Vas a quedarte 6

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Desperté muy angustiada y me di cuenta inmediatamente que era uno de mis ataques de ansiedad que hace un tiempo venía controlando con droga obviamente, lo peor de todo es que ahora no podía hacerlo, además escuchaba la risa de Rufina y Eugenia que en ese momento eran capaces de salvar el momento. No tenía fuerzas para salir de la cama, el cuerpo me pesaba por completo y tenía muchas ganas de llorar pero comencé el día dando mi primera batalla.

—Buenos días —dije sumandome a la mesa.— ¿Pueden contarme de que se ríen tanto?

—Rufina está intentando leerme este cuento pero la verdad es que se puso muy creativa —agregó Eugenia mirandome— Porque no tiene idea lo que está diciendo, pero mira lo que me escribió —era una cartita grande que decia "Te amo mamá" la miré con una sonrisa y la llené de besos— La voy a poner en mi billetera para llevarla siempre conmigo, te parece?

—Tia, quieres que te haga una? —preguntó y asentí inmediatamente— ¿Vas a venir a la presentación? —¿De que hablaba?

—Hoy tiene una presentación de Ballet —dijo Eugenia— Iba a pedirte que si no tienes muchas cosas por hacer que me des una mano porque Brenda ya me avisó que se le hace imposible y mamá no está en la ciudad, a las cinco bailan pero harán un cóctel de bienvenida para los familiares y yo voy a llegar justo a baile

—Pero no pasa nada si no puedes venir mami —dijo comiendo sus cereales— Bella viene.

—Bella no es nada tuyo —dije enojada y Eugenia me dió una patada por debajo de la mesa— A lo que me refiero es que tu tia estará en primera fila gritando tu nombre muy fuerte porque soy un familiar directo ¿Entiendes? En cambio esa persona que se hace la importante no tiene nada que hacer en ese lugar —recibí la segunda patada— Y es tu culpa porque deberías de una vez por todas decirle que deje de involucrarse en los asuntos que no son de ella. —en realidad todas estas cosas que estaba diciendo eran parte de mi mal humor.

—Lali basta, no vayas —me dijo enojada— Cambié de opinión, te pedí mil veces que no digas estas cosas al frente de Rufina ¿No puedes tener un poco de respeto por eso?

—Tengo más respeto por tu dignidad que tu misma —respondí.

Bajó la cabeza mirando su desayuno, me di cuenta que le había borrado la sonrisa a ambas con mi actitud y estaba arrepentida pero ya era demasiado tarde. Terminaron de comer en silencio, cuando Rufina se fué a su habitación para ir por sus cosas Eugenia ni siquiera me habló y a los cinco minutos apareció Peter con su buena onda de todos los días ¿Que mierda hacía este tipo para estar bien todo el tiempo?

—¡Luuuuunares! —dijo Rufi corriendo desde el pasillo con su mochila— Chocaron los cinco y comenzaron a hacer unos pasos de baile graciosos ¿En que momento se hicieron amigos? Aunque mi pequeña sobrina no era difícil de conquistar— ¿Sabes que hoy tengo una presentación de Ballet? La estamos preparando hace varias semanas ¿Quieres que te muestre un paso de baile?

—Dale —dijo Peter concentrado—

—Pero luego lo tienes que repetir conmigo —lo señaló con el dedito y lo hizo bailar Ballet— Lo hiciste muy bien para ser tu primera vez, pero tienes que trabajar en tu equilibrio —chocaron los cinco nuevamente— Chau tia, no te enojes tanto —me dió un abrazo y la cargue— Como dice mamá, tienes que amar no odiar —solté una sonrisa y la llené de besos— Te veo en la presentación, te amo. Chau Lunares, cuida de mi tia eh eh eh —tomó su mochila y salió de departamento bajo la risa de mi hermana

—Chau Peter, que tengas un buen día. Chau La, hablamos —dijo friamente y se fué.

—Desde ya te digo que no tengo un buen día para nada, por lo tanto, no tengo ganas de escuchar tu optimismo y buena onda de siempre, te recomiendo que hoy no hables, si no puedes mirarme sería mucho mejor y esperame en este sillón voy a venir cuando este lista —lancé sin darle derecho a responder— Es que no puedo creer que encima me preocupo por su dignidad que perdió hace un montón y ella se enoja conmigo, no entiendo hasta cuando mierda va a permitir que esa estupida se siga involucrando en las cosas de nuestra Rufina como si le perteneciera aun, no entiendo como puede tener tan poco amor propio —dije ordenando la mesa.— ¿No vas a decir nada?

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