¡Ése no soy yo! [DamiJon/JayTim]

Capítulo 35

El Sol vespertino se filtraba escasamente entre las ranuras de las cortinas cerradas; hecho que no perturbaba la obscuridad mayoritaria de la pieza. De igual forma, el nulo sonido en la habitación y lo calentito del resguardo de las mantas le daban el mimo necesario para sentirse mejor. Lo suficiente como para hacerlo olvidar momentáneamente que no había nada que le agitara su corazón o que lo hiciera llorar. Mientras estuviera dormido, sus preocupaciones eran volátiles y nunca lo herirían. Para Damian, el descansar de ese modo tan limpio y prolongado le dio más que un respiro; le había dado un poco de ilusión al creer que todo iba a mejorar y que muy pronto su pesadilla terminaría. Muy pronto recuperaría su vida y finalmente trabajaría para ser feliz y ahuyentar todo lo que le envenenaba su existencia. Una vez que sintiera su propia piel, él podría sonreír gustoso ante una nueva oportunidad.

"Lo haré bien... esta vez lo haré mejor..." Pensaba entre sus sueños. "Lo haré por mí, por lo que quiero y por los que quiero... Por ellos seré una mejor persona. No los decepcionaré de nuevo. Lo haré por Alfred, por mis hermanos y mi padre... Y por Jon... Jon..."

-Jon... -Pronunció Damian balbuceando-.

-Bueno, al menos ya no nombras a Bruce mientras duermes. Eso daba miedo. –Habló Timothy en tanto se cruzaba de brazos y bufaba su molestia-. ¿Hasta cuándo seguirás dormido? –Inquirió abiertamente, suspirando, desviando su mirada al tiempo de patear con fuerza el colchón-. ¡Ya van a dar las tres de la tarde! ¡Despierta, estúpido! –Gritó Timothy reiterando su orden con otra patada, logrando esta vez que Damian abriera somnolientamente los ojos-.

Todavía encaminado en su letargo, el ojiverde levantó la cabeza advirtiendo la presencia junto a él. Tardó algunos segundos en reaccionar y más cuando la obscuridad le bloqueaba una visión apropiada.

-¿Qu...? –Quiso preguntar, pero su visita asió las mantas que lo cubrían y tiró de ellas sobrado de violencia-.

-¡Ya déjate de tonterías! ¡Levántate de una vez que tengo prisa! ¡Muévete, torpe! –Ordenó Tim lanzando las telas hacia el suelo-.

Por más que Damian deseó acoplarse al ritmo de ese encuentro tan fortuito, lo único que pudo expulsar de sus labios fue una mueca interrogante. Aún con sus párpados pesados, se sentó sobre la cama frotándose el rostro.

-No seas tan dramático, Damian. No te pegué tan duro como para que hayas terminado en el hospital, ¿o sí? –Anunció Timothy moviéndose en dirección de su armario-.

-¿Qué... demonios...? –Se inquirió el ojiverde viendo cómo aquella presencia pasaba frente a él-.

-Mi cuerpo no es tan débil. –Completó regresando junto al menor-. Así que saca mi hermoso y adolorido trasero de esa cama y larguémonos.

Fue al reconocer su propia cara frente a sí que a Damian se le fue la respiración y saltó despavorido del otro lado de la cama. Aunque más que saltar, en realidad fue lanzarse al piso muy a pesar del malestar en su cuerpo.

-No empieces, Damian. No tenemos mucho tiempo. –Afirmó Tim lanzando al lecho la ropa que llevaba en las manos-.

-Tim, sé que estás enojado, pero... -Masculló Damian entre dientes, apoyándose esforzadamente en el borde del colchón-.

-No hay tiempo para tus tonterías, Damian. Sólo obedece y cámbiate. ¡Te espero en la cocina, Alfred quiere verte! –Añadió secamente dando media vuelta-.

Al darle la espalda al ojiverde, Timothy ralentizó su paso hasta detenerse en la puerta. Fue entonces que la luz del pasillo alumbró su semblante y su vestimenta poco ortodoxa.

-Y por tu bien, espero que recuerdes nuestra charla de ayer... Así que ni se te ocurra decirle a Alfred mis razones por las que te di esa paliza, ¿oíste? –Añadió recargándose en el marco-. Y no te hagas la víctima. Eso no le va mi linda carita. –Acotó sonriendo, palmeando dulcemente sus mejillas con un encanto infantil-. ¡Nos vemos allá abajo! –Exclamó despidiéndose, llevando sus dedos a sus labios para lanzar un beso imaginario-.