El sol y sus rayos, colándose entre los árboles, eran casi tan molestos como aquellos pensamientos que abarrotaban la cabeza de Christian. Vagando sin rumbo por los alrededores del vecindario, había pasado casi toda la mañana repasando ese desastre, ahogado entre los mares de preocupación y determinación que lo inundaban.
La vulnerable imagen de Thomas continuaba grabada en su cabeza; un pobre chico atormentado por cosas que no podía comprender, un inocente más que desesperadamente rogaba por su protección. “Nadie más lo hará”, se dijo.
De repente, el vibrar de su teléfono le hizo volver en sí, con un gruñido molesto lo apagó antes de tomar asiento en la acera. Descansando así del caos infernal que eran sus ideas, aunque no evitando que la fastidiosa migraña volviera por un instante.
—Mierda —espetó susurrante, se envolvió la cabeza entre los brazos y cerró sus ojos, deseando calmar lo antes posible esa tortura.
“¡Carajo!”, repetía en sus adentros, “Sólo resiste un poco más… Él lo merece”. Se pasó ambas manos por la cara antes de peinar improvisadamente su cabello, revisó el reloj en su muñeca; los minutos pasaban y la imagen de Thomas, sin embargo, era lo único que le guiaba la razón entre la tumultuosa marea de su mente.
Siendo así que, con una renovada convicción, se puso en pie para retomar su caminata. Esta vez fijando su rumbo en el hogar del chico.
Miró el reloj de nueva cuenta y, mientras apretaba la correa, el hogar de los Baker se alzaba entre las demás casas. Una inconsciente sonrisa se le dejó ver, pues esta vez no volvería a fallarle; ni a él, ni a nadie.
Llamó a la puerta, siendo atendido por la sorprendida (aunque siempre amable) sonrisa de Claire.
—Ah, ¡Buen día! —Ella lo saludó—. Creímos que la siguiente sesión era…
—Lo sé, pero hay algo importante que debo hablar con Thomas —Christian la interrumpió—. Y, si no les molesta, quisiera hacerlo cuanto antes.
La sonrisa contraria se borró por un momento, haciéndose a un lado le permitió entrar, obteniendo igualmente la mirada confusa de Stuart desde el interior.
—¿Qué pasa? —Le preguntó.
Christian tomó asiento en la sala y soltando un leve respiro añadió:
—Es algo complicado, pero me gustaría hablarlo con Thomas un momento… Si gustan llamarlo, puedo esperar.
Ambos contrarios se lanzaron preocupadas miradas, al poco tiempo siendo deber de Stuart volver a hablar.
—Ah, claro —Y girándose hacia las escaleras, añadió—. ¡Thomas! Christian vino a verte, ¿Puedes bajar un momento?
Entre tanto, en el piso de arriba, los dos amigos se hallaban a la mitad de sus pequeñas sesiones de trabajo. Las tarjetas se encontraban ya repartidas por la cama; aunque la repentina mención de Christian no tardó en encender las alarmas de furia en la mente del chico ojiazul.
—Mierda… —Alexander murmuró—. ¿Vas a estar bien con…?
“¡Ese hijo de puta!”, pensó Thomas, en su mente se repetía la traición de aquel hombre que había expuesto sus sentimientos. Irritado, sólo un gruñido furioso escapó de sus labios, con brusquedad se puso de pie; antes de que el suave toque de su acompañante lo detuviera.
—Oye, tranquilo —Alexander le dijo con suavidad—. ¿Recuerdas lo que hablamos? Respira profundo… y piensa.
El castaño retomó su asiento mientras cerraba los ojos, mas con cada inhalación de aire que le llenaba los pulmones, podía sentir a su mente apaciguarse de a poco.
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Against The World [EN EDICIÓN]
Jugendliteratur«La vida está llena de giros y sorpresas inexplicables» Tras mudarse en espera de apartarse de todo lo que alguna vez vivió, Thomas no se encuentra del todo confiado al respecto, pues tener que comenzar de cero en una nueva ciudad es algo que lo asu...