Franco abrió la puerta del pequeño departamento en el que vivía con sus padres. Emilia entró tímidamente y lo miró en silencio. Notó de inmediato que algo no andaba bien. Cada vez que Mili llegaba a su casa se lanzaba a sus brazos y esperaba a que la alzara en el aire o al menos lo molestaba hasta que lo conseguía, pero esa pequeña de aspecto taciturno y ojos enrojecidos se encontraba muy alejada de lo que solía llegar a su casa solicitando sus servicios de niñero.
— ¿Qué le sucede? —Preguntó a Danielle, quien intentaba ocultar el odio en sus ojos.
—No le hagas preguntas, hablé con ella de camino hasta acá por lo que prometió ser buena...
—Nunca he dicho que no lo sea —la interrumpió, —es solo que...
—Por favor, ayúdala, te lo pido. Todo lo que necesito es que la ayudes a sentirse un poco más protegida. Juega con ella como suelen hacer, hazla reír, todas esas cosas que hacemos cuando venimos de visita... solo no la dejes sola y no le hagas preguntas más allá de lo que ella gustaría o no hacer. Volveré y te explicaré todo más tarde.
No puso objeción, la puerta se cerró y Emilia permanecía en silencio. Su cuerpo temblaba y sus brazos se mantenían cruzados cubriendo su pecho. Sostenía una pequeña bolsa con una pequeña caja de pastillas.
— ¿Estas enferma? —Preguntó Franco.
Emilia hizo un gesto con su cabeza indicando que sí.
— ¿Quieres ir a mi cama y pasar ahí el día?
Los ojos de la niña se abrieron de repente y su cuerpo empezó a temblar más de lo que ya estaba. Su respiración se escuchaba más fuerte y pareciera que en cualquier momento iba a gritar.
—Entonces conectare la estufa—dijo rápidamente, casi desesperado—, traeré unas mantas y la pasaremos aquí ¿Qué tal unas películas en el sofá?
Mili parecía calmarse ante la idea de permanecer en un lugar más abierto que una habitación o una cama. Franco la sentó en el lugar donde solían pasar las tardes viendo películas o jugando videojuegos, la cubrió con una gruesa manta que solía usar en su cama y preparó una almohada por si en algún momento se quedaba dormida.
Luego de aquella larga caminata Danielle ya estaba en la carnicería, entró rápidamente al congelador sin decir una palabra y se colocó la pechera que solía usar para no ensuciar su ropa.
—Llegas tarde —Dijo Larry, mientras echaba carne en una moledora.
—Fui a dejar a Emilia con Franco.
— ¿Con quién? —Preguntó frunciendo el ceño.
Danielle se paró detrás del mostrador donde estaban los pedazos de carne a la venta, estaba tan centrada en la rabia que sentía que había olvidado que él no sabía que iba a dejar a su hermana con su amigo cuando trabajaban juntos. Sin embargo no dijo nada. Tomó un cuchillo y comenzó a rebanar pedazos de carne que se encontraban en el mostrador. Ver el cuchillo deslizarse y abrir aquellos trozos de animal muerto solían tranquilizarla cada vez que estaba ahí, ver la suavidad con la que el filo separaba la carne se había vuelto una terapia tal que cuando su padrastro salía a hacer sus entregas aprovechaba para hacerlo por horas.
"Si tan solo fuera él" Sonó de pronto en su cabeza.
—Si — respondió Danielle—, si tan solo fuera él.
— ¿Qué mierda estás hablando? —Gritó Larry acercándose a ella — ¡Te estoy preguntando con quien carajos dejaste a mi hija!
"Su hija, su hija, su hija" La voz lo repetía en su cabeza. Las manos ensangrentadas de su padrastro la tomaron por los hombros y la agitaban mientras Danielle veía como sus labios se movían, pero no escuchaba nada más que aquella voz en su cabeza. "Su hija, su hija, su hija" retumbaba en lo profundo de sus pensamientos. Una mano gruesa y manchada de rojo se dejó caer de lleno en su rostro, Danielle sabía que la habían golpeado, podía ver esa expresión de ira en la cara de Larry como solía de vez en cuando, cuando llegaba a su casa borracho, drogado, o aquellas veces en las que ella intentó desesperadamente rechazarlo cuando quería arrancarle la ropa. Otra bofetada calló. De pronto se vio con aquel cuerpo pequeño que tenía a sus siete años, recostada en el sofá de la sala, completamente desnuda mientras aquella misma expresión de ira y salvajismo le gritaba algo y ella simplemente no podía reaccionar. Otra bofetada cayó y la transporto a su habitación, una siguiente la llevó hasta la sala de refrigeración de la carnicería, otra la llevó a la ducha de su casa, una siguiente la devolvió a su cama. Aquellos lugares, aquellos golpes recibidos; aquel dolor en su rostro, en su estómago, en sus pechos, en sus piernas, en su garganta, en su entrepierna. Un calor nació en lo profundo de su vientre y comenzó a recorrer todo su cuerpo.
"Hazlo" sonó la voz en su cabeza.
"Hazlo". A cada golpe que recibía el calor de su cuerpo crecía cada vez más.
