Narra Erick.
- ¿Tú? ¿P-Pero cómo...?
Alcé mi mano llevándola a su delicado rostro, un empujón me facilitó la entrada al que al parecer era su nuevo hogar.
- Te lo advertí Antonia.
- AYU...
Volví a dejar otro golpe, sus quejidos y su llanto al fin me dejaron ver el miedo y lo asustada que estaba.
- No te quería hacer daño porque sé lo importante que eres para Christopher...
- ¿Me vas a golpear? ¡ADELANTE! - desafió.
- Si fuera por mi te mataría maldita perra, pero no le daré ese sufrimiento a mi novio.
- Se lo voy a decir y te quedarás solo maldito loco.
- Ni lo intentes, Christopher daría lo que fuera por mi. Recuerda que no te prefirió - reí.
Tensionó su mandíbula dejando a la vista su molestia, tenía carácter.
- ¡Claro! Cómo no me di cuenta antes.
- ¿De qué?
- Tú los mataste - dijo impresionada.
Evidentemente tonta no era y su instinto femenino estaba siendo más potente que mi profundo silencio.
Saqué un par de guantes negros, apenas se levantó no dudé en correr detrás de ella. Las escaleras no fueron nada para nosotros, al menos tuve la rapidez de detenerla.
- Sí, fui yo y no me arrepiento - confesé.
- ¡POR QUÉ!
- PORQUE CHRISTOPHER ES SOLO MÍO, PORQUE NO DEJARÉ QUE NADIE LO LASTIME Y MUCHO MENOS QUE ME SEPAREN DE ÉL.
- Estás loco - negó llorando.
- Estoy enamorado, sí, lo estoy - reí sin dejarla escapar.
- ¡Déjame!
- Cálmate.
- ¡AYUDA!
- ¡Cuidado!
Retrocedió sin darse cuenta del borde que aseguraba el espacio libre entre la escalera y la pared, estiré mi brazo logrando tomar su mano pero mi fuerza no estaba siendo suficiente.
- ¡ERICK POR FAVOR!
- Trata de sostenerte...mierda.
- Ayúdame.
- Antonia.
- ¡Noooo...!
Los guantes hicieron que sus manos resbalaran y la llevaran a caer, bajé lo más rápido posible pero la sangre del suelo me quitaron todo tipo de esperanza.
- ¿Antonia?
La impresión me golpeó al ver sus ojos completamente abiertos, su estómago no se elevaba siendo indicio de que definitivamente ya no estaba respirando.
Tuve que acomodar algunas cosas para que no se levantaran sospechas en mi contra, no estaba del todo seguro de que alguien no me viera entrar aquí y necesitaba que pareciera un accidente.
Conduje a la casa de Christopher, por la hora definitivamente estaría en ella.
- ¡Erick! - abrazó.
- Chris.
- ¿Estás bien? Te noto nervioso - analizó.
- ¿Estás apurado?
- Bueno, aún falta un poco para que me vaya, pero...
No quise escuchar más, cerré la puerta en lo que mis manos intentaban desabrochar su camisa color negra, mi mente me pedía a gritos borrar tan horrible momento.
- Qué pasa - dije agitado.
- Qué te pasa a ti. Erick espera - pidió.
- ¡QUÉ NO ME PASA NADA...! Perdón, yo lo siento - dije en disculpa.
- Estás sudando, estás pálido.
- Creo que no debí venir, lo siento de nuevo.
- Erick espera, ven.
Quité mi brazo con un susto que jamás había presenciado, abrí y cerré mis ojos viendo cómo sus manos tenían un color rojo muy particular.
- No no no me toques - retrocedí.
- Pero...
- ¡QUÉ NO! - empujé.
Abrí la puerta como si verdaderamente estuviera escapando, mi mente ya estaba sintiendo el peso de mis actos y eso era un grave problema.