Al día siguiente les habrían anunciado a todos que las clases se encontrarían suspendidas por lo menos una semana. Al parecer la policía requería absoluta disposición del establecimiento para hacer investigaciones y recopilar pruebas para comenzar a generar sospechosos.
Danielle llevaba a Emilia al jardín infantil como de costumbre y durante las tardes, luego de ir por ella, la pasaban juntas paseando por la ciudad. El dinero de las pastillas que Larry habría dejado ocultas daba lo suficiente como para poder llevar a Emilia donde quisiera y aun así guardar una gran cantidad para ahorros a futuro.
Ya llevaban tres días desde la suspensión de las clases, era de noche y Danielle estaba terminando de arropar a Emilia antes de acostarse a su lado, de pronto unos suaves golpes hicieron eco en la puerta. Ambas se sobresaltaron. Emilia se aferró a su brazo y la presionaba con fuerza, pero Danielle se encontraba tranquila, estaba segura de que aquella persona detrás de la puerta no podría ser él, ella misma se había asegurado de deshacerse hasta del último pedazo de su cuerpo con tal de haberlo eliminado por completo. Se dirigió sigilosamente hasta la puerta y la abrió muy despacio. A través del pequeño hueco logró ver un rostro cansado y lleno de moretones, un cuerpo delgaducho cubierto por una túnica que parecía más una simple sabana envolviéndola que un pijama de una sola pieza; era ella, su madre.
Habrían pasado unas tres semanas desde la última vez que Danielle la había visto y por lo menos el doble de tiempo desde la última vez que la vio bajo una luz. Emilia saltó de la cama y se aferró a su cintura, Danielle no la recibió de la misma manera, pero tampoco de un modo tal que pudiera revelar aquellos sentimientos que tenía hacia ella, simplemente observó a Emilia, de pie, sin siquiera volver a verla a la cara.
— ¿No ha vuelto?
Danielle guardó silencio y unos fuertes pasos retumbaron en sus oídos, miró hacia atrás, Dann se acercaba lentamente con el rostro lleno de ira, la misma que ella sentía en ese momento pero que no se permitía mostrar.
—No creo que lo haga — dio un paso al costado, el calor de Dann se coló por sus prendas cuando entró en contacto con ella.
— ¡Danny dijo que...!
—No dijo exactamente donde iría —interrumpió a Emilia—. Simplemente salió de la tienda y no volvió.
Emilia la miraba extrañada, no era eso lo que le había dicho a ella, pero el que fuese mentira o no la tenía sin cuidado. Sabía que si Danielle le decía algo debía ser verdad y si por alguna razón la historia era diferente era porque esa verdad era aún más verdad que la anterior, por lo que no había problema alguno.
— ¡Sí, eso fue lo que dijo! —Asintió.
El rostro cansado de su madre parecía más triste por la partida de Larry que alegre por verlas a ellas. Dann seguía a espaldas de Danielle empujándola poco a poco como si en cualquier momento fuese capaz de saltar y despedazarla con sus manos.
— ¿Puedo dormir con mamá?
Dann se detuvo. Emilia la miraba fijamente dándole una mirada de ilusión por la idea que había tenido. Danielle miro a su madre, esta le sonrió; miró a Dann, su rostro parecía indiferente.
—Si ella quiere no hay problema.
Tomó la mano de Emilia y la sacó de la habitación, la llevó con ella hasta la suya mientras Danielle cerraba su puerta. Era la primera vez que veía la cama vacía desde que decidió llevar a Emilia a su habitación. Un sentimiento de soledad comenzó a invadirla, el cuarto parecía mucho más grande que cuando era pequeña, la cama se sentía enorme, todo ese espacio vacío y frio le hacían sentir que no tenía a nadie más en el mundo. Tomó la almohada que solía usar Emilia y la abrazo, cerró sus ojos dejándose llevar por el cansancio que sentía acompañada del aroma de Mili, sabía que no había nada que temer, después de todo ya no había nadie que pudiera hacerles daño. Se durmió.
Un fuerte sonido la hizo volver a abrir los ojos, su corazón latía rápidamente y le costaba respirar. Comenzó a dar vueltas en su cama abrazada de la almohada intentando dormir pero algo le había robado el sueño. Miró a su alrededor buscando a Dann, quizás hablar con ella la calmaría, pero no estaba por ninguna parte.
—Dann —susurró con una voz suave y aguda.
Miraba a todos lados pero lo único que podía ver era la luz que se colaba por los espacios de su puerta.
— ¿Dann...? —Se sentó en la cama, la habitación estaba oscura, intentó tomar sus gafas pero sus brazos eran demasiado pequeños para alcanzar el mueble donde las dejaba. —Dann no puedo ver, soy Danielle ¿Me ayudas? —Nadie le respondió. Quedó un momento pensando en aquella persona a quien llamaba "¿Quién es Dann?" se preguntó, ¿y por qué insistía tanto en llamarle?
Afuera, pasos gigantes y pesados vagaban por el pasillo, una sombra cubría la luz que entraba a la habitación cada vez que pasaba primero hacia un lado, luego hacia el otro, deambulando de aquí para allá. Danielle se frotó los ojos cansados, sus manos se sentían pequeñas, comenzó a tocar cada parte de su cuerpo, sus brazos, su pecho, su cabeza, todo era pequeño otra vez; tocó sus pies y una cosquilla le hizo reír.
—Dann, creo que algo extraño me pasa —tocó sus pies nuevamente y volvió a sentir cosquillas.
"¿Quién es Dann?"
La habitación parecía hacerse cada vez más grande, los pasos se oían cada vez más fuerte. Tomó la almohada y la olió, el aroma de Emilia había desaparecido. De pronto los pasos se detuvieron. Comenzó a sentir miedo, se abrazó a la almohada y esta le cubría todo el torso.
—Dann... —intentaba ver a su alrededor pero solo veía oscuridad—. Dann, hay alguien afuera.
Un suave chirrido comenzó a llenar sus oídos a medida que la puerta de su habitación se abría lentamente, el haz de luz que entraba se hacía más grande hasta que en un momento el brillo en su rostro la cegó aún más.
—Dann, eso es molesto, cierra la puerta, mañana llegaré tarde a la escuela y la señorita Sandra me regañará.
Una silueta cubrió la luz por completo, alguien estaba ahí, de pie mirándola fijamente. Su cuerpo reaccionó ante la figura y se cubrió completamente entre sus sabanas, pareciera que sabía quién era, no podía reconocerlo pero por alguna extraña razón su cuerpo lo recordaba.
—Dann... —susurró desesperada—. Dann hay alguien.
"¿Quién es Dann?"
Los pasos comenzaron a sonar entrando lentamente a la habitación mientras la puerta se cerraba.
—Dann, alguien está entrando... Dann...
Seguía llamando a Dann, pero no podía saber por qué. Los pasos se detuvieron, sintió como el borde de su cama se hundía y una enorme mano se posaba en su cuerpo por sobre las sabanas. La sombra recorría su cuerpo por completo con sus manos, la presionaba como si intentase encontrar algo y luego la recorría otra vez. Pensó que si fingía estar dormida tal vez la dejaría en paz, así que serró sus ojos y trató de mantenerse lo más quieta posible, pero con un fuerte tirón sus sabanas fueron arrancadas de su cama, dejando al descubierto a la pequeña niña de cabello enmarañado que ahí se ocultaba.
Quiso gritar por ayuda pero la sombra cubrió su boca con su enorme mano. Con su otra mano movía su pijama descubriendo partes de su cuerpo que recorría con su boca y lengua. Intentaba alejar aquel ser tenebroso de ella pero era demasiado fuerte. En un momento su pantalón voló hacia el otro lado de la habitación, la sombra calló sobre ella cubriéndola por completo. Desesperada, logró abrir su boca y le mordió la mano, con un grito de dolor se alejó un poco de ella, pensó que lo había logrado pero un fuerte golpe azotó su cara, haciéndole voltear la cabeza. La puerta estaba abierta, desde el umbral un rostro cansado y lleno de moretones la observaba mientras un fuerte dolor nacía en su entrepierna y recorría todo su cuerpo. Todo ese dolor, el miedo, la desesperación; parecía haberlo vivido antes. Ese terror que le estaba haciendo daño, creía conocerlo; esa mirada que la observaba desde la puerta, quería que la salvara, pero no podía recordar su nombre.
El insoportable dolor la hizo llorar, alzaba sus manos intentando llegar a aquella persona en la puerta, pero esta solo observaba. Al ver el gesto de Danielle levantó su mano y cubrió su boca, aquella persona comenzó a llorar. Dio un paso dentro de la habitación, pero luego retrocedió dos, se volteó y se marchó. La luz del pasillo le iluminó el rostro lleno de lágrimas mientras desaparecía para no volver. Danielle no conocía su nombre, más bien simplemente no lo recordaba, pero conocía una manera de llamarle que hace años le dolía pronunciar.
—Ma...—susurró mientras la puerta se cerraba, abandonándola con aquel monstruo que la torturaba—má...
Despertó.
No volvió a dormir durante toda la noche, el llanto ahogado por su almohada llenaba su habitación. Dann intentaba consolarla pero todos sus esfuerzos eran en vano. Danielle recordó aquella primera noche desde que su tortura habría comenzado, lo comprendía todo, aquel recuerdo se había perdido en los rincones más alejados de su memoria pero esta vez se aseguraría de que no lo volvería a olvidar. Se dio cuenta que en realidad nunca tuvo a nadie, el mundo le había dado la espalda y ya no había motivos para ignorarlo. En cada rincón a donde pudiese caminar existía un peligro acechándolas a Emilia y a ella, por lo que todos debían morir de igual manera.
Amaneció.
Su llanto se habría detenido hace un par de horas, pero seguía despierta. La luz del sol entraba por el pequeño espacio entre sus cortinas, los perros callejeros del barrio ladraban persiguiendo autos y se oía bastante gente pasar por fuera de la casa. En un momento alguien gritaba en su puerta. Se levantó, salió a la calle y una figura alta y delgada se encontraba esperándola fuera de la reja.
—Inspector Lobos —se presentó— y mi compañera, la oficial Nella. Investigamos el caso del homicidio de Esteban Verdel ¿Podemos pasar?
Danielle los hizo entrar. Se acomodaron en la sala y les ofreció algo para tomar, pero le rechazaron.
—Mi madre y mi hermana pequeña duermen, por lo que les pediré ser breves y no hacer mucho ruido.
Esperaba que en algún momento llegaran a ella, si bien sería un trabajo tedioso sabía que pronto comenzarían a interrogar a todos quienes asistieron a la escuela ese día, uno por uno. Recordaba haber eliminado todo rastro de ella, se llevó las ropas de esteban para evitar que encontrasen incluso algún pequeño cabello que pudiera haberse desprendido sin querer de su cabeza, eliminó las huellas de sus zapatos, destruyó su ropa manchada con sangre y se deshizo de la navaja que utilizó cerca de su casa, bien alejada de la escuela como para ser encontrada. Estaba tranquila, solo debía responder a sus preguntas y esperar a que se marcharan.
—Si ese es el caso entonces seremos breves—comenzó—. Queremos saber cuáles fueron sus motivos para asesinarlo.

ESTÁS LEYENDO
Sinister
HorrorEn esta pequeña historia seguiremos los pasos de Danielle, una joven de dieciséis años la cual acompañada de un ser creado por sus más oscuros sentimientos decide recuperar aqueños años de su vida arrebatados por los abusos de quienes pronto conocer...