"Hazlo". Un último golpe le volteó la cara y todo el lugar quedó a su vista, estaba vacío, no había nadie ahí como solía no haber cada vez que todo aquello sucedía. Estaba sola, nadie la ayudaría, nadie lo había hecho durante todos esos años. Recordó aquellas veces que quiso morir y como el pensamiento se desvanecía cuando entraba a su habitación y veía a Emilia dormida, sabía que si lo hacía todos esos golpes serían para Mili y todo ese dolor se volvería parte de su hermana como lo era ya de ella. Entonces aquello no sería por Emilia, si tenía que pasar tendría que ser por ambas y después de aquella mañana ya no habían excusas. Entonces que sea por ambas.
"¡Hazlo!" retumbó en su cabeza.
La mano de Larry viajaba en el aire directo a su rostro nuevamente, pero el cuchillo que Danielle sostenía la atravesó en el aire. Rápidamente lo sacó y dando un fuerte grito lo clavó en su mejilla haciéndolo aparecer por el otro lado de su cara. El grito de Larry la hizo reaccionar pero ya no había vuelta atrás, sabía que desde ese punto no podría detenerse. Lo empujó con todas sus fuerzas usando su cuerpo sin soltar el cuchillo, alejándolo de ella y aprovechando su retroceso para pasear el filo por su piel rajándola hasta la su boca. La sangre caía por los costados del rostro de Larry como si de una cascada se tratara. Intentó abalanzarse sobre Danielle pero su propia sangre en las baldosas del suelo lo hizo resbalar a lo que ella aprovechó para dirigirse hacia él y darle los golpes de gracia, todos los que fuesen necesarios, pero rápidamente Larry se reincorporo y logró lanzarse sobre ella, derribándola. Comenzó a golpearla con fuertes puñetazos en la mandíbula pero Danielle logró lanzarle un profundo corte en el costado de la cara, rajándole parte de la oreja y la nariz. Aprovechando su baja estatura y la experiencia de los abusos de su padrastro, pudo encoger sus piernas llevado sus rodillas hasta su pecho y empujándolo con todas sus fuerzas lo lanzo quitándoselo de encima. Los golpes que recibió la dejaron aturdida y no atino más que a levantarse rápidamente y encerrarse en la sala de refrigeración. Aseguró la puerta por dentro y notó que había perdido su cuchillo, ya no tenía nada. El estruendo de la cortina de metal cerrando la carnicería hizo eco en sus oídos, no lo logró, había fallado.
Comenzó a buscar algo que pudiese usar como arma, pero no hallaba más que pedazos de carne y animales colgados de ganchos que poco podrían ayudarla contra los cuchillos que se encontraban al otro lado de la puerta y los puños de su padrastro quien los cargaba. Comenzó a desesperarse, sabía muy bien qué le esperaba y que ya no tenía salvación, no solo había fallado su cometido, sino que también le había fallado a Emilia otra vez. No había ventanas por donde escapar. Sacó su teléfono de su bolsillo pero este estaba roto y no encendía, al parecer la caída con su padrastro encima había sido más fuerte de lo que había parecido.
Buscó en los estantes pero no hayo nada, abrió congeladores en busca de algún hueso de buen tamaño que pudiese blandir pero no había más que pedazos que no detendrían la ira de aquel monstruo que se encontraba del otro lado de la puerta. El miedo comenzó a apoderarse de su cuerpo, la desesperación de volver a sentirse desprotegida le presionaba el pecho, corría de un lado para otro en busca de alguna esperanza pero no había nada.
Un fuerte golpe en la puerta de la sala de refrigeración la hizo sobre saltar de tal manera que no se dio cuenta de los pequeños charcos de sangre que los cerdos colgados habían hecho en el suelo, resbaló y calló. Su cabeza se azotó contra el suelo de baldosas dándole un golpe tan fuerte que la dejó tirada en el suelo y poco a poco le fue quitando los sentidos.
Su vista era aún más borrosa, intentó buscar sus anteojos tirados en el suelo pero sus manos no respondían, no sentía las piernas y cada vez le costaba más respirar. La vista borrosa comenzó a tornarse oscura, los golpes al otro lado de la puerta y las maldiciones que lanzaban se oían cada vez más lejanas.
—Ya no queda nada —se dijo a sí misma, mientras cerraba los ojos por una última vez.
Recordó a Emilia, su pequeña hermana, quien ya no la tendría a ella para alejar aquel sufrimiento que la atormentó por tantos años. ¿Qué sería de ella? Su consciencia se desvanecía poco a poco mientras el recuerdo de Mili daba vueltas en la oscuridad.
—Emilia... —susurró. —Voy a morir.
Una lágrima brotó de sus ojos mientras voluntariamente dejaba de respirar.
"Oh, claro que no" Sonó de pronto aquella voz en su cabeza. "No lo harás".
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Sinister
HorrorEn esta pequeña historia seguiremos los pasos de Danielle, una joven de dieciséis años la cual acompañada de un ser creado por sus más oscuros sentimientos decide recuperar aqueños años de su vida arrebatados por los abusos de quienes pronto conocer...