Narra Christopher.
El frío que mi piel sentía me hizo despertar poco a poco, jamás había sentido un rayo del sol tan directo en mi cara.
- No es cierto - lamenté.
- Buenos días.
- ¿Pasamos toda la noche aquí?
- Madrugada mejor dicho, te quedaste dormido.
- Qué vergüenza - susurré.
- No tengas vergüenza, agradezco que seas muy calentito para dormir.
- ¿Qué?
- No me propasé, te lo juro - bromeó.
- Ni siquiera me di cuenta en qué momento me quedé dormido, creo que estaba algo cansado. Gracias por no dejarme tirado.
- Una primera cita del recuerdo, creo que no lo olvidaré - comentó.
Sonreí más relajado, en un comienzo su aspecto me dió algo de temor e inseguridad pero no podía juzgarlo por eso, estaba siendo atento.
- Creo que es justo que haga algo por ti. ¿Vienes a desayunar conmigo? - propuse.
Su mirada fija produjo un escalofrío que me erizó la piel, al ver que no respondía no hice más que mover mi mano y captar su atención.
- Será un placer - respondió.
- Te indicaré el camino a mi casa.
- ¿Tu casa?
Asentí, quizás era extraño para él que apenas conociéndonos ya lo llevara a mi casa, pero en lo personal no hay nada mejor que desayunar en el hogar.
- Aquí vivo - indiqué.
- ¡Wow, que linda casa! ¿Vives solo?
- No, con una amiga. En realidad ambos pagamos todo en conjunto, sale más conveniente.
- Interesante - comentó.
- Dame un momento, ya vengo.
Caminé en busca de Antonia, no es difícil descifrar que en sus momentos libres su habitación es su lugar favorito.
- Chris, hasta que llegas - dijo de inmediato.
- Lo siento, yo...
- Vino Isaac - interrumpió.
- ¿Isaac? ¿Qué mierda vino a hacer aquí? - pregunté molesto.
- No quiso decírmelo, le dije que estabas de viaje, supongo que no quieres verlo.
- Maldito idiota.
Los recuerdos me vinieron a la mente arruinando la felicidad de estos momentos, el pasado nunca muere.
- ¿Óyeme en dónde diablos pasaste la noche? - preguntó con una pequeña bofetada.
- ¡Cálmate!
- Me tenías preocupada, habla.
- Es una locura - reí.
- ¿Me explicas?
- ¿Recuerdas del chico del bar? El que casi arruina mi trabajo. Bueno, estuve con él.
- ¿TE ACOSTASTE CON ÉL?
- Shhh, cállate que está aquí - susurré.
- ¡Oh por Dios! Preséntame a tu novio.
- Antonia no, ven acá.
Quería detenerla, pero su astucia y fuerza femenina por descubrir algo nuevo eran más fuertes.
- Wow, sí que es lindo - susurró.
- ¿Hola? - saludó confundido.
- ¿Cómo te llamas?
- Erick.
- ¿Cuántos años tienes?
- Basta, no estamos en un interrogatorio. No le hagas caso, es así, está curiosa - hablé.
- Solo me preocupo por ti hermano.
- ¿No que eran amigos?
- En realidad es como si fuéramos hermanos, llevamos tiempo de conocernos - respondí.
- Me llamo Antonia y necesito decirte esto.
- No lo digas.
- Si le haces daño, por muy lindo que seas te cortaré eso que tienes colgando entre tus piernas para que no lo puedas ocupar con nadie. ¿Entendido? - amenazó.
- Entendido.
- Perfecto, eres bienvenido. Atiende a tu hombre.
- ¿Algo que quieras en especial? - pregunté.
- Puedo ayudarte.
- Eres mi invitado, no te traje para que hagas lo que me corresponde.
- Lo que quieras hermoso.
Abrí mis ojos al ver cómo tomó una de mis manos, Antonia con sus estúpidos gestos no era una gran ayuda.
- ¿Hoy trabajas? - preguntó mi amiga.
- Este...sí, desde que el supervisor no ha ido a trabajar está todo más complicado.
- Pues mejor, era un cretino y de paso ya no te molesta.
- Es extraño, nunca faltaba a trabajar. Además ya lo despidieron - añadí.
- Se lo debería tragar la tierra.
- Antonia no digas esas cosas.
- Quizás ella tiene razón, se lo merecería - agregó Erick.