Capitulo 2. Una voz a lo lejos.

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     Al llegar a casa Emilia quería ir a saludar a su madre, pero Danielle la detuvo. Si durante todo ese tiempo no había salido de la habitación ni siquiera para ir a buscarla quería decir que no se encontraba siquiera consciente, así que prometió a Mili que su cena estaría esperándola apenas saliera de la ducha, por lo que mejor sería no molestarla e ir a bañarse rápido.
     La casa estaba completamente desordenada, Danielle no recordaba haberla visto así cuando partió esa mañana a la escuela, por lo que algo tuvo que haber pasado en su ausencia. Puso la tetera a calentar en la cocina y comenzó a poner las cosas esparcidas por el suelo en su lugar. Había platos y tazas sucias que parecían haber estado varios días sin lavar, por lo que su madre en algún momento del día tuvo que haberlos sacado de su habitación. Se sentó un momento en el sofá y paseó la vista a su alrededor, no habían fotos de ellas, las pocas fotografías que existían eran de Emilia y se encontraban en su habitación, guardadas en un pequeño cajón del mueble que tenía al lado de su cama. Se levantó y siguió ordenando.
     Había papeles cortados esparcidos por el suelo, pastillas extrañas las cuales no deberían estar ahí tiradas por los problemas que eso traería. De repente el agua de la ducha se detuvo.
     — ¡Ya acabé! —Gritó Emilia desde el baño.
     — ¡¿El cabello también?!
     Hubo silencio unos segundos y el agua comenzó a sonar de nuevo. Danielle se sonrió y comenzó a preparar aquello que su pequeña hermana deseaba tanto comer. Se sentía cansada, siempre sentía cansancio, pero cuando llegaba la hora de dormir sus ojos se abrían más que nunca y no podía cerrarlos hasta ya avanzada la noche, cuando escuchaba los fuertes ronquidos provenientes de la habitación de su madre y Larry. Intentaba dormir más temprano, pero cuando lo hacía escuchaba que la puerta se abría y se sobresaltaba, su corazón latía rápidamente y su respiración comenzaba a ser dificultosa. Así habría pasado las noches desde que tenía seis años, desde que él llegó.
     Comenzó a preparar la comida, nada elaborado, nada más allá de lo que Emilia le pedía cada noche siempre y cuando estuviera al alcance de su billetera, lo que fuese para verla sonreír todos los días.
     Cuando acabó fue y sacó a su hermana envuelta en una toalla, la llevó a su habitación y le secó el cuerpo y el cabello, le puso el pijama y la arropó en la cama.
     —Espérame aquí —le indicó, —iré a por la cena.
     Fue a la cocina, colocó las cosas en una bandeja y se dirigió hacia la habitación. Cuando pasaba por el comedor hacia el pasillo la puerta principal se abrió de golpe, Larry, la pareja de su madre miraba con el ceño fruncido hacia ella mientras estaba parado en la entrada sin decir nada. Danielle notó sus ojos perdidos, una mancha blanca asomándose por la comisura de sus labios, su respiración era fuerte y no parecía dilucidar que estaba en su propia casa.
     —Hay comida en el refrigerador —se apresuró en decir, pero no obtuvo respuesta—mamá está durmiendo.
     Cuando se dio media vuelta para seguir su camino sintió un escalofrío que le recorría la espalda, la estaba observando y ella sabía sus intenciones. Apuró el paso mientras la sensación de inseguridad se acrecentaba, el escalofrío bajaba hasta sus piernas para luego subir por sus muslos hasta explotar en su nuca y expandirse por toda su espalda, apuró aún más el paso, abrió la puerta y entró. Ya adentro se dirigió hasta la cama, dio de comer a su hermana y se estiró a su lado mientras ella se dormía. Debía esperar a que durmiera, no quería que estuviese despierta cuando tuviera que hacer eso otra vez.
     — ¿No dormirás? —Preguntó Emilia
     —Aún no, debo ducharme por lo que esperaré a que duermas para que cuando vaya no te sientas sola —mintió.
     —Está bien...
     Emilia cerraba sus ojos mientras Danielle le acariciaba el cabello, observaba con cariño como su rostro comenzaba volverse pacífico mientras el sueño se la llevaba a un mundo alejado de todo sufrimiento, de todo dolor... de todos. Poco a poco sus ojos comenzaban a pesar, hace tiempo que no lo hacían, comenzó a sentir sueño. Siguió mirando a su pequeña hermana mientras sentía como ella también se transportaba a aquel lugar donde ahora se encontraba, quería ir con Emilia, quería ir con ella a aquel lugar alejado y nunca más despertar. Sus ojos seguían pesando, comenzaron a cerrarse. Sintió como una lagrima nacía en uno de sus ojos para luego precipitarse por su mejilla, "no quiero despertar" pensó. Pero sabía que si no lo hacía la dejaría sola, sola con todo aquello que ella se había dispuesto a tomar para mantenerlo alejado de su pequeña hermana, pequeña... tan pequeña, tan inocente, tal como ella había sido muchos años atrás. Cerró por fin sus ojos, hasta mañana...
     "Mátalos" sonó una voz en su cabeza, "mátalos a todos"
     Los ojos de Danielle se abrieron de golpe, la puerta de su habitación retumbó a cada golpe que daban desde el otro lado de la puerta. Miró a Emilia, seguía dormida. Cuidadosamente se levantó de la cama, arregló las sabanas y cubrió cariñosamente a la pequeña Mili. Abrió la puerta de su habitación y estaba él, de pie, rígido, con la vista perdida y el ceño fruncido con el que había llegado hace unas horas.
     —Emilia está durmiendo, no hagas ruido — Lo tomó del brazo y lo llevó a la sala de estar. No decía nada, no hacía nada, parecía no tener conciencia.
Lo condujo hasta el sofá, el procedimiento era siempre el mismo, las condiciones iguales: su madre inconsciente en la habitación, Emilia durmiendo en su cuarto... era uno de esos días. Danielle rápidamente se quitó la ropa, no había deseo alguno de prolongar aquello más allá de lo que fuese necesario.
     —No quiero que ella se despierte y no me vea ahí —su voz era agresiva; su mirada, desafiante; su postura erguida como nunca solía estar, cabeza en alto, hombros atrás... ya no sentía miedo, al menos no desde que Emilia había nacido —así que hazlo rápido.
     Se estiró en el sofá, abrió sus piernas y esperó. Sintió aquel dolor que marcaba el inicio, "pasará" se decía, mientras miraba al techo. Ya no dolía como hace tiempo. Las manos de su padrastro recorrían su cuerpo y la presionaban con agresividad, su mirada perdida solo se encontraba con su cuerpo desnudo mientras soltaba bufidos como si le faltara el aire. La tomó y la hizo voltear, ya no sentía nada, ya no dolía, ya no le importaba, pero de alguna forma no podía evitar el que aún la hiciera querer llorar. Pensaba en aquella vez, la primera vez cuando en medio de la noche la puerta de su habitación se abrió, en un principio creyó que era un mal sueño, pero aquella sombra entrando a su cama se veía tan real. Recordaba como intentó cerrar los ojos para despertar, pero no conseguía hacerlo; recordó como sus pequeñas manos intentaban alejar aquel ser tenebroso que quería hacerle daño; recordaba como dolía, como durante días no dejó de doler, como durante días no dejó de temer aquella sombra que la visitaba por las noches, como durante años no dejó de temer cada vez que la puerta se abría. Lo recordaba todo, jamás lo olvidó, se veía a si misma llorar mientras la puerta se cerraba, abrazada a su almohada ahí donde en esos mismos momentos Emilia dormía sin saber lo que estaba pasando y la manera en la que Danielle buscaba protegerla. "El miedo al abrirse, el dolor al cerrarse..." No quería que ella sintiera eso y estaba dispuesta a hacer lo que fuera con tal de lograrlo.
     Acabó.
     Esperó desnuda en el sofá mientras Larry se marcha a la habitación que compartía con su madre, cuando sintió el seguro de la puerta tomó sus ropas y se metió al baño. El agua tibia acariciaba su cuerpo pero no podía sentirla correr por sobre su piel. Levantó su rostro hacía la lluvia de la ducha pero era como si su labios hubiesen perdido todo tacto. Recorrió sus pechos con sus manos pero no pudo sentir nada. Acarició su cuello, sus hombros, sus muslos; intentó amarse a sí misma llevando sus manos hasta lo más profundo que sus dedos pudieron llegar de su ser, pero no sentía nada. Comenzó a llorar. Cerró sus ojos, quería terminar con todo, quería morir, pero no podía dejar a su hermana pequeña sola, entonces "¿qué hacer?" se preguntaba, desde hacía ya años.
     "Mátalos a todos"
     Sus ojos se abrieron de golpe.
     Aquella voz volvía a su cabeza. Miró en todas direcciones pero se encontraba sola. "Mátalos a todos" repetía.
     Nerviosa, salió de la ducha, secó su cuerpo y fue a su cama, junto a Emilia. Seguía dormida y nunca sabría lo que hace unos momentos había pasado. ¿Qué era aquella voz que sonaba en su cabeza? Matarlos a todos, sonaba tan tentador, tan definitivo. "¿Y si los matara a todos?" se preguntó, aquella idea la hizo sonreír.
     Se acostó junto a su hermana, le besó la mejilla, la miró, la besó otra vez... no la sentía. Lloró por última vez esa noche hasta que se durmió.
     En sus sueños, se veía a si misma de pie frente a ella, aquella otra Danielle le ofrecía la mano mientras le sonreía, ella intentaba alcanzarla pero no podía, cada vez que se acercaba más se alejaba de ella como si una fuerza poderosa, cruel y burlesca las alejara.
     —Toma mi mano —le decía sonriente.
     —No puedo hacerlo —contestaba Danielle, mientras corría para intentar atraparla.
     —Claro que puedes, solo tienes que hacerlo
     — ¿Hacer qué? — intentaba alcanzarse pero mientras más corría más se alejaba —No sé qué debo hacer
     —Claro que lo sabes, siempre lo has sabido, es la única forma de llegar a mí.
     — ¿Qué debo hacer? Por favor, dímelo.
     Aquella Danielle de su sueño dejó de sonreír, la miró con unos ojos que nunca había visto antes, una mirada completamente desconocida para ella, la miró con dulzura, la miró con amor.
     —Solo mátalos a todos.
     Despertó.

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