Capítulo 14. Mi nombre es Dann

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     Eran las seis de la mañana, el sol pronto saldría mientras Lobos y Nella recorrían el borde de la costa. La briza marina era fría a esas horas y el paso lento de Lobos no ayudaba  calentar el cuerpo. Habían terminado hace no más de una hora con el caso de esa noche, como era de esperar no hubo pistas, con excepción del pececito de plástico, que a vista de los demás no era más que un pequeño pedazo de basura sin valor que por casualidad estaba ahí, pero para Lobos y Nella era la pista que necesitaban para hallar a quien buscaban.
     Lobos paseaba la vista hacía el horizonte, meditaba sobre algo, balbuceaba entre dientes, respiraba profundamente y caminaba lentamente.
     — ¿Cómo supiste que era ella? —Rompió el silencio Nella.
     —Lo sospeché desde el principio.
     Ni si quiera la miró, simplemente soltó aquellas palabras y siguió perdido en el oscuro horizonte.
     —Pero… ¿Cómo, como llegaste a ella, cómo pudiste dar con ella mientras todos los demás… mejores equipos siguen buscando algo que no existe?
     — ¿Recuerdas la primera vez que la vimos?
     Nella recordó aquella sensación de peligro que recorrió su cuerpo esa vez. Había estado en varias situaciones peligrosas en sus primeros días como oficial, había sido apuntada con armas, amenazada con cuchillos, se enredó en un par de peleas, pero ninguna de esas situaciones la había hecho sentir tan nerviosa como el haber estado sentada frente a esa chica.
     —Sí, lo recuerdo.
     —Habíamos planeado como trabajaríamos toda esa semana, ya sabes, esa escuela tiene casi mil alumnos; los habíamos ordenado en dos grupos, primero entrevistaríamos a los chicos asistentes y luego a las chicas…
     —Ve al punto, esto me desespera.
     Lobos se sonrió.
     —En fin, en nuestro primer día habíamos dado exclusividad a los compañeros y amigos cercanos de la víctima, pero cabe la casualidad de que a la estúpida de Daniela se le coló un nombrecillo…
     — ¿Daniela, aquella a quien le pediste que te ordenara la lista?
     —Así es, la misma. Dije estúpida pero debo admitir que fue una bendición. Resulta que entre todos los alumnos había una pequeña de nombre confuso, una pequeña cuyo padre ascendía de franceses y quiso homenajear a su madre a través de su pequeña hija.
     Por un momento Nella pensó que se trataba de un mal chiste, pero la seriedad en el rostro de Lobos le hacían ver que hablaba demasiado enserio.
     —Oh, Danielle—suspiro Lobos—, mi pequeña con nombre de chico, mi pequeña desesperada que creyó que sabíamos todo de ella en ese momento y se desesperó, la única persona entrevistada ese día que podría manejar a su antojo a todos aquellos viejos degenerados y una lesbiana, porque conocía lo que ellos querían, sabía que era lo que tenía que hacer para atraerlos a ella…
     — ¿Qué quieres decir con eso?
     Lobos miró a Nella y le sonrió.
     —Después de todo había vivido sus últimos diez años con uno de ellos.
     — ¿Ese sujeto Larry? No entiendo nada de lo que quieres decir.
     —Larry, quien fue su padrastro, fue investigado hace años. Vendía drogas en la capital, además de eso lo investigaban por su participación en una red de prostitución infantil. Tenía amigos dentro de la policía, amigos que le advirtieron y cuando huyó borraron todas sus huellas ¿Quién diría que lo vendríamos a encontrar aquí? O bueno, aún no lo encontramos, la verdad creo que jamás lo haremos si fue ella quien lo hizo desaparecer.
     Nella no pudo disimular su sorpresa, él sólo había averiguado más por su cuenta que todos los equipos de investigación juntos. Llevaba trabajando con él poco más de cinco años, pero en ese momento Nella se dio cuenta que en realidad nunca había conocido a Lobos.
     — ¿Qué les enseñan a estos jóvenes en la academia? —ironizó Lobos —. Todos los datos están al alcance de nuestras manos, todo lo que queremos encontrar podemos hacerlo siempre que lo busquemos. A donde queramos llegar siempre podremos mientras sepamos por donde comenzar. No está perdido aquel que no sabe dónde va, mi querida Nella, está perdido aquel que no sabe dónde está. Y ellos definitivamente no tienen idea de donde están. Afortunadamente yo supe dónde ubicarme y luego por dónde seguir. Hay quienes dirían que acabo de cometer una genialidad, pero soy modesto en ello, admito que jugué a la fortuna y tuve suerte. Y ahora nuestro trabajo sigue, si estoy en lo correcto el siguiente es Marco. Es un pendejo que se lo merece, pero como policías no podemos permitirlo. Nuestro trabajo es ingrato, ella solo quiere justicia por aquello por lo cual jamás podríamos haber metido a ese grupo tras las rejas y nosotros ahora vamos a quitarle esa satisfacción. Vamos, no habrá tiempo de dormir, tenemos que pensar en una manera para hacerla confesar hoy mismo antes de que se decida a ir por ese pequeño bastardo.
     El sol brillaba, había salido hace ya varias horas pero Danielle había decidido no levantarse. Dann la abrazaba y besaba por un costado mientras que Emilia seguía durmiendo aferrada a ella por el otro lado. Era una mañana especial, aquella noche lo había hecho y nada más estaba a un paso de liberarse de todo aquello que alguna vez le habría hecho doler, solo faltaba uno, uno y sería libre, uno y por fin sería totalmente feliz. Besó a Dann, se sonrieron y cerraron sus ojos para seguir durmiendo hasta que Emilia despertara con ganas de comer algo.
     Algo calló en la sala y el ruido las hizo despertar. Pasos iban de un lado a otro revolviendo cosas y moviendo otras. Danielle se levantó de la cama y fue a la sala, ahí, su madre buscaba por todos los rincones algo.
     — ¿Qué buscas? —preguntó Danielle.
     —Nada de importancia, querida, vuelve a la cama.
     Danielle se mantuvo de pie apoyada en la pared viendo como su madre sacaba cajones y daba vuelta cojines sin éxito. Había una pequeña repisa con animales de adorno y un par de fotos enmarcadas, Danielle estiró su mano y de detrás de una de las fotos sacó una pequeña bolsita que contenía tres pastillas en su interior.
     — ¿Buscas esto? —dijo agitando la bolsita.
     Su madre corrió hacia ella e intentó arrebatarle el objeto pero rápidamente ella lo ocultó en sus espaldas.
     —Estás loca si crees que te lo voy a dar, esto es lo único que tenemos para poder hacer algo de dinero.
     —Tú no entiendes… lo necesito
     Sus ojos estaban clavados en ella, Danielle reconocía esa mirada, la había visto muchas veces en la carnicería cuando su padrastro aún vivía y aún se la encontraba a veces en aquellos que sabían que ella seguía con aquel pequeño negocio, vendiendo todo lo que Larry había dejado oculto por toda su casa.
     —Emilia lo necesita más, necesita comer; y tú lo que necesitas es buscar un trabajo.
     La mano de su madre viajó por el aire y le volteó el rostro de una bofetada. Su mirada era desesperada, sudaba, temblaba, su cabello despeinado caía en jirones frente a sus ojos y la ansiedad la había hecho morderse los labios al punto de que habían comenzado a sangrar.
     —Tú no entiendes lo que yo siento —comenzó a llorar—, te odio, siempre te he odiado, siempre arruinas todo lo que me pasa… solo quiero una, hija, por favor…
     —No tendrás nada—el odio dentro de Danielle crecía cada vez más, su rostro ardía por la rabia que sentía pero no podía hacer nada, no mientras Emilia estuviese cerca—, esto es todo lo que tenemos, lo único bueno que el bastardo que decidiste meter a nuestra casa dejó cuando decidió dejarte…
     —¡Él no me dejó!
     — ¡Claro que sí! ¿Por qué otra razón habría desaparecido? Se fue y te dejó…
     El llanto de su madre se acrecentó, Danielle notó como su comportamiento comenzaba a ser cada vez más extraño, volteó la mirada a uno de los sillones que se encontraban en la sala y notó que una de las bolsitas que ella misma había ocultado ahí ya no estaba, la había encontrado y usó lo que contenía. Decidió no tomarle importancia, si explotaba en ese momento solo le traería problemas, ya llegaría el turno de ella por lo que mientras tanto lo mejor era simplemente dejarla así. Debía ver que Emilia no se hubiese despertado y más importante aún debía sacarla de ahí y llevarla a pasear a algún otro lugar, lejos de su drogada madre. Le dio la espalda y comenzó a caminar hacia su habitación.
     — ¿Por qué te la llevas? Te dije que me la dieras…
     —No, venderé esto a alguien que tenga dinero y con eso comeremos.
     — ¡Por qué siempre tienes que arrebatarme todo!
     “Tranquila, no sabe lo que dice” pensó Danielle. Dann la observaba desde la puerta de su habitación, la furia que refulgía de sus ojos hacía sentir nerviosa incluso a Danielle. Le lanzó una mirada para que entrara pero prefirió desviar su mirada hacia ella.
     —Primero te llevaste mi juventud —comenzó su madre—, luego te llevaste mi libertad y te llevaste mi felicidad cuando decidiste quitarme a mi hombre.
     Danielle se detuvo, los ojos de odio de Dann se transformaron de golpe, su mirada ya no chispeaba de odio, ahora reflejaba un temor que Danielle nunca había visto, pero en aquel momento eso no importaba.
     — ¿Qué dijiste? —dijo Danielle mientras se volteaba hacia ella.
     —Fue tu culpa que él nunca quisiera estar conmigo, le resultabas una zorra tan fácil que prefería estar contigo en vez de tocarme a mí. Claro que sí, solo tenías que mover el culo ese para tener todo lo que quisieras, desde siempre no fuiste más que eso, desde pequeña no fuiste más que una zorra que aprovechaba el hecho de ser joven para embobar a los hombres de otras…
     Los ojos de Danielle comenzaron a llenarse de lágrimas, no decía nada, solo escuchaba aquello que su madre tenía para decirle mientras los recuerdos de aquellas noches volvían a su cabeza. De pronto su cuerpo comenzó a temblar, su pecho quemaba, su corazón latía tan fuerte que podía escucharlo, su entrepierna dolía como no lo había hecho desde aquella primera noche dónde todo comenzó.
     —Tú…—titubeó Danielle. Intentaba hablar, pero algo en su garganta no le permitía articular frase alguna—. Tú… ¿Cómo…?
     Sus lágrimas brotaban de sus ojos como la sangre escapa de una profunda herida, el llanto de una niña pequeña sonaba dentro de su cabeza cada vez más cerca, sentía las manos de su padrastro clavadas en su cuerpo nuevamente, todo a su alrededor era tristeza, todo a su alrededor era dolor, pero todo dentro de su interior era ira
     —Tú… —dijo Danielle al fin— ¡Sólo tenía siete años!
     Su puño se incrustó en la nariz de su madre tan fuerte que la hizo caer sobre la mesita de centro. Rápidamente se puso de pie y la sangre recorrió desde su rostro hasta sus pies, manchando completamente su ropa. Vio a Danielle acercándose a ella y escapó hacia la cocina, en el umbral de la puerta una fuerte patada en su espalda la hizo azotarse contra el lavavajillas, el golpe en su estómago la dejó sin aire. Tomó una cuchara de madera que tenía a su alcance e intento golpear a Danielle, pero ella la detuvo y le dio otro puñetazo que le reventó el labio y le arrancó dos dientes. Le quitó la cuchara de madera y la azoto contra el rostro de su madre tan fuertemente que le abrió la mejilla para luego quebrarse por la mitad. Danielle la tomó de cabello y la lanzó sobre el sillón.
     — ¿Alguna vez pensaste en lo que sentía? —Dijo Danielle mientras la tomaba del cuello—. ¿Alguna vez pensaste en todo el miedo que tuve, todo el asco que tuve de mí, toda la pena que me envolvía? —Comenzó a llorar—Yo no pedí nada de eso, todo lo que quería era ser como las chicas de las caricaturas que veía, todo lo que quería era dormir sin que llegase aquel cerdo a violarme cada noche…
     Las lágrimas de Danielle caían empapando el rostro ensangrentado de su madre, la ira y la pena se mesclaban en su interior haciéndola enloquecer, ya no quería sentirse así, ya no quería seguir sufriendo, solo quería que el dolor que sentía se marchase de una vez y no volviera nunca, pero en ese momento solo se le venía a la cabeza una forma de hacerlo.
     Su rostro lleno de tristeza se volvió sombro, las lágrimas no dejaban de caer pero esta vez no eran de tristeza. Su mirada se clavó en los ojos llenos de pánico de su madre, ya no era ella.
     —Danielle, no, por favor —Suplicó entre llantos.
     —Danielle no está—dijo sonriendo—, mi nombre es Dann y he venido a mostrarte todo el dolor que sentimos durante todos estos años.

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