Capítulo 12

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La mala suerte parecía querer quedarse a mi lado, en mis planes no estaba exactamente que Christopher recibiera golpes tan duros en menos de una semana de conocernos.

Estaba al pendiente, bajaba la mirada cada vez que un policía recorría el lugar evitando un alboroto externo, los nervios no podían jugarme una mala pasada.

- ¿Estás bien? - preguntó Antonia.

- Sí, solo que estos lugares no me gustas. Además no puedo estar tranquilo sabiendo que Christopher está allá adentro. ¡Él no hizo nada!

- Lo sé, es una tremenda injusticia. Mi amigo no sería capaz de matar ni una mosca.

- ¿Qué pasa si no lo sueltan?

- Lo soltarán, él no hizo nada y lo comprobarán. Te noto muy nervioso Erick.

- No es nada, de verdad - disimulé.

- ¿Por qué te preocupas tanto de mi amigo? - preguntó firme.

Miré hacia el frente, virar la mirada hasta ella me tomó unos cuantos segundos. Antonia era muy astuta y estaba mentalizándome en que era la amiga de Christopher, eso la salvaba y la mantenía viva.

- Solo quiero que esté bien.

- Pero si no lo conoces, apenas llevan cuánto.

- Eso no es un pero, voy frecuentemente a su lugar de trabajo para distraerme, lo ubico.

- De vista.

"Cállate maldita sea", moría por gritarselo, por callarla de una buena vez. No quería interrogatorios, no quería preguntas y ella hacía muchas.

- ¡Christopher! - exclamé parándome.

- Pueden llevárselo, por el momento no hay pruebas en su contra - habló el oficial.

- ¿Por el momento? ¡SON UNOS MALDITOS INEPTOS!

- Antonia cállate - pidió Christopher.

- No, no pueden detener a las personas sin justificación. SON UNOS...

- Ayúdame a sacarla.

- Ven aquí. Antonia basta - pedí tomándola entre mis brazos.

Realmente era cierto que cuando las mujeres se enojan sacan fuerzas que no tienen, llevarnos a esa chica fue más complicado de lo que pensé.

- ¿Qué haces suelto?

- MALDITA PERRA - golpeó Antonia.

- Si no te calmas...provocarás más problemas - hablé limitándome a una amenaza.

- Pasaste los límites Renata - reclamó Christopher.

Ahora sabía algo más de aquella mujer, una que ante mi vista no se veía mayor.

- Nadie más que tú pudo hacer esto. ¿No te bastó con revolcarte con él?

- Sabes perfectamente que yo no estaba enterado de ti y mucho menos de su hijo.

- Eso dices tú,  aprovechado de mier...

Detuve su mano haciendo completamente a un lado el cuerpo de Antonia, aumente mi fuerza que sin medida se hacía sentir en su muñeca.

- Una más y me voy olvidando de que eres mujer - advertí.

- ¡Suéltame!

- Erick no vale la pena - dijo Christopher.

- No voy a soportar las calumnias que esta...mujer te hace, no tiene el derecho.

- Suéltala, por favor - pidió.

Su mano sobre la mía automáticamente pareció calmar mi rabia, era como un perfecto don que solo él tenía sobre mi, me daba la paz que por mi mismo no lograba obtener.

Llegamos hasta la casa de ambos amigos, el desanimo de él era bastante evidente.

- Iré a prepararte algo, necesitas comer - dijo su amiga.

- Perdón por hacerte pasar estas cosas, pensarás que soy un desastre.

- Chris, no digas eso.

- Te agradezco que me hayas acompañado.

- Lo hago con gusto - dije tomando sus manos.

Me acerqué con las intenciones de besar sus labios, pero un paso atrás no me permitió tal acercamiento.

- Estoy cansado, hablamos luego.

- No puedes dejar a un niño huérfano, no puedes Erick - dije para mi.

Sin Medida - ChriserickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora