Alexander llevaba ya varios minutos buscando entre la calle, gritaba el nombre del contrario esperando localizarlo lo antes posible; gran parte del tiempo sin obtener una respuesta clara, gracias a los demás peatones en la acera. Se quejó en voz baja ante la sola posibilidad de que su amigo estuviese sólo, prácticamente perdido y sin tener idea de cómo volver a la escuela.
Resignado, comenzó a caminar por la acera, atormentándose a sí mismo con la sola idea de que algo terrible pudo haber ocurrido. Repentinamente, unos cuantos sollozos parecieron captar su atención conforme caminaba; se detuvo en seco para poder escuchar mejor, reanudó su caminata en un intento por seguir el sonido de los ahora cercanos llantos.
Eventualmente, su búsqueda pareció rendir frutos al divisar una figura en el campo de béisbol aledaño a las instalaciones de la escuela; apenas notable, detrás de las gradas era posible ver a Thomas sentado, abrazando sus dos piernas y con su rostro levemente metido entre estas.
El pelinegro se apresuró en correr a su encuentro a través de la pequeña cancha, una vez que se aproximó lo suficiente, se le escuchó hablar.
—... ¿Estás bien? —Con la respiración agitada preguntó.
Thomas levantó un momento su mirada, dejando al descubierto la desesperación y tristeza en sus ojos. Alexander suavizó momentáneamente su expresión al notarlo, soltó un último suspiro de pesadez y comentó:
—Ay, Thomas... —limpió dulcemente las lágrimas del rostro contrario— Tú... Tú no mereces pasar por cosas como estas, ¿Lo sabías?
Suavemente lo envolvió con uno de sus brazos. Thomas recostó su cabeza en el hombro del contrario; sólo haciendo que el rostro de Alexander se pintara en un ligero sonrojo. Fugazmente miró al de ojos cerúleos mientras sentía su corazón retumbar.
Hubo un silencio que ocasionalmente era opacado por el sonido de algunas hojas cayendo al suelo y de los automóviles que se escuchaban a la distancia; eventualmente el de cabello rizado decidió hablar para romper con aquel nudo de palabras atorado en su laringe.
—... Lo lamento —dijo—; No quería que pasara esto. Qu-Quería ayudarte y saber lo que te pasaba, porque...
Para su desgracia, no necesitó pasar mucho tiempo antes de que su cabeza lo detuviera. Como un caballo retenido por las riendas de su jinete, sus palabras se frenaron en seco; pues la semilla de aquellas dudas tan molestas seguía brotando sus raíces en los fértiles campos de sus pensamientos.
Thomas sólo desvío la mirada al suelo bastante apenado; lo último que deseaba era que su amigo se sintiese culpable. Pues jamás le había dicho a alguien sobre los malos tratos que recibía por parte de su primo.
—Escucha... No quise presionarte, n-no era mi intención —Se le escuchó nuevamente hablar al pelinegro—. Solo necesito que seas honesto... ¿De verdad estás bien?
El ojiazul finalmente negó con la cabeza, Alexander se quedó callado; no necesitaba más pruebas que eso para comprender que el castaño lo estaba pasando mal de algún modo. Por desgracia, sabía que no obtendría una respuesta más específica.
Tras dejar salir un suspiro aliviado, su mano acarició suavemente el hombro contrario mientras le dedicaba una pequeña sonrisa a Thomas, quien imitó el gesto al tiempo que una leve risa escapaba de sus labios.
Finalmente el almuerzo terminó después de unos minutos, por lo que eventualmente el par regresó a su aula; mientras que Alexander se encontraba aún más preocupado por esa extraña actitud en su acompañante.
Durante el trayecto de regreso, aunque ya un poco más relajado, algo de miedo no dejaba en paz la mente de Thomas; temía volver a casa, pues lo que menos quería era encontrarse con el adolescente.
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Against The World [EN EDICIÓN]
Novela Juvenil«La vida está llena de giros y sorpresas inexplicables» Tras mudarse en espera de apartarse de todo lo que alguna vez vivió, Thomas no se encuentra del todo confiado al respecto, pues tener que comenzar de cero en una nueva ciudad es algo que lo asu...