – Tengo otro Fidelio, pero no está enterado de nada. Esta aislado por así decirlo – confiesa dejándome sorprendida, pero asentí concordando con su idea.

Quizás ahora tenía un aliado que intentaría persuadir a Harry de mantenerse tan lejos. Intenté pensar en esa persona y la única en la que podía pensar en estos momentos era en su primo muggle, Dudley. No eran pocas las veces que Harry me contaba que se escribían cartas luego de que Vernon muriese por problemas de su corazón y que Petunia cayera en depresión por ello. A pesar de no verse, su relación era más pacífica.

- Extrañaré nuestras charlas raras – confesé apoyando mi cabeza en su hombro mientras lo veía reírse de cómo los gemelos perseguían a Teddy y James fingiendo ser monstruos llenos de barro.

- Yo también, Luna – replica Harry con melancolía al darse cuenta del par de lágrimas que se me habían escapado. Harry me giró y me abrazó de frente con más fuerza de lo acostumbrado para intentar consolarme.

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