*21* ¡Lemon!

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Cuando la gran fiesta culminó, se dirigieron a su habitación para poder descansar.

Como buen caballero ayudo a su esposa a quitarse los zapatos de tacón.

En silencio la observaba a detalle, el vestido, su rostro, todo.

Ella solo le sonreía no hacía falta decirle algo.

Se puso de pie para caminar descalza hacia su tocador, tomó una toallita desmaquillante y comenzó a quitarse todo lo que tenía en su rostro.

Completamente al natural siguió con los aretes, el collar, y los adornos que tenía en todo el cabello.

Miro por el espejo a Meliodas, el estaba quitando su chaleco, su corbata y lo demás del conjunto elegante que tenía.

El cierre del vestido se atoro en la parte baja de su espalda

-¿Podrías ayudarme?-

El rubio la miró, estaba batallando por intentar bajar el cierre

-Claro.-

Camino hasta ella y con un tirón bajo todo el cierre.

Su espalda estaba expuesta para él.

Depositó un suave beso y Elizabeth salto un poco.

Meliodas siguió besando, bajo completamente el vestido y la lencería de encaje blanco estaba ante el.

-Es muy linda. ¿Intentas seducirme amor mío?-

Preguntaba con un tono de lujuria y deseo.

-¡Oh no! Diane sugirió que esta lencería era buena para el día de hoy. Yo no estaba de acuerdo pero..-

Dejó de hablar al sentirse tan avergonzada y tímida. La lencería constaba de un liguero, y medias, a decir verdad era muy atrevida y bonita.

Justo como era ella

Meliodas se acercó a sus labios y comenzó a besarla, un beso suave, lento, lleno de amor.

Sus manos acariciaban sus brazos, sus hombros, subía y bajaba lentamente al ritmo de sus besos.

Una mano paso en su espalda y desabrocho aquel sostén blanco.

Los pechos de Elizabeth quedaron al aire para el.

Se llevó uno a su boca sin pensar. Jugaba con sus pezones mientras ella gemia bajo.

Una hilera de besos llego hasta la entrada de su sexo, donde aún quedaba aquella prenda molesta.

La quito y los besos en su entrada comenzaron, su lengua jugaba con sus labios vaginales, la peliplata intentaba no gemir alto, pero Meliodas estaba haciendo un trabajo excelente.

Cuando supo que ella ya no aguantaba mas, se puso de pie, la acostó en la cama y frente a ella comenzó a quitarse los pantalones y los boxers.

Se colocó encima de ella y sus labios se buscaron deseosos.

Sus lenguas jugaban mutuamente.

El miembro erecto del rubio estaba listo para entrar.

Así que lo hizo.

Entro en ella mientras se movía lentamente, conforme ella gemia y sacudía sus pechos grandes, el aumentó las embestidas.

Ella ya no podía dejar de gemir

Le encantaba como el la penetraba y como la hacia sentir tanto placer.

Cuando se canso de esa posición, se sentó el en la cama y ella sobre el, ahora tenía el control y sabía cómo moverse para que el disfrutara del momento.

Y así lo hizo.

Veía el rostro de placer de su ahora esposo y se sentía satisfecha de saber que estaba haciendo un buen trabajo.

Meliodas con sus manos la pegó más a su pecho y ella brinco más rápido sobre el.

Con sus cuerpos pegados llegaron juntos al clímax soltando un gemido al aire.

Elizabeth sin salirse de él lo besó en los labios

-Te amo.-

Susurró feliz entrecortado mientras recuperaba su respiración.

-Tambien te amo, me haces muy feliz.-

Respondió aún encima de él abrazándolo.

-Dedicare el resto de mis días a hacerte feliz Elizabeth Liones.-

Ella lo sabía, lo sentía, él es el hombre que siempre quiso de esposo y de compañero de por vida.

Lo besó una vez más y se mantuvieron así, juntos, abrazándose y besándose.

Soltero, ¿Y con hija?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora