~04~

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—Frankie...

—¿Mmm?

—Frankie...

—No mamá 5 minutos más...

—¡Frank!

—¿Si si?

—Ya me voy, tu desayuno está listo.

Le dio un beso a un Frank que quedó medio muerto en la cama, si algo podía considerarse como virtud en él, era su increíble capacidad para dormir, aunque la casa completa le cayera encima no se levantaba.

Esa mañana particularmente partió más temprano de su hogar, desde que se había mudado a vivir con Frank no había tenido tiempo de ir a visitarlas, y vaya que extrañaba mucho platicar con ellas. En un tiempo iba cada día a estar con ellas y pasaba horas ahí, pero con el paso de los días, las visitas se hacían como menor regularidad.

Pensó en tomar de los lirios de Frank y llevárselos, pero recordó que las favoritas de una de las mujeres más importantes en su vida eran las rosas naranjas, sin darle vueltas al asunto pasó por la floristería que quedaba a un par de cuadras de casa y compró una docena de las rosas más bonitas que había.

Sentía una relación de amor/odio con ese lugar, amor porque era pacífico y tranquilo, ahí podía estar en paz cuando necesitaba despejarse, a veces necesitaba un poco de soledad para pensar y tomar decisiones importantes, pero lo odiaba porque ahí reposaban los cuerpos de ellas, una llegó primero y la otra después, pero sin duda ambas estaban juntas en algún lugar.

Caminó por el sendero que ya conocía de memoria, sonrió con melancolía cuando reconoció la lápida frente a él, “Helena Lee Rush, recordada madre y abuela”, no pudo evitar dejar escapar sus lágrimas cuando vio la pequeña plaquita que estaba junto a ella, “Helena Way”, los cuerpos de su abuela y su hija descansaban juntos.

Por ambas sufrió de manera terrible, cuando su abuela falleció sintió que su corazón se partía en miles de trozos y que jamás volvería a ser igual, pero se equivocó, cuando supo que en meses tendría a la pequeña Helena, y luego la perdió, no podía superarlo, estuvo con el casi 6 meses en su vientre y la amaba más que a su propia vida, por eso cuando se la arrebataron de su cuerpo sintió como si le arrancaran cada parte, como si su alma ya no estaba más y seguía doliéndole el pecho cada que la visitaba.

No había querido llegar a contarle a Frank hasta esa parte de la historia porque no se sentía capaz de siquiera mencionarlo, pero sentía que no era justo ocultarle eso.

—No saben cuanto las extraño —suspiró y acarició las letras del nombre la pequeña—. Tú sabes mi amor que toda la vida te voy a amar, siempre serás mi princesa —ni siquiera podía hablar porque el llanto lo estaba ahogando.

Trató de tomar aire fuertemente.

—Hace casi un mes me fui a vivir con Frankie, y decidí que era el tiempo justo para volver a intentarlo, saben, me sentí muy feliz cuando tomé la decisión, de hecho, estoy feliz y emocionado, Mikey está más que feliz también, todos los días pregunta si ya, pero no me siento capaz de comprobarlo, tengo mucho miedo, ¿Qué voy a hacer si no puedo tener más bebes? —volvió a romper en llanto.

Era verdad, tenía demasiado miedo de hacerse una prueba y que saliera negativa, o de ir a un medico y que le dijera que era estéril, eso los destrozaría a ambos, porque, aunque Frank no se lo dijese a cada rato para no presionarlo moría de ganas por tener un bebé producto de su gran amor.

—Abuela si tu estuvieses aquí sabrías que decirme... —estaba sentado sobre el verde césped con sus piernas abrazadas al pecho mientras continuaba su llanto.

Se quedó pensando como por cinco minutos el porque de su desesperado llanto, era muy extraño, en la mañana se había levantado de lo más feliz y no iba a negar, si sentía miedo, pero ¿porqué lloraba de esa manera?, no se podía ni controlar, trataba de hallar una explicación, pero solo conseguía terminar con la imagen de Frankie junto a él, lo necesitaba.

Sacó su teléfono y lo llamó, entre lágrimas y sollozos le explicó como llegar donde estaba.

En menos de 15 minutos, un Frank recién levantado y en pijamas corría a consolar a su Gerard. Luego de unos minutos abrazados, Frank rompió el silencio.

—¿Me vas a contar? —presentía quien era la otra Helena que estaba ahí sin embargo quería escucharlo de los labios de su pareja.

Gerard asintió suavemente y comenzó a narrarle toda la historia a Frank sin verlo hipeando de vez en cuando, manteniendo sus ojos fijos en aquel nombre gravado en mármol.

—¿Aún me amas? —preguntó con tono infantil y sin mover la vista.

Frank resopló suave, lo separó de su regazo y lo obligó a verlo a los ojos.

Te aseguro que te amo más de lo que lo hice ayer, pero no menos de como lo hare mañana mi amor...

Depósito un cálido beso en sus labios, y ahí frente a la tumba del ser mas preciado para Gerard, Frank le volvió a jurar una vez mas su amor eterno.

~𝙻𝙸𝚁𝙸𝚄𝙼~ ➛FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora