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Sus labios paseaban por su piel, dejando rastros de saliva por todos los lugares por los que pasaba. Frank se sentía en el cielo, no sabía cuando había llegado, pero definitivamente no quería irse, y no le importaba saber cuando había llegado en ese momento.

Sus ojos cerrados le impedían ver quién le causaba ese placer que lo hacía tocar el cielo, prácticamente. Cada vez que intentaba abrir sus ojos, los cerraba al recibir otro golpe de placer y soltaba gemidos.

Cuando al fin pudo abrir sus ojos, se encontró con los orbes verdes, los reconoció al instante, automáticamente, también al ver pelos pelirrojos, desteñidos, tales como los de Gerard.

¿Qué?...– Soltó sin más, no supo qué más decir, y luego de eso un gemido salió de sus labios. Sus ojos se cerraron, aunque eso hizo que miles de preguntas en la cabeza se le aparecieran.

Gerard llevaba un buen tiempo sabiendo que su hermano menor hablaba, pero era completamente estúpido que hablara si no lo podía escuchar. Parecía enfadado, decía cosas que tenían que ver Frank, y con él mismo. Aunque eso confundió a Gerard solo reía en bajo y seguía caminando, hacia su casa con él.

Y tú solo lo estás haciendo sufrir, y sé que yo le podría dar...– Mikey al ver que estaban frente a su casa, solo miró a Gerard con enfado y entró solo.

Gerard no supo que hacer o decir, pero entró de todas formas.

Se preguntaba qué había dicho su hermano, y porque metía a Frank entre esas cosas, y qué tenía que ver él. Lo único que sabía era que estaba enfadado, y que por unas buenas semanas no lo hablaría, y seguro se quedaría solo en los recreos. Lo cual ahora que lo pensaba, no era tan malo.

Suspiró y al entrar dejó su mochila en el sofá, viendo como su hermano menor subía las escaleras, y su madre lo miraba de inmediato, pensando que quizás Gerard le había hecho otra broma de mal gusto. Sin embargo recordó que eso no podía pasar, después de perder su audición, Gerard no hacía nada más que ver la TV, sin saber que decía alguna persona allí.

Donna se acercó a su hijo mayor, y le dio un beso en su frente, haciéndole señas luego de que se levantará.

Le escribió en un papel: "Hoy es el doctor, así que ve a bañarte y arreglarte para poder irnos.", Gerard asintió con una pequeña sonrisa en sus labios y fue a hacer lo que su madre pidió. Con entusiasmo por poder ya escuchar de una vez, y poder hablar con todos de forma normal.

Un largo suspiro salió de los labios de Frank, al ver sus sábanas mojadas, debido al sueño húmedo del que hace poco se había despertado. Sus mejillas estaban coloradas de un tojo carmesí, debido a pensar que Gerard le había provocado eso, aunque él ni siquiera estuviera allí.

Agarró las sábanas y las envolvió, para tirarlas al piso e ir a bañarse. Fue una ducha rápida, por lo que pronto colocó nuevas sábanas en su cama, y fue a lavar las sucias. Se encontró con su madre, Linda, así que se devolvió a su cuarto, sin embargo al tan solo querer irse su madre le llamó la atención.

Buenos días cariño, ¿sábanas sucias?– Dijo mientras desayunaba. Frank asintió aún de espaldas. –Tienes que esperar un momento, estoy lavando lo mío. ¿Sí? Siéntate a desayunar.– Frank tragó saliva, y subió las escaleras para dejar las sábanas.

Al bajar desayuno, algo incómodo. Luego de que su madre se llevara su ropa y la fuera a tender, Frank se apresuró a lavar lo suyo, y espero allí hasta que pudo sacarlas, y asegurarse de que ninguna mancha se quedó allí.

Sin duda ese día era... Muy incómodo.

¡Gee! | FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora