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Frank se movía de un lado a otro en la habitación, se mordía la uña de su pulgar mientras pensaba muchas cosas a la vez.

Cariño, ¿no puedes quedarte quieto un segundo? Seguro tu novio tiene una explicación.– Su madre, Linda, trataba de tranquilizarlo, se acercaba y agarraba sus hombros, pero a los segundos éste se soltaba y seguía caminando en la sala.

No, mamá. No es mi novio y.. Y.. Si tuviera una explicación, ¿por qué no me incluyeron? ¿Por qué mis amigos - que ahora al parecer no lo son - no me dijeron que hablarían de eso con él?–

Frank, quizás sólo quería compartir la experiencia con alguien y...

No, no, no. Se lo está contando a todo el mundo, y.. Y.. Mamá, van a volver a encerrarme en los casilleros por horas. No quiero, no quiero, mamá, no quiero.– El castaño empezaba a sollozar, su madre lo rodeo con sus brazos y le dio cariños, intentando tranquilizarlo.

No, mi vida, no, calmate. No va a ser así, porque ahora estoy yo, ¿entiendes? Estoy aquí, no te preocupes, calma...

Mamá, no voy a soportar que vuelvan a hacerlo... Gerard de verdad me gusta, ¿por qué me hace esto?– Sollozaba mientras se apoyaba en el hombro de su madre.

No te está haciendo nada, mi vida. Quizás los otros se enteraron de otra forma, sabes que siempre han sido muy chismosos. Seguro los vieron, pero estoy segura de que Gerard no les dijo nada a nadie más que no fueran tus amigos y a su hermano menor.– Acariciaba el pelo de su hijo mientras decía esas palabras y miraba hacia la ventana de la sala.

Mamá...

Además, tus amigos siempre serán tus amigos, Robert y Raymond han sido tus amigos desde 2do grado. ¿Sabes cuánto es eso?–

Sí, mamá. Son muchos años, pero, no lo sé...– Rio por el comentario de su madre mientras limpiaba sus mejillas y ojos de las lágrimas.

¿No confías en tus amigos? Raymond y Robert jamás, jamás, te harían esto. Siempre te han protegido, desde que te conocieron.– Su madre lo miró a los ojos mientras acariciaba una de sus mejillas y le sonreía.

Sí... Sí, lo sé.– Asintió Frank para luego mirar hacia abajo.

No tienes nada de que preocuparte, ¿entiendes? No quiero que te preocupes, ¿puedes hacer eso por mi, Frank?–

Sí mamá, no me voy a preocupar. Lo prometo.–

Linda rodeo a su hijo en uno de esos abrazos fuertes, como de despedida, y le dio un beso en su frente.

No puedo perderte, mi vida.–

No me vas a perder, mamá.–

Bien, ¿no tenías que hacer un trabajo o algo así para mañana?– Deshizo el abrazo y lo miró con una de sus manos en su cintura.

Frank asintió frenéticamente para ir a su escritorio y empezar a hacer el trabajo de Artes, bueno, su parte.

Su madre lo miró, suspiro y se fue cerrando la puerta detrás de sí. Rezando porque su hijo no se preocupara, porque de verdad, no quería perderlo.

¡Gee! | FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora