Capítulo Dieciséis: La ruleta de la muerte

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Noviembre 6. (Niñez)

Feria de woodtown.

—¿Qué pasaría si tuvieras que pedir tres deseos? —Murray me pregunta. Su boca estaba llena de caramelo. Su cabello estaba despeinado debido al viento fuerte pero agradable en woodtown.

—Conocer a Stephen Hawking. Tener una máquina del tiempo. Que Indiana Jones exista en la vida real y sea mi amigo.

Murray ríe.

—¿Por qué a Indiana Jones? —me pregunta masticando su manzana de caramelo.—Además, has dicho seis deseos.

Observo hacia abajo. Está muy alto. Nuestros pies están mesiéndose al mismo tiempo.

—¡Duh! —Steph contesta— ¡Es Indiana Jones!

—Murray—exclamo—. ¿Esto está muy alto y porqué no estás llorando como un niñito?

—Cállate Will, estoy tratando de no pensar en ello—contesta cerrando los ojos.

—La mejor manera para superar tus miedos es enfrentándose a ellos. Solo relájate—Steph le toca el hombro. Tratando de calmarlo.

—Esa frase no sirve para cobardes como Murray—bromeo riéndome a carcajadas.

O para ti—exclama steph —El típico niño que se la pasa insultando a otros es un simple cobarde y seguro debes de ser mentiroso. En cambio, Murray, expresa lo que teme, lo que siente y no le hace daño a nadie y está aquí, enfrentando su miedo—coloca un mechón de cabello debajo de su oreja—Dime Will, ¿quién es el patético?

¿Qué diablos le pasa? ¿Porqué se tiene que comportarse así?. Ella piensa que por leer muchos libros es superior a nosotros.

—Sigue siendo él—respondo con una sonrisa fingida—Sigue defendiendo a tu noviesito. Pero nunca voy a dudar de él hecho que es un cobarde y jamás va a superar sus patéticos miedos.

Steph me lanza una mirada de odio y cruza sus brazos. Obsevo cómo a Murray se le dibuja una pequeña sonrisa mientras mordisquea su manzana de caramelo.

¡Ugh! Steph piensa que lo sabe todo. Es una niña patética que se la pasa criticando y corrijiendo a los demás. Y Murray un simple niño tonto que vive en una burbuja.

Hace mucho no comía. Me arrepiento de no comprarle a aquel señor del puesto de comida chatarra. Aunque emanaba un delicioso olor a papas fritas me resistí. Y todo por culpa del imbécil de Murray, me apresuró a montarme a esta rueda.

Estiro un poco mi pie izquierdo, pero algo me detiene. Busco con la mirada para ver que era lo que me impedía moverlo. Mi cordón estaba enredado en un tubo de metal algo oxidado.

«Maldita sea, solo esto faltaba»

Miro a los chicos y los observo tranquilos. Murray con su manzana fingiendo que no tiene miedo y Steph observando el paisaje.

Por suerte los cinturones no eran tan complicados de soltar. Tengo que hacerlo para poder desenredarlo y así no hacer esperar a lo otros.

Me desabrocho el cinturón y empiezo a desenredar mis rebeldes cordones. De un impulso fijé mi vista en la altura que íbamos.

Escuché un click y unos ruidos de zapatos y gruñidos detrás de mí. Intento volver a ver, pero no pude. Siento que algo me empuja bruscamente y empiezo a caer de la silla metálica.

Fueron segundos de agonía. Sentí una sensación en el pecho y estómago muy horrible. Mis manos se movían alocadamente en el aire

—¡WILL! —escucho que Steph Grita con una voz desgarrante.

15 SEGUNDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora