Vas a quedarte 1

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Estaba sentado en esa maldita celda, mirando mis zapatos mientras pensaba: ¡En que mierda te metiste, Juan Pedro Lanzani! ¡¿Por qué no escuché a todas las personas que me advirtieron de todo este problema?!
Moría por prender un cigarro, pero no podía. Comencé a caminar de un lugar a otro como los leones enjaulados; mientras escuchaba las manijas del reloj que estaba colgado en la pared fría frente a mí.

—¿Te has metido en un lío, muñeco? —me preguntó una mujer que estaba en el calabozo de al lado.
Me miré la mano y respondí—: Al parecer hay alguien que sacó la peor parte.
—Lanzani, manos al frente —me llamaron y con pesar me detuve para que ellos me dieran media vuelta para ponerme las esposas; me sacaron del lugar y luego me llevaron a una sala. Al llegar pude deshacerme del metal que ajustaban mis muñecas.

Me metieron ahí. El típico lugar de un interrogatorio, simple, lleno de espejos; sabía que desde todos los vidrios me estaban mirando y moría de miedo porque no tenía idea sobre nada de lo que pasaba afuera. Me temblaba todo el cuerpo. Tomé mi cabeza con ambas manos mientras seguía pensando en mi familia.

La puerta se abrió y la vi entrar. Con un buzo marca puma color amarillo al igual que su jockey; apenas pude verle la cara que traía y la persona que la acompañó nos dejó a solas.

—No hables nada. Nos están escuchando —dijo hablando bajo.

—Tienes que decir la verdad —dije desesperado, pero ella me miraba sin decir nada. Luego abrió la boca y casi sin moverla dijo.

—No puedo —lo hizo para que no pudieran descifrar lo que estaba diciendo—.  No te voy a dejar solo ¿dale? —iba a tomarme las manos y las quité rápidamente.

—¡QUÉ MIERDA ESTÁS HABLANDO, MARIANA! —me paré molesto golpeando la mesa y luego me di cuenta que todo esto me iba a perjudicar muchísimo— ¡No puedes hacerme esto! ¡Lali, no puedes hacerme esto! Sabes perfectamente que sí... —negó y cerró los ojos, lo sentí como una súplica para que no siguiera. Entonces me senté.

—Lo siento mucho, Peter —murmuró al mismo tiempo que hacía una seña con los ojos mirando el piso. Ahí capté que había un papel que pise para guardarlo sin que se dieran cuenta— De verdad, lo siento mucho. Me encantaría que todas las cosas fuesen diferente, Cuidate, por favor.

Se puso de pie y salió del lugar. En el instante que cerró la puerta deseé con todas mis fuerzas y le supliqué al cielo que ese fuese el último día de mi vida que la viera; porque definitivamente esa mujer era lo peor que me había pasado.

360 días antes...

Desperté por el ruido que hacían todos en la casa al levantarse, así que terminé sumandome al desayuno como casi nunca lo hacía. Mamá soltó una sonrisa en cuanto me vió y papá ni siquiera prestó atención ya que estaba muy concentrado leyendo el diario.

—Deberías vestirte para desayunar —agregó con una sonrisa cuando se dió cuenta que estaba ahí—. Estaba pensando que ahora que te echaron de la cafetería deberías comenzar a buscar alguna carrera que te guste porque no puedes pasar toda la vida de fiesta o jugando rugby y algo que tienes que hacer.

¿Por qué era una obligación ir a la universidad?

—Lo sé —reí.

Mamá se acercó y me dió un beso.

—Tienes 22 años, aprovecha que eres joven. Como tu hermano, tu hermana y tu primo —siempre me comparaban con Martín y el Chino con sus carreras de economistas iniciándose en la super bolsa de Wall Street, Delfi era muy diferente a ellos, además teníamos una súper relación— Ellos deberían ser tu ejemplo. —Lo eran, pero simplemente por las fiestas.— Tu tío me dijo que lo llamaste por un trabajo... ¿Quieres ser chofer?

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