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El rubio teñido caminaba con las manos en su rostro, quitaba lágrimas que se escapaban, se sentía tan mal al haber casi arruinado la relación entre su hermano y Frank, sentía que era el peor hermano y humano del mundo por haberse "enamorado" de el castaño.

Apartó sus manos de su rostro para ver hacia dónde iba, resultó que estaba justo frente al baño, la gente en el pasillo se acumulaba, Dios sabe porque, eso le daba ansiedad a Michael, y entró a el baño lo más rápido que pudo.

Entró a uno de los baños y se encerró, dejó que su mochila se deslizara por sus brazos, y la dejó en el piso, se sentó en el suelo apoyado hacia la puerta y agarró su cabeza.

No es como si pudiera elegir... A quién amar, ¿verdad...? – Habló solo, y lo hacía todo el tiempo, no había, ni hay, ni habrá alguien que pudiera escucharlo tan bien como él se escucha.

Se sobresalto al sentir como abrían la puerta del baño de golpe, se oían jadeos, Michael pensó que alguien había corrido hasta allí, se mantuvo en silencio, lo menos que quería en ese momento era que lo volvieran a intentar ahogar. Empezó a temblar y se le escapó un sollozo, dejó todo su peso contra la puerta, cerrando los ojos.

Mi-... Michael? ¿Mikey?– Se escuchó la voz de Robert con dificultad. –Sabemos que estás ahí, Michael.– El rubio distinguió la voz de Raymond, se pudo tranquilizar al saber que eran ellos dos, pero se preguntaba ahora que haría, las dudas aparecían en su mente, y entraba en pánico al recordar las palabras de su madre.

Se sintió aterrado de lo que pudiera suceder. Comenzaba a temblar y a sentir como su cabeza daba vueltas. La ansiedad lo consumía y eso era malo, muy malo.

Escuchaba como Raymond o Robert habría la puerta de cada uno de los cubículos, miró a su lado, la delgada muralla que lo separaba de el otro cubículo, se agachó inconscientemente, pudo ver los gastados zapatos de Bob. Regresó a su posición inicial, y pudo sentir como uno de los dos intentaba abrir la puerta detrás suyo. Dio un sollozo cerrando sus ojos.

Michael, por favor. Por favor, abre la puerta. Déjanos ayudarte.– Pudo escuchar la voz de Bob con notoria preocupación y tristeza. Algo raro de Robert, teniendo en cuenta que siempre estaba bien, alegre, o serio, pero jamás triste o preocupado.

No tienes que hacerlo si no quieres, Mikey. Pero... Estamos aquí para ti, quieras o no. Y lo estaremos hasta que te sientas mejor.– Raymond habló, y Mikey pensó que se refería a que podía contar con ellos en lo que sea, sin embargo sintió un peso hacia adentro de la puerta, dando a entender que alguien más se había apoyado afuera de esta. Y luego otro peso.

Raymond y Robert estaban allí, apoyando sus espaldas en la puerta donde sabían que Michael estaba. Se miraron y sonrieron, pensando que era genial que estuvieran juntos en una situación así. En cualquier otro contexto probablemente hubieran peleado por quien se hubiera quedado con Michael a consolarlo, pero en ese momento eso no importaba, ni importaría.

Michael dio un pequeño suspiro y se levantó, apoyó sus manos a cada delgada muralla de los lados, levantó su pierna y la apoyó en la tapa del inodoro, luego apoyó la otra, y así pudo ver desde arriba de la puerta, hacia abajo.

Vio a Raymond y a Robert, quienes miraron hacia arriba y se encontraron con la mirada de Michael. Sonrieron.

Te ves terrible.– Michael exclamó una pequeña risa ante el comentario de Robert. –¿Fumaste algo? Tienes los ojos rojisimos!– Los tres rieron y Michael se bajó, abrió la puerta y abrazó a ambos fuertemente. Ninguno de ellos se lo esperaba, y correspondieron el abrazo con gusto.

Sollozos salían de la boca de Michael, Raymond le acariciaba la espalda mientras lo abrazaba, Robert se separó en cuanto vio esto, sentía que quedaba como un mal tercio, sin embargo Raymond lo miró mal. Habían llegado allí juntos, y tenían que consolar a Michael juntos.

Y así sería.

¡Gee! | FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora