Aún faltaban un par de horas para el anochecer, sin embargo las oscuras nubes que cubrían el cielo habían llenado de penumbras las calles de la ciudad con anticipación. Lobos estaba de pie al frente de la sala, llena de sus compañeros, terminando de afinar los detalles de lo que sería la captura de Danielle, la cual comenzaría al día siguiente. Nella oía que hablaban y hablaban, sin embargo estaba más concentrada en lo que hacía Emilia a su lado. Habían pasado ya varios días desde que la pequeña había entrado en su cuidado, Lobos se había encargado de que los servicios infantiles no supieran nada del tema para que no se la arrebataran y cada tantos días le decía de manera sutil “Estoy avanzando en eso”, dándole a entender que además de trabajar en el caso estaba realizando aquellos movimientos que le había prometido para conservar a la niña, todo ello con tal de que no pusiera más trabas con el plan de utilizarla como un carnada para Danielle.
—Nella…—se dirigió a ella Lobos—. ¡Nella!
— ¿Ah? —Dio un pequeño salto en su asiento.
— ¿Quedó claro?
Nella no había prestado atención a nada, pero Lobos repetía su idea cada día durante el viaje de camino a casa que ella ya lo había memorizado por completo.
—Si…— respondió titubeando —Lo mismo de siempre.
—Bien—Lobos comenzó a dirigirse a todos los que se encontraban en la sala otra vez. —Entonces eso será lo que haremos.
—Disculpe señor —levantó la mano un novato que se encontraba sentado casi al final— ¿Qué haremos con el muchacho que la mantiene oculta?
Varios murmullos comenzaron a llenar la sala.
— ¿Cuál es tu nombre, chico? —Preguntó Lobos.
—Soy Fernández —Dijo tímidamente.
—Emilia—se dirigió a la pequeña—como lo practicamos.
La pequeña dejó todo lo que estaba haciendo y saltó de la silla del lado de Nella, fue al frente y se paró entre Lobos y Molina, revisó en la pequeña cartera que le colgaba a un costado y sacó una placa de alto rango, intentó colocarla en su pecho pero sus manos no eran tan hábiles para lograrlo, Molina la ayudó. Buscó entre la multitud con la mirada, frunciendo el ceño.
—Ese que está ahí —dijo Molina, mientras le apuntaba al novato.
—Tú, imbécil ¡Estas fuera del caso, toma todas tus mierdas y te largas de aquí!
Todos comenzaron a reír y a aplaudir a la niña, mientras ella se mantenía de brazos cruzados entre los dos detectives, mirando al novato con desprecio.
—Lo siento señor —Dijo Fernández, mientras se volvía a sentar.
—Oye, muchacho —sonó una voz estruendosa detrás de él — ¿Acaso no estás viendo esa placa? Se te acaba de dar una orden.
Todos los asistentes se voltearon hacia él, el incómodo silencio del momento solo era interrumpido por el suave carraspeo que Emilia emitía a modo de llamar su atención.
—Tiene que ser una broma —Reprochó el novato—, es sólo una ni…
El hombre de la voz estruendosa se paró detrás de él y con él su compañero, casi tan alto como él pero menos fornido.
— ¿Bien? — Dijo mientras lo miraba hacia abajo, con sus grandes brazos cruzados frente a su amplio pecho.
— ¿Bien? —Repitió su compañero, adoptando la misma postura.
El novato se levantó de la silla y se marchó sin decir nada.
—Entonces será hasta mañana —Concluyó Lobos, despidiendo a los asistentes.
El día de trabajo había llegado a su fin.
Lobos se sentía algo solitario sentado solo en la parte delantera del auto. Desde que Nella estaba a cargo de Emilia se iba en la parte trasera con la pequeña haciendo lo que sea que se les ocurriera en el camino. Ver a Nella de esa forma era algo completamente inusual, su semblante reservado y silencioso había sido reemplazado por el de una mujer que ahora era capaz de reír de una manera sincera, sus ojos cansados eran cada vez más alegres, incluso su voz había sufrido cambios en el tono al hablar. Hubo un momento en aquellos días que al asomarse en su escritorio la habría escuchado tarareando una canción. ¿Qué tenía esa niña que le había hecho cambiar tanto en tan poco tiempo? Su pecho dolía al pensar en que pronto llegaría el momento en el que ella tendría que despedirse de la niña ¿Cómo decírselo, como confesarle que le había mentido?
—Hemos llegado —dijo Lobos mientras detenía el auto.
Emilia bajo rápidamente y espero en la puerta, Nella lo miró aún con la duda de aquel plan en su rostro, Lobos lo sabía, sabía que ella podía dudar en el último momento, pero era lo necesario para detener a Danielle.
— ¿Pasaras por nosotras? —Preguntó Nella.
—Como lo hago siempre— le respondió Lobos. Y Ambos se despidieron.
El automóvil avanzó un par de cuadras y volteó en una esquina, Lobos sacó su teléfono y marcó un número de acceso rápido.
— ¿Qué hay? —Preguntó la voz al otro lado del teléfono.
— ¿La tienen? —Preguntó Lobos.
—A la vista.
—Muy bien, entonces comenzamos, no la pierdan.
Una patrulla observaba oculta hacia la ventana de la casa de Franco, sabían que Danielle estaba adentro, habrían estado vigilando todos los días desde que los dos fornidos interrogaron a Franco la misma mañana que ella llegó ahí. Ellos lo sabían, porque desde su primer día de escape habían estado persiguiéndola y presionándola para que acudiera a esa casa. Lobos había dejado instrucciones bastante precisas sobre cómo proceder, obligarla a esconderse en la casa del muchacho no había sido más que el primer paso del plan de captura que Lobos había desarrollado desde que ´descubrió que la muchacha era la responsable de los asesinatos. Durante sus días en el hospital lo habría dejado todo preparado en conjunto con Molina, su compañero de confianza.
Las luces del departamento se apagaron, los vigilantes del vehículo que se encontraba oculto con vista a la parte frontal del complejo de departamentos llamaron a un segundo vehículo que se encontraba vigilando la parte trasera: Sin novedades.
Había pasado ya una hora hasta que de pronto una silueta se asomó entre las sombras, la luz de un teléfono se posó sobre la oreja de aquella persona. De pronto el teléfono de uno de los detectives fornidos comenzó a sonar, era un número desconocido.
— ¿Bien, bien? —contestó el detective.
—No está aquí —dijeron del otro lado del teléfono.
— ¿Quién eres tú? —Preguntó el detective—Bien está que te identifiques.
— ¿Bien, bien? —respondió el desconocido.
El fornido detective miró a su compañero, el volumen alto del teléfono de su camarada lo había ayudado a escuchar el mensaje también.
—Bien…—dijo el detective menos fornido a su compañero.
—Hiciste bien en hacer esto muchacho —dijo el detective y colgó.
Lobos se mantenía dando vueltas por la ciudad, la ansiedad que le provocaba el que el momento estuviese cada vez más cerca no lo dejaba mantenerse calmo. De pronto su teléfono sonó, vio la pantalla y el nombre de uno de sus compañeros estaba ahí. Contestó el teléfono.
— ¡Se nos adelantó! —gritaron desde el otro lado de la línea.
— ¡Avisen a los demás, que lleguen lo más rápido que puedan, todos a la casa de Nella!
Lobos apretó el acelerador a fondo y comenzó su carrera. No había tiempo para reunir a todas las unidades, ni siquiera para esperar refuerzos en caso de llegar antes, solo pensaba en que debía llegar pronto, antes de que fuera demasiado tarde.
Nella vestía su pijama y peinaba el cabello de Emilia preparándola para ir a dormir, el reloj ya marcaba las diez y media de la noche, solo se escuchaban los sonidos de los vehículos que pasaban por la calle fuera de la casa y el tic tac del reloj que hacía eco en la sala de estar. De repente el rechinar de la puerta al abrirse puso en alerta a la oficial. Había dejado la puerta cerrada, ella lo sabía, nunca olvidaba cerrarla. Le hizo un gesto a Emilia para que guardara silencio y se mantuviera quieta en la cama. Lentamente fue a su velador con llave y sacó una pistola que mantenía guardada. Abrió lentamente la puerta de su habitación para no provocar ruido alguno, todo en la sala era silencio. Una brisa se coló por la puerta abierta y llenó de un frío aire el lugar, no parecía haber nadie, sin embargo salió lentamente con el arma en frente de ella, lista para disparar en cualquier momento.
La luz de los focos provenientes de la calle se colaba tímidamente por los huecos de las cortinas. Caminó descalza lentamente por el pasillo lo más silenciosa que pudo, adelantó su mano arrastrándola por la pared buscando el interruptor y encendió la luz. No había nadie, caminó por la sala buscando por todos los lugares que creyó posible que alguien se ocultara pero no había nada, tal vez si había sido un descuido.
Cerró la puerta y le echó llave dejando salir un suspiro de alivio.
Se dio media vuelta para volver a su habitación, pero algo le impacto de llenó en la frente. Nella perdió el equilibrio, chocó en la puerta y cayó.
—Vaya—dijo Danielle—, eres más dura de lo esperaba. Estaba segura que te partiría la cabeza con esto.
Aturdida, Nella se integró de inmediato apuntándola con el arma, Danielle se lanzó sobre ella y le desvió el tiro, el olor a pólvora y quemado comenzó a mezclarse con el olor a sangre que salía de ambas a cada puñetazo que se daban intentando ganar el dominio de la pistola. Danielle sacó una navaja oculta de su bolsillo y comenzó a clavarla en las manos de Nella. Desesperada, Nella presionó el seguro del mango y el cargador cayó al suelo para luego presionar el gatillo y vaciar la pistola. Danielle intentó apuñarla en la cara pero Nella lograba desviar y esquivar cada corte, evitando las puñaladas pero no que el filo la cortara. Sujetó la mano de Danielle con su mano libre y la mordió lo más fuerte que pudo, ante el dolor ella soltó finalmente el arma y comenzó a golpearla con su puño. Nella la empujó lo más fuerte pudo para alejarla de sí, intentó tomar el cargador pero Danielle se lanzó sobre ella derribándola, intentó apuñalarla nuevamente pero Nella le golpeó la cien con la pistola logrando quitársela de encima. Estiró su mano hacia el cargador de la pistola y lo tomó, pero la navaja de Danielle le atravesó la muñeca dejándola clavada al piso de madera. Danielle le pateó la cabeza dejándola completamente aturdida, le quitó la pistola y le colocó el cargador. Apuntó directamente a su cabeza, la emoción que sentía le hacía quemar el pecho, al fin podría recuperar a su hermana. Los brazos de Dann la rodearon por la espalda y sus manos se posaron sobre las de ella, sus mejillas se rozaban mientras su dedo acariciaba el gatillo listo para disparar.
De pronto una suave voz la detuvo.
— ¿Danielle?
Ambas voltearon y vieron a Emilia asomada por la puerta de la habitación. Daneille bajó el arma y observó a su pequeña hermana salir del cuarto tímidamente.
—Emilia… —La llamó, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de la pequeña, corrió por el pasillo y de un salto se lanzó a los brazos de su hermana. Danielle la recibió y la apretó con todas sus fuerzas contra ella mientras la emoción no le permitía dejar de besarla sin parar. Por fin la tenia de vuelta entre sus brazos, por fin podría enmendar su error de haberle fallado y permitir que la alejaran de ella. Toda la ira que había sentido en su pelea con Nella se había disipado de golpe y había sido reemplazado por todo el amor que no había podido darle durante todos esos días.
—Tonta —la regaño Emilia, ocultando su cara en el pecho de su hermana.
—Si —le asintió Danielle, sin poder parar de llorar —fui una tonta, fue mi culpa que nos alejaran pero ahora…
—No quiero que te vayas otra vez —la interrumpió.
Las lágrimas de Emilia le empapaban el pecho, el llanto de la pequeña era incesante y parecía que en cualquier momento se quedaría sin poder respirar. Danielle la acariciaba y besaba mientras lloraba con ella. Dann le tocó el hombro a Danielle y recordó la situación en la que se encontraba.
—Ahora nos iremos juntas —le dijo a Emilia, mientras se secaba las lágrimas—, pero hay personas que no quieren que estés conmigo y buscaran alejarnos.
— ¡No! —Exclamó Emilia, abrazándola aún más fuerte—, no quiero que me vuelvas a dejar, no quiero sentirme sola otra vez.
El corazón de Nella se aceleró al escuchar a la pequeña, todo ese tiempo Emilia había ocultado sus verdaderos sentimientos sin que ella siquiera sospechara.
— ¿Entonces, no te enfadaras conmigo?
—No, nunca, prometo nunca hacerlo pero no me vuelvas a abandonar.
—Nunca te volveré a dejar
La pequeña la miro directamente a los ojos, su mirada era desafiante, pero no ocultaba sus verdaderos sentimientos. Danielle le sonrió y le besó la frente, Emilia tomó su rostro con ambas manos y la obligó a mirarla a sus ojos llenos de lágrimas.
—Prométeme que nunca volverás a dejarme sola —le dijo a su hermana, sollozando a cada palabra.
Danielle posó sus manos en sus mejillas y las acaricio suavemente, todo lo que quería hacer era lanzarse sobre su pequeña hermana y llenarla de besos y acariciarla hasta que ya no pudiera más. Le secó una lágrima que se precipitaba por su mejilla y la miró dulcemente.
—Es una promesa.
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Sinister
HororEn esta pequeña historia seguiremos los pasos de Danielle, una joven de dieciséis años la cual acompañada de un ser creado por sus más oscuros sentimientos decide recuperar aqueños años de su vida arrebatados por los abusos de quienes pronto conocer...