Capitulo 3

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Después de unos cuantos minutos, por fin el pasillo estaba relativamente libre para que ambos pudieran seguir caminando; Alexander le indicó al contrario que todo había terminado y que ya podía continuar con su camino, sin embargo el castaño aún parecía seguir ligeramente nervioso. Ambos cruzaron el ahora solitario pasillo principal antes de dirigirse finalmente a la entrada.

Repentinamente, la soledad a su alrededor sólo pareció empeorar los nervios de Thomas, nuevamente dirigió su mirada al suelo mientras se maldecía internamente al no ver a sus padres por ningún lado.

—... ¿Pasa algo?

Preguntó amablemente el pelinegro al notar el nerviosismo en el rostro del ojiazul.

Mas como es de esperarse, Thomas no contestó a ello; tenía la vista en el suelo mientras hacía ligeros puños con sus manos para calmar los nervios. Sentía cómo su respiración se agitaba, eventualmente comenzó a hiperventilarse notablemente.

Su ahora tenso lenguaje corporal indicaba que se encontraba al borde de una crisis casi tan horrible como la que experimentó en la mañana, cosa que el de suéter negro rápidamente notó e intentó calmarlo.

—S-Sólo respira... ¿Recuerdas?, Tal y como en la mañana, ¿bien? —explicó gentilmente intentando tranquilizarlo.

"Sólo respira", el ojiazul se repetía internamente.

Una vez que logró recobrar la calma, ambos salieron por la puerta principal esperando poder irse finalmente. No encontrando nada más que absoluta soledad a sus alrededores, para el pelinegro eso no era nada nuevo, pues ya era común que su hermana se fuera a casa mucho antes que él; sin embargo era claro que, para Thomas, lo era definitivamente; pues ciertamente era alguien realmente estricto cuando se trata de su rutina y no se tomaba muy bien los cambios.

—... Carajo —Alexander se quejo para sus adentros al no ver a Brie por ningún lado.

Por otro lado, el castaño estaba comenzando a alterarse de nuevo; "¡¿dónde carajo están?!" pensó, "¡Ellos saben que tenemos un jodido sistema!", se quejó para sus adentros.

—En fin, ¡nos vemos mañana! —El azabache estaba por retirarse, cuando notó la situación en la que Thomas se encontraba—. ¿Qué pasa?

Los ojos azules del contrario comenzaron a cristalizarse en lágrimas, lágrimas en su mayoría de miedo y notable frustración al no encontrar a sus padres. Era claro que el castaño se preocupaba por cualquier cosa, sin importar cual pequeña o insignificante fuera... Algo exagerado a ojos de las demás personas.

El contrario lo notó y decidió intentar ayudar nuevamente, al menos antes de que el ojiazul se alterara de más.

—¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte?

Thomas se mantenía en total silencio mientras aquellas lágrimas de temor bajaban por sus mejillas, mientras que su mente era saturada con horribles ideas sobre lo que podría suceder; desde pensamientos sobre dónde demonios estarían sus padres, hasta un inevitable temor al no tener idea de qué hacer. Inconscientemente tomó asiento en la acera, algo que el chico de ojos miel imitaría seguidamente.

Un silencio se instaló a los pocos segundos, un silencio que solamente era opacado por los leves sollozos que Thomas dejaba salir de entre sus temblorosos labios. Por su parte, Alexander sólo contemplaba aquello al tiempo que una inconsciente pena asaltaba su mente.

—... ¿Está bien si te abrazo? —Volvió a preguntar—. N-No quiero molestarte, si no te sientes cómodo podemos intentar otra cosa.

El de ojos cerúleos alzó levemente la mirada, limpió sus lágrimas con la manga de su suéter y se detuvo un momento a pensar, finalmente aceptando la propuesta con un movimiento de cabeza. Siendo así como Alexander lo envolvería con su brazo izquierdo en un cálido y ciertamente tranquilizador abrazo.

Por su parte, Thomas pareció paralizarse totalmente al notarlo; no movió ni un solo músculo, pues tal tranquilidad ciertamente lo había tomado por sorpresa. Sólo permanecía inmóvil mientras sentía el tranquilizador abrazo del pelinegro. "Carajo... Se siente muy bien"; se dijo.

Mientras que Alexander simplemente intentaba mantener un abrazo lo suficientemente firme, no tan apretado como para dejar al contrario sin aire, ni tan suelto como para sentir que realmente no lo estaba abrazando. El chico castaño, mientras tanto, permanecía en su misma posición; totalmente estático, sin corresponder a ello en ningún momento. Sólo sentado mientras respiraba hondo recobrando la calma.

Después de unos minutos con una leve tensión de por medio, Thomas pareció tranquilizarse; empujó ligeramente al pelinegro, indicando que ya se encontraba bien.

—... Oh, ¿Ya estás mejor, Thomas?

El mencionado sólo asintió ligeramente.

Puesto que era obvio que Alexander no planeaba dejarlo ahí, ya que era claro que lucía realmente preocupado, el azabache pensó en una forma para que pudiese llevar al contrario de vuelta a su hogar.

—Entonces... ¿Sabes cómo volver a tu casa? —preguntó con un tono dulce en su voz.

Thomas bajó la vista mientras unos cuantos nervios volvían a asaltarlo, millones de pensamientos le abarrotaban la cabeza en una avalancha que acabó por enterrar todo sentido de orientación en él.

Finalmente negó en un rápido movimiento de cabeza. Por otro lado, al pelinegro se le acababan las opciones, y la falta de palabras solo le dificultaba mucho más las cosas.

—... Ven, tengo una idea —Se limitó a decir, posteriormente guío a Thomas de regreso al plantel.

Con solo contados alumnos abandonando las puertas, ambos se adentraron en busca de alguien que pudiese ofrecer una mejor ayuda. Finalmente encontrando al profesor George Martin, quien estaba a punto de irse.

—¡Hola muchachos! —Los saludó con una sonrisa, que sería borrada al notar el estado de Thomas—. Ehh, ¿Qué pasa...?

—Sus padres no llegaron por él —Alexander comentó—. ¿Cree que pueda llamarlos o algo así?, parece que está muy asustado.

George asintió suavemente, invitándolos a pasar luego de un instante. Pero la soledad fantasmal del aula vacía solamente aumentó el miedo en Thomas; "¿Por qué carajos estamos aquí?", se preguntaba.

Miró rápidamente a su acompañante, en espera de que al menos él pudiera explicarle.

—Escucha, yo tengo que irme a casa —Alexander indicó gentilmente—. Pero quédate aquí, ¿Okay?, él te ayudará.

Algo dudoso, Thomas dirigió su mirada hacia el profesor que lo esperaba adentro. Martin le dedicó una dulce sonrisa; al menos esperando que lo hiciera sentir más calmado. Siendo así que, movido por la necesidad de volver a casa, finalmente el chico entró; no sin antes despedirse de su nuevo amigo con un pequeño ademán.

Alexander imitó el gesto, abandonando así la escuela mientras una placentera sensación de calidez inundaba su interior, una satisfacción que inevitablemente le revolcó los pensamientos.

Sus dedos tamborileaban con entusiasmo, y cada paso solo parecía aumentar esa alegría, pues ciertamente era un muy refrescante cambio en comparación con cualquier otro día.

Siendo así que, esa misma noche, se echó sobre la cama. No pudiendo esperar más para que el día siguiente llegara.

Against The World [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora