Eran casi las tres de la madrugada, las solitarias calles eran transitadas por delgadas siluetas en minifaldas que esperaban por el dinero de sus clientes. Eran tres esquinas dónde las jóvenes desesperanzadas (y algunas no tan jóvenes) solían reunirse para poder prestar sus servicios a cambio de alguna suma que les ayudara a satisfacer sus necesidades o simplemente sobrevivir. Sus ropas ajustadas al cuerpo y rasgadas a propósito en ciertos lugares parecían el uniforme con el que todas las mujeres de ese sector se identificaban con los conductores que a esas horas buscaban aventurarse en territorios prohibidos durante la luz del día.
A cada vehículo que se detenía ellas se acercaban sacando a relucir sus mejores armas persuasivas con tal de que el cliente no escapara de sus encantos. Entre ellas, una resaltaba de manera especial entre las más experimentadas. No participaba en el negocio y era increíblemente joven, a diferencia de las demás, ella no usaba las distintivas prendas, sino más bien solo vestía ropas casuales: una sudadera con capucha y una minifalda que no alcanzaba a cubrir sus rodillas; y permanecía en algún lugar sentada, conversando y pasando el rato con las demás. Desde que había llegado a aquella calle hace ya casi un año se había ganado en gran medida el aprecio de sus compañeras más veteranas. No solo porque no veían sus poco desarrollados encantos y juventud como una posible amenaza, si no que porque para ellas era lo más cercano a una hija o una hermana menor que habían tenido hace mucho tiempo, y otras la conocían desde hace años.
Un automóvil de color negro se detuvo en una de las esquinas, las encantadoras de reveladores uniformes se acercaban de la manera más seductora posible, las noches no habían traído mucha suerte desde hace algunos días y alguna que otra chica estaba comenzando a desesperar por la abstinencia de los fondos para sus vicios personales.
La muchacha observaba desde una escalera como las demás hacían su trabajo, observaba cada movimiento y prestaba atención a cada cambio en el tono de voz que hacían. Algunas utilizaban voces más agudas para parecer más jóvenes, otras ofrecían placeres difíciles de describir, todas tejían sus redes esperando a que aquel insecto quedara atrapado en sus encantos.
-Oye -dijo una voz madura a su lado-, espero estar equivocada sobre lo que estás pensando en este momento.
La muchacha la miró, una mujer que debía estar en sus cuarenta la miraba de pie mientras su cigarrillo se consumía a si mismo entre sus dedos.
-No sé a qué te refieres-contestó. Su voz era suave y melancólica, casi triste, como si hablara soportando un nudo en su garganta.
-Sabes bien a lo que me refiero. Escucha-la mujer acomodó su pequeña y ajustada falda y se sentó a su lado-, entiendo que quieras pasar el tiempo con las chicas, sé que se conocen hace mucho, pero este no es el lugar para...
La muchacha se volteó y apoyó su cabeza en los pechos casi desnudos de la mujer mientras la rodeaba con sus delgados brazos.
-No es lugar para una niña como tú -terminó su frase.
-No soy una niña.
-Tienes catorce años, eres menor que mi hija más pequeña, lo que tu llamas tetas no son más que tus pezones puntiagudos asomándose en tu pecho. Apuesto a que ni siquiera tienes pelos.
- ¿Es eso una propuesta? Que lanzada eres.
La mujer dejó salir una risa y le besó la cabeza por sobre la capucha mientras la abrazaba. Tenerla entre sus brazos le hacía revivir sentimientos que habían sido arrebatados de ella desde hacía mucho, acariciarla era lo único que la ayudaba a calmar el dolor y la culpa de no poder volver a hacer lo mismo con sus propias hijas desde que se las habrían sido arrebatadas. Una lágrima se dejó caer por su mejilla.
Un automóvil paro frente a ellas y tocó la bocina. Ambas miraron.
-Este es el mío, hace tiempo que no venía- se secó las lágrimas y le besó la cabeza una última vez y se levantó-, prométeme que te cuidaras y que nunca te subirás a un automóvil.
-Sigrid-la nombró-, sabes que algún día tendré que hacerlo.
Sigrid la tomó por los brazos y clavó su mirada en sus ojos.
-No lo harás, te lo prohíbo.
La bocina sonó nuevamente, la pequeña se paró en la punta de sus pies para alcanzarla y le dio un beso en la mejilla.
-Te están esperando, no quieres perder a este.
Sigrid le dio un último abrazo y se fue.
Miró a las demás y notó que ya quedaban menos, varias habían conseguido uno o más clientes y se habían marchado con ellos. Un automóvil de color oscuro paró en la esquina, las muchachas nuevamente se acercaron y comenzaron con su ritual. La pequeña miraba desde la distancia, recorría la maquina con la mirada observando cada detalle, las ruedas, la pintura, la matricula... la matricula. Era el momento.
La chica se acercó al auto y miró por el espacio que sus compañeras dejaban libre entre ellas, una cara gorda analizaba a las semidesnudas veinteañeras como si estuviera cotizando las ofertas de un escaparate. La pequeña se abrió paso entre ellas y apoyó su pecho en el borde de la ventana.
- ¡Tío querido, sabía que vendrías por mí! -Dijo con una sonrisa ante la mirada atónita de sus compañeras.
-O-oye...-dijo una de las muchachas- que crees que estás haciendo tú no...
-Cállense -dijo el hombre al interior del automóvil-. Yo no soy tu tío, ni siquiera te conozco.
- ¿No eres mi tío querido? -dijo la pequeña, llevándose el índice a la comisura de los labios- ¿Entonces preferirías ser mi papi?
- ¿Qué crees que estás haciendo? -Dijo la segunda muchacha-, estás loca no vas a... Sigrid nos va a matar.
-Tienes el pecho plano ¿Cuántos años tienes? -preguntó el hombre del automóvil.
-Los que tú quieras -respondió la chica, abriendo la puerta.
La muchacha entró al vehículo y cerró la ventana mientras las otras mujeres alrededor se acercaban nerviosas por verla subir a un vehículo, afuera se escuchaban voces que discutían y pequeños golpes en la ventana. La muchacha puso el seguro de la puerta y miro sonriente a su cliente.
- ¿Por qué tienen miedo de que subas a un auto? -le pregunto a la muchacha, mientras se marchaban del lugar.
-Creo que temen más a ti.
- ¿A mí, por qué a mí?
-No lo sé-la muchacha levantó su falta dejando expuesta su desnuda juventud-, tal vez porque soy algo pequeña.
El hombre del automóvil la miró atónito.
- ¿Cuántos años tienes? - le preguntó.
-Catorce- respondió, dejando salir una pequeña risita.
- ¿No te asusta entrar al auto de un desconocido así como así y hacer... eso?
- ¿Por qué tendría miedo? -La muchacha se aferró de su brazo pegando su pecho a él mientras que con su otra mano le apresaba la entrepierna con sus delgados dedos- yo sé que mi papi cuidará muy bien de mí.
La chica le daba indicaciones en cada esquina, lo hacía entrar por calles desiertas con casas que parecían no haber sido habitadas hace mucho. El pavimento acabó y el ruido de las ruedas paseando por la tierra no llegaba a nadie más que a ellos en esa oscura y solitaria calle, lejos de las casas y ocultos entre los árboles que los rodeaban.
-Este es mi lugar favorito -dijo la chica-, puedes ver las estrellas, es silencioso... y si eres muy grande no necesitaré contenerme.
La chica se cambió al asiento trasero.
- ¿No te molesta que conserve mi sudadera? -le preguntó a su cliente-.Soy muy friolenta y para estas cosas me gusta más estar caliente.
-N... no, no hay problema -tartamudeó por un momento viendo la manera descarada en que la jovencita lo invitaba con sus piernas abiertas.
-Obviamente puedes meter la mano por donde gustes y... bueno...-apartó un poco su capucha para que su cliente pudiera apreciar sus mejillas sonrojadas-, también puedes meter lo que gustes.
El hombre del auto salto sobre ella, desesperadamente se despojaba de sus prendas mientras la chica lo invitaba a apresurarse. Sus manos recorrían su poco desarrollado cuerpo y a cada apretón que le daba la pequeña dejaba salir suaves gemidos que aceleraban más su lujuria. Se quitó los pantalones y comenzó a frotar su miembro en su entrepierna, la chica gemía. Luego lo tomó ella y con sus pequeñas manos lo apretaba y frotaba contra sí, hasta que ya estuvo listo para entrar en ella.
El hombre del automóvil tomó su miembro y lo acomodó en la muchacha pero ella lo detuvo.
-No-dijo mientras se lo arrebataba para ella-, me gusta hacerlo yo, tú mete ambas manos bajo mi ropa.
Los pequeños pechos de la chica eran apretados con fuerza mientras ella hacia lo mismo con el miembro del sujeto.
De pronto los gemidos de la chica se detuvieron. El hombre del vehículo quedó inmóvil viendo el rostro deformado por una enorme sonrisa de la muchacha. Intentó decir algo pero los labios de la pequeña se posaron en su boca haciéndolo callar.
- ¿Qué pretendes hacer? -susurró aterrado.
-Es solo un pequeño juego- dijo la muchacha alegremente-, el cual consiste en que si veo que pretendes hacer algo más a parte de responder mis preguntas te la corto.
Intentó gritar, pero la chica le chistó suavemente mientras cerraba poco a poco las afiladas tijeras con las que le presionaba la carne.
-Ahora quiero que lentamente quites tu asqueroso ser de encima de mí y te sientes, si intentas algo no volverás a usar esto por el resto de tu vida... claro, si sobrevives.
- ¿Qué es lo que quieres? -Preguntó el sujeto, mientras obedecía las ordenes- ¿Quieres dinero? No es mucho el que puedo darte, ¿Quieres...?
-Solo quiero que me des un nombre.
- ¿Un nombre, de qué mierda estás hablando?
Las tijeras comenzaron a cerrase, un hilo de sangre bajo por el costado dónde el filo se había incrustado.
-Las preguntas las haré yo -dijo la chica, mientras sujetaba su arma firmemente- ¿Queda claro?
El hombre asintió.
- ¡Bien! - exclamó la muchacha con una alegre sonrisa-.Año dos mil quince, dos de julio ¿Te recuerda a algo esa fecha?
Negó con la cabeza.
-Déjame refrescar tu memoria.
Las tijeras subieron hasta su glande expuesto, el "swing" silbante del metal al cerrarse sonó agudo al interior del automóvil. Los gritos de dolor del hombre fueron apagados por la presión de los filos al volver rápidamente a la base de su víctima. El sudor recorría su gordo rostro y su respiración le inflaba el velludo pecho tan rápida y violentamente que parecía que en cualquier momento sus pulmones romperían sus costillas.
- ¿Lo has recordado ahora? -preguntó suavemente.
-La chica -tragó un poco de saliva y se quejó del dolor-, Daniela era su nombre...
El filo lo presionó con fuerza y un nuevo corte le hizo sangrar nuevamente.
-Su nombre era Danielle-le corrigió la muchacha.
-La recuerdo -contestó, casi al borde de las lágrimas.
-Muy bien, entonces si la recuerdas a ella recordarás a todos quienes trabajaron contigo ¿Estoy en lo correcto?
-Si -se apresuró a responder-, los recuerdo a todos.
- Entonces dime ¿Cuál es el verdadero nombre de Lobos?
Lobos, recordaba al detective, alto y delgado, siempre vistiendo de smoking, una barba prolijamente arreglada, un parche en ojo y acompañado siempre de la inmutable cara de su compañera. Trabajó con él varios años hasta su retiro, pero hasta ese momento no había considerado el hecho de no conocía su nombre.
-No lo sé, nadie nunca lo supo, solo la tipa que siempre lo acompañaba pudo haberlo escuchado... y el jefe Molina. Todos los demás solo conocimos su apellido, no sabemos nad...
Las tijeras se cerraron y un fuerte grito hizo eco en todo el desolado y oscuro lugar.
-No me sirves -dijo la chica, mientras clavaba las tijeras incesantemente en el cuerpo del sujeto.
La sangre salpicaba por todo el interior del auto y el cuerpo gordo del hombre del automóvil se retorcía a cada puñalada, los gritos se habían vuelto chillidos y el cuerpo semidesnudo del sujeto hacían a la chica recordar aquellos videos de mataderos de cerdos que una amiga le había mostrado hace tiempo.
-Eres muy ruidoso-le reprocho la muchacha, mientras recogía del suelo el miembro mutilado del ex detective-, de seguro querías que me metiera esto a la boca, pero me da un poquito de nervios pensar el sabor que tendrá, así que...-Le abrió la boca y le metió el miembro mutilado hasta la garganta-, primero pruébalo tú y si es delicioso me dices y lo probaré yo.
La sangre que había perdido lo había debilitado por completo y el pedazo de él estancado en su garganta lo iba asfixiando poco a poco, la muchacha le sujetaba la boca con una mano para evitar que la abriera y lo expulsara mientras que con la otra seguía clavándolo por cualquier lugar que encontrase sin apuñalar.
Pronto dejo de moverse hasta que finalmente murió. La chica salió del auto y notó toda su ropa empapada con sangre.
-Vaya-se dijo a si misma-, que desastre.
-Y que lo digas -sonó una voz tras ella.
La chica se volteó y sonrió al ver la figura que se encontraba tras de si.
- ¿Y qué harás con todo este desastre? -Le preguntó la figura.
-Lo que habíamos planeado-respondió.
La muchacha fue junto a uno de los árboles del lugar y de entre toda la oscuridad sacó una botella con gasolina, y una mochila. Se quitó la ropa ensangrentada y la lanzó dentro del vehículo para luego vestirse con ropa limpia, una nueva sudadera y pantalones. Roció el interior del auto con el combustible y metió en su bolsillo una cajetilla de fósforos que ocultaba en su mochila.
- ¿Y ahora que haremos? -preguntó la figura.
La chica sacó un par de anteojos de la mochila y un viejo gorro de lana con un pompón que parecía ser muy grande para ella, se colocó ambos y caminó hacía la figura que permanecía de pie observándola. Le quitó la capucha, revelando así ante ella su propio rostro, observándola con sus mismos ojos y regalándole su misma sonrisa, aquella figura era ella.
-No conseguimos nada de este -Le respondió la chica-, así que tendremos que seguir buscando.
La muchacha prendió un fosforo y lo lanzó dentro del vehículo, el cual rápidamente comenzó a consumirse por las llamas mientras ambas se marchaban del lugar.
- ¿Entonces seguiremos mañana? -le preguntó su otro yo.
-No podremos, recuerda que Franco nos llamó ayer, mañana es el aniversario.
-Oh, es cierto... -le respondió tristemente la otra muchacha-. Por cierto ¿Qué pasará con Franco?
-El pagará a su debido tiempo, con este llevamos tres menos, pero los demás no pueden morir hasta que sepamos cómo dar con el que nos arrebató a nuestra hermana.
-Emilia... -preguntó tímidamente.
- ¿Si, Emily? -respondió Emilia, mirándola con una alegre sonrisa.
- ¿Puedo usar yo el gorro esta vez?
Escuchar esas palabras la llenaron de alegría.
-Claro que sí- se quitó el gorro de lana y lo colocó cariñosamente en su cabeza.
La chica dejó salir un alegre suspiro mientras se rodeaba a si misma con sus brazos y giraba de alegría.
-Es como llevar sus abrazos-dijo Emily, sin dejar de girar.
Emilia la rodeó con sus brazos, la otra chica le devolvió el abrazo y comenzaron a girar juntas, riendo y bailando.
-Si- asintió Emilia-, es increíble que Franco lo haya guardado para nosotras.
-Lo mataremos menos dolorosamente por esto.
-Estoy de acuerdo- asintió, mientras la tomaba de la mano-, agradezco que haya hecho todo esto por nosotras, pero no significa que el traidor no deba morir.
El automóvil en llamas iluminaba todo el lugar, ambas chicas siguieron caminando sin mirar atrás, tomadas de la mano, intercambiando miradas y sonrisas, recordando a su hermana muerta, sin olvidar ni por un segundo aquello por lo que seguían adelante para finalmente perderse juntas entre las penumbras de la noche.[Fin]
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Sinister
HororEn esta pequeña historia seguiremos los pasos de Danielle, una joven de dieciséis años la cual acompañada de un ser creado por sus más oscuros sentimientos decide recuperar aqueños años de su vida arrebatados por los abusos de quienes pronto conocer...