Capitulo 17

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—¿Por qué demonios crees que Thomas necesitaría algo así?... Sabes que él no es ningún retrasado, ¿Verdad?

Preguntó nuevamente la de cabello marrón, pues no quería que su hermano malinterpretara las cosas; pues si bien no sabía tanto sobre el autismo como su hermano, si de algo estaba totalmente segura, era de que el castaño no era nada imbécil.

—No creo que sea un idiota… —contestó Alexander, mientras seguía revisando el artículo en la pantalla—. Sé que él puede llegar a necesitar un poco de ayuda en varias cosas... Y pensé que estaría bien si yo intentaba dársela de alguna manera.

Declaró al tiempo que devolvía su mirada a la pequeña tarjeta que se encontraba forrando con papel.

—Bien, y... ¿Entonces para qué es todo esto? —Brie volvió a preguntar—. Si sólo piensas ayudarlo no veo la necesidad de hacer todo esto...

—Es para ayudarlo a hablar —Se limitó a explicar—. Qu-Quiero decir, ¡Tú lo has visto!... ¿No te has preguntado cómo cambiaría todo si él pudiera decir lo que siente?

El contrario mencionó soltando aquella pregunta al aire, la chica simplemente guardó silencio un momento antes de aparentemente responder a ello.

Brie se acercó al escritorio junto al pequeño montículo de tarjetas, montículo que rápidamente tiró al suelo. Obteniendo gracias a esto, una queja por parte de su hermano.

—¡Hey!, ¡¿Qué carajo estás…?!

—Si de verdad quieres ayudarlo, cuando menos hazlo bien, idiota —dijo, tomando  asiento junto a él—. ¿Qué carajos es esto?

Y señaló una de las ilustraciones, la cual (a juzgar por el letrero bajo esta) aparentaba representar la emoción de alguien "molesto". Sin embargo, su rostro tan mal dibujado se asemejaba más a una persona bajo el efecto de la heroína.

—Ay, por favor Brie, quiero ver que tú lo hagas mejor.

Comentó el de cabello negro mientras se disponía a recoger las tarjetas, su hermana lo miró confianzuda y dejó salir una pequeña risa antes de finalmente "aceptar su reto".

—Para que lo sepas, sí, podría hacerlo mejor —Se jactó—. A ver, presta acá.

Tomó una de las tarjetas que aún se encontraban en blanco y un pequeño lápiz, posteriormente comenzó a bosquejar un rostro sonriente; los pocos detalles, tales como el abultamiento de las mejillas o el leve brillo en los ojos, eran suficiente para hacer que aquella emoción fuese tan  reconocible como adorable a la vista.

Por su parte, Alexander simplemente miraba por encima del hombro de la chica, aparentemente impresionado por lo bien que le había quedado el dibujo.

—¿Qué estás haciendo ahí, idiota? —se le escuchó a la contraria volver a hablar—. ¡Apresurarte y comienza a forrar!, Tú querías ayudar a tu amigo, ¿No?

Ante eso último, el chico rápidamente se apresuró en seguir con su trabajo; cada tarjeta que terminaba era pasada a Brie para que hiciera su ilustración correspondiente.

Inconscientemente, la chica de ojos cafés pareció dejar a un lado el aparente "desprecio" por su hermano, en pro de ayudarlo con su supuesto proyecto; pues debía admitir que la idea de apoyar a Thomas con su habla le parecía la cosa más noble que al pelinegro se le pudo ocurrir.

Al menos para ella eso era mucho mejor que tenerlo horas y horas hablando como un demente sobre múltiples teorías de conspiración.

Al menos para ella eso era mucho mejor que tenerlo horas y horas hablando como un demente sobre múltiples teorías de conspiración

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El sol del mediodía entraba suavemente a la tienda. Mientras Christian leía el periódico, una pequeña sonrisa se dejaba ver en su rostro; cierta calidez lo inundaba al tiempo que la imagen de Thomas seguía plasmada en su cabeza.

Su memoria rebobinaba el encuentro de esa mañana, pues la vulnerable inocencia del chico era algo que no podía arrancarse de sí. Echó los hombros hacia adelante y, recargándose en el mostrador, comenzó a observar a las personas en la calle; todos con sus propias vidas y ocupaciones, e inconsciente se preguntó si alguna vez podría ver a Thomas entre ellos.

—Seguro que sí… —En voz baja, dió respuesta a sus interrogantes.

Aunque pese a todo, esos pensamientos no dejaban de inundar sus ojos con lágrimas, hizo un último intento por mantenerse enfocado; inhaló un tranquilizante suspiro, dejando que sus preocupaciones se disiparan con la ligera  brisa de su ventilador.

Momentáneamente, el vibrar de su teléfono acabó por sacarlo de la tortura de sus pensamientos. Pues la notificación con la respuesta de Stuart parpadeó en su pantalla, dándole la consolación que necesitaba; sin perder tiempo, Christian revisó el mensaje, aquella sonrisa volvió a él en cuanto leyó su disposición para comenzar con las sesiones semanales.

 Pues la notificación con la respuesta de Stuart parpadeó en su pantalla, dándole la consolación que necesitaba; sin perder tiempo, Christian revisó el mensaje, aquella sonrisa volvió a él en cuanto leyó su disposición para comenzar con las sesion...

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La tarde comenzaba a hacer lujo de presencia con su luz bañando los alrededores de la ciudad, el tenue calor no tardó en llegar hasta cierto campo de béisbol; lugar donde el equipo de aquella escuela terminaba con su entrenamiento.

Los presentes tomaban sus cosas para retirarse; entre ellos Alexander se encargaba de guardar las pelotas y guantes, cuando momentáneamente se detuvo tras notar la presencia de cierto rubio al otro lado de la cancha.

De repente, sus ya agitados pensamientos volvieron a surgir, miles de ellos se le impregnaban en la cabeza; desde aquel miedo cuyas testarudas raíces se negaban a ser cortadas, hasta unos leves nervios que subían tenebrosamente por su espalda.

Alexander se mantuvo en pie mientras veía a Matthew despedirse del resto de sus compañeros, tomando ello como su señal para hacer a un lado el desastre de su cabeza y encaminarse hacia él.

—¿Matt?... ¡Matt, espera! —Lo llamó aproximándose.

El de ojos olivos no tardó en recibirlo con una sonrisa, un gesto que se borraría de su rostro tras percatarse del nerviosismo que aquejaba al contrario.

—Ehh, ¿Estás bien? —Le preguntó.

Alexander guardó silencio mientras titubeaba, tragó un poco de saliva esperando mantener sus nervios a raya.

—Necesito que me ayudes con algo —murmuró en un dejo de voz.

La angustia de Matthew se calmó notablemente, dejó salir un inconsciente suspiro aliviado.

—Ooh... ¡Por supuesto!, ¿De qué se trata? —inquirió, dedicándole una reconfortante sonrisa.

Alexander, aunque esbozado, no tardó en imitar el gesto antes de comentar:

—Estuve investigando un poco, y creo que Thomas podría ser autista. Pensé que podríamos ayudarlo con lo que necesite.

—Oh, ¡Me parece bien! —Accedió el ojiverde—. ¿Cuándo comenzamos?

—... ¿Te parece si nos vemos mañana en mi casa?, todavía hay cosas que debo arreglar.

Fue lo último que el de cabello negro dijo antes de despedirse y volver a casa. Cosa que igualmente, el rubio no tardó en imitar.

Against The World [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora