*12* ¡Lemon!

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El beso fue tan leve pero con eso bastaba para que ambos aceptarán lo que sentían uno por el otro.

Meliodas se separó de ella para sentarse a su lado, rodeó su brazo al hombro derecho de ella y la acercó más a él.

-Tu también has cautivado completamente mi corazón Elizabeth, por eso te pedí quedarte, quiero formar una familia contigo y melissa.-

Elizabeth podía escuchar el palpitar de su corazón, sus palabras habían sido sinceras, busco su mano y entrelazó sus dedos con los de él.

-Esta bien Meliodas, también quiero ser parte de tu familia, aún no nos conocemos bien pero quiero estar a su lado.-

Meliodas alzó su mentón haciéndola que lo mire a los ojos, su mirada brillaba como siempre, se había enamorado completamente de cada detalle de su rostro, que no podía vivir lejos de ella.

Nuevamente beso sus labios, pero está vez era un beso sediento de ella, necesitaba tanto un beso así, que simplemente no quería separarse de sus labios.

Elizabeth correspondía gustosa aquel beso, ella también lo buscaba ansiosa.

Meliodas por inercia la recostó en la cama, Elizabeth se asustó un poco y se movió de encima de él.

-Perdón, no quise incomodarte.-

Respondió apenas vio que ella se quitó.

Ella no contestó, se mantenía con la mirada al suelo, apenas tenían una semana conviviendo y no quería arruinarlo todo.

Meliodas sintió que había fallado, así que se puso de pie disponiéndose a salir y dejarla sola, pero Elizabeth una vez más lo detuvo y lo abrazo por la espalda.

-Tengo miedo Meliodas, de que después de esto tu ya no me quieras.-

Meliodas giro frente a ella

-No dejaré de quererte Elizabeth, tu eres mi rayo de Luz, veniste a darme paz y tranquilidad a mi desastrosa vida de excesos, si tú estás a mi lado, nada malo podría pasarme.-

Elizabeth sonrió como nunca. Lo abrazo fuerte y una vez buscaron sus labios, sedientos de amor, necesitaban más y más a cada segundo.

Nuevamente la recostó en la cama, está vez ella no se movió, estaba deseosa de el.

Movió a un lado su vestido comenzando a acariciar sus lindas piernas, ella gimió un poco. Musica para sus oídos, ya no podía controlarse.

-Lamento esto.-

Respondió mientras se separó de los labios de su chica.

Quito el vestido hábilmente dejándola expuesta a él en ropa interior.

Ella estaba muy avergonzada, quería taparse de nuevo, pero el tomó ambas manos y nuevamente la besó

-Eres perfecta, no tienes porqué sentir pena, ahora ya no puedo contenerme después de ver tu bella figura.-

Ella sonrió.

-No quiero que te contengas, hazme tuya Meliodas.-

Con la aprobación de ella, quito despacio aquel sostén que cubría esos enormes pechos, sin dudarlo se llevo uno a su boca.

Ella gimió de nuevo.

Eso lo encendió más.

Buscó sus labios de nuevo y ella torpemente comenzó a quitarle la camisa de botones.

Su abdomen marcado estaba expuesto para ella al fin.

Sonrió con lujuria.

Meliodas cayó perdido ante esa sonrisa.

Nuevamente la besó.

Sus pechos desnudos estaban en el abdomen de él tocándose. Su suave piel era lo mejor.

Quedaba una sola prenda en ella, se alejó poco a poco para quitarse su molesto pantalón que le apretaba su miembro ya erecto.

Ella lo pudo ver completamente.

¡Es grande! Pensó a sí misma

Había leído algunas cosas sobre el sexo oral y aunque ella no había tenido relaciones en bastante tiempo, dos años para ser exactos, sabía que hacer.

Lo tomó con ambas manos y lo llevo a su boca, lamía despacio la cabeza, después con su lengua pasaba por todo su pene, lo metía todo a su boca y lo succionaba lentamente.

-¡Rayos Elizabeth!-

Susurró el rubio excitado.

Ella lo miró, su rostro lo decía todo, lo estaba haciendo bien.

Meliodas bajo rápido hacia la prenda que cubria su entrada vaginal y la quitó, ahora sí ella estába desnuda ante el, la admiraba feliz, ella era perfecta.

Se acomodó en la entrada sin apartar la mirada de su rostro.

Entró poco a poco y ella gimió fuerte.

Dentro de ella comenzó a moverse, sus gemidos aumentaban, se dio cuenta y trato de ahogarlos en la almohada.

El ya no podía contenerse y comenzó a embestirla más fuerte, los gemidos de Elizabeth aumentaban más y más.

-¡Ah!-

Lucía más bella de lo normal con ese rostro de placer.

Comenzó a cansarse y se acostó él en la cama ahora

Elizabeth sabía que era su turno.

Se sentó sobre él y los movimientos de sus caderas comenzaron. Ahora ella veía el rostro de placer de su rubio.

Se movió lo más rápido que pudo y sentía que pronto se iba a venir.

-¡Meliodas me voy a venir!-

Susurró entrecortado.

-Yo igual, espera.-

El rubio se sentó, aún ella sobre él y agarrando la espalda de Elizabeth la hizo moverse de manera más brusca dejándose guiar por el sintió como todo vibro por dentro y por inercia le araño un poco la espalda

Ambos llegaban por fin al clímax, se mantuvieron en esa posición ella sentada sobre su miembro sin salirse ni moverse.

Intentaban recuperar sus respiraciones.

Meliodas se dejó caer, seguido de Elizabeth.

-Eres realmente divina.-

Susurró para ella.

Ella solo sonrió, lo abrazo y se mantuvo así, no supo en qué momento cayeron dormidos.

Al día siguiente la luz del sol entraba por la ventana, Meliodas fue el primero en reaccionar, miro el reloj de pared, 6:30 am

Miró a Elizabeth, ella seguía abrazándolo y dormía plácidamente

Sonrió como nunca, se sentía feliz y pleno en todos los aspectos.

Besó su frente y susurró para ella.

-Me harás perder la cabeza.-

Se levantó lo más despacio que pudo, se puso su ropa y se volvió a acostar junto a ella, esperando que despertara en cualquier momento.

No tardó mucho, ella comenzó a abrir sus ojos y se sentó sobresaltada al verse desnuda en la cama con el.

-¡Oh no! Disculpame meliodas, pensaras mal de mi ahora yo.-

Meliodas la callo con un beso.

-Pienso que eres la mujer perfecta para mí. Me encantas y no quiero seguir sin ti, Elizabeth creo que está de más decirlo pero (toma las manos de ella y mirándola a los ojos), por favor se mi mujer, no mi novia, porque los novios no viven juntos, quiero que seas mi mujer, quiero pasar el resto de mis días a tu lado y a lado de melissa.-

Elizabeth lo miraba incrédula, era tan rápido todo, pero sinceramente después de esa noche ella tampoco quería estar sin el

-¡Si! ¡Acepto Meliodas!-

Se abalanzó a sus brazos cayendo ambos a la cama nuevamente.

Una historia feliz estaba por iniciar

Soltero, ¿Y con hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora