| Parte V | Capítulo 9: No Morirás

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El ambiente se mantenía oscuro y frío. Polvo empezaba a inundar la casa, que llevaba varios días sin ser limpiada. El baño estaba también sucio, y manchas de humedad cubrían el sombrío espejo. La cama estaba también desordenada, con las sábanas por los suelos.

Al principio todo parecía ir bien. Por la mañana, Michael salía de su casa a dar un paseo matutino. Los vecinos, muy amables, siempre le saludaban con una sonrisa en el rostro, mientras el hombre cruzaba entre ellos, a marcha triunfal. Su pelo seguía siendo igual de castaño y rizado, y sus ojos, bajo todo pronóstico, seguían siendo azules.

Pero tal vez, y solo tal vez, la imagen exterior no tenía nada que ver con la interior. Ese parecía ser Michael Afton, tenía su cara, tenía su pelo, tenía sus ojos, incluso tenía el acento británico heredado de familia paterna. Pero, en el interior de su organismo y su alma no era todo lo mismo. 

Michael caminaba con la espalda algo jorobada, su movimiento era rutinario y siempre movía los brazos y piernas con una coordinación increíble. Cuando caminaba daba la impresión que sus movimientos habían sido memorizados por mentes avanzadas para parecer lo más humano posible; se parecía a un robot de juguete a que le habían dado cuerda.

Y su sonrisa, esa supuesta feliz e inocente sonrisa, se mantenía latente en su rostro. Los vecinos nunca le habían visto tan feliz, y algunos no entendían por qué. Su empresa se había ido al garete. Tras la muerte de dos empleados y la destrucción y desaparición de todos los animatrónicos Afton Robotics, LLC había cerrado y Michael volvía a ser un desempleado sin rumbo en la vida.

Y aún así, no dejaba de sonreír. Día y noche. Como si no estuviese realmente consciente de lo que estaba haciendo, o como si alguien le hubiese arrancado el alma y lo hubiese dejado ahí; sin ninguna emoción ni sentimiento. 

Michael caminaba todos los días de la misma manera, con la misma sonrisa, y con la misma ropa; una camiseta morada y unos pantalones vaqueros azules. Nadie sabía exactamente a dónde iba. Entre los vecinos empezaban los cuchicheos, típicos de vecinos entrometidos, que aseguraban que cada vez se estaba quedando más delgado, y daba la impresión de que no había comido nada en días.

Un día, Michael volvió a salir de su casa. Pero había algo distinto en él, algo distinto en su apariencia. Sus hermosos ojos azules habían perdido brillo, como si algo los hubiese absorbido, y en cambio tenía unos apagados y sombríos ojos marrones oscuros. Su piel también había cambiado, y ahora se encontraba más apagada que nunca, como si no le hubiese dado el Sol en todo el año.

La gran mayoría de vecinos no sospecharon mucho en esto, hasta que el día siguiente, la apariencia de Michael se había deteriorado todavía más. Ojos negros, un rostro frío, y una piel de un tono verde podrido. Ahora era una minoría la que sudaba al caminante, a quien empezaron a comparar con un zombie. Afton, sin embargo, no parecía inmutarse. Marchaba de la misma manera, con una siniestra sonrisa. 

Al tercer día los vecinos ya no tuvieron ninguna duda. Se quedaron mirando, al señor Afton, que parecía un muerto viviente. Su piel era verde mugriento. No tenía pelo en el lado izquierdo de su cabeza: los vecinos no sabían si se le había caído, o había sido un intento fallido de raparse. Sus dientes ahora lucían manchados y sucios, pero Michael seguía sonriendo, como si no le importase mostrarlos. 

Sus pies seguían marchando de la misma manera, pero sus brazos se movían con delicadeza y pereza, como si hubiese perdido la fuerza. Pero lo más horrible era sus ojos. Completamente negros, ocurría algo con el izquierdo; la pupila se había vuelto blanca, y brillaba con gran intensidad. 

El cuarto día fue peor. Ahora las dos pupilas brillaban latentes en esos fondos negros. Su piel había adquirido un extraño color púrpura, que se confundía fácilmente con la camiseta que llevaba. Algunos dientes ya se habían caído. El pelo parecía haberse caído por completo. Caminaba completamente erguido, y hasta parecía haber ganado altura. Ya no movía los brazos.

Algunos vecinos se mantuvieron mirando en silencio como marchaba aquel extraño ser, con esa sonrisa que ya no generaba amabilidad sino inseguridad. La mayoría empezaron a tener miedo y se escondieron en sus casas, sin ser capaces de asomarse a ver a esa entidad marchar. Finalmente, llegó el quinto día. 

Michael caminaba con dificultad por la calle. Los vecinos se mantenían escondidos, no había nadie fuera, nadie quería ver su rostro. Aquella sonrisa abierta y siniestra, con apenas un par de dientes sujetos. Sus ojos negros eran oscuros y fríos, y las pupilas blancas parecían que eran capaces de fulminar cualquier cosa. La espalda la tenía más torcida que nunca, y tenía la cabeza agachada. Se movía más lento, y los brazos los tenía en una posición extraña, semejante a las de un zombie.

Pero lo peor era la piel: completamente morada. Ya no llevaba camiseta, y su cuerpo tenía apariencia completamente de delgado, los huesos se marcaban de una manera horrorosa en el cuerpo. Parecía que no había comido en semanas. Además, olía fatal, como si su cuerpo se estuviese pudriendo por dentro. A cada paso que daba, se escuchaba como si sus músculos se estuviesen desgastando y esos huesos falsos se estuviesen agrietando. Era aterrador. Daba la impresión que en cualquier momento iba a caer muerto al suelo. 

Y por un momento pareció ser así.

Una vez Michael cruzó a penas un tercio de la calle de repente se detuvo. Cerró los ojos, y su cabeza empezó a convulsionar. Miró hacia arriba, con la boca bien abierta, mientras su cuerpo convulsionaba ligeramente. Parecía un pollito en un nido, esperando a que su madre le tirase la comida directamente en su boca.

El estómago se retorcía de una manera brutal y monstruosa. Daba la impresión que estaba a punto de expulsar los intestinos por la boca. Entonces, el cuello también se retorció. Se escuchaban sonidos metálicos. Michael se quedó casi agachado, apuntó al suelo, y entonces salieron expulsados por la boca varios restos robóticos; cables, vigas, y ojos de diferentes colores.

Estos restos salieron a la velocidad de la luz de la boca de Michael, y rápidamente se metieron, por un hueco, a las alcantarillas de la ciudad. Michael cayó completamente rendido en el suelo. Boca abierta, ojos apagados, completamente agazapado en la acera; parecía un cadáver putrefacto. 

Por un momento nadie hizo nada, por un momento parecía ser el final de Michael. Ya no se sentía el latido de su corazón por ningún lado, y no parecía estar respirando.

Pasaron unos segundos, que parecieron largos minutos, hasta que una voz empezó a susurrar desde las alcantarillas. Era una voz misteriosa, hipnotizante, que hacía eco; era la voz de ella, de Baby. Murmuraba al cadáver de Michael. Cada vez que hablaba repetía la misma frase, una y otra vez, y cada vez más rápido.

No morirás. No morirás. No morirás. No morirás. No morirás. No morirás. No morirás. No morirás. No morirás. No morirás.

De repente, justo después del último 'No morirás', el cadáver de Michael se levantó de una manera atroz, como si de un títere se tratase. Abrió los ojos, y las pupilas volvieron a brillar. Michael se quedó erguido, en medio de la calle. A pesar de todo, a pesar de que la Muerte le había estado mirando con hambre, el hombre seguía vivo, tal y como Ennard el prometió.

En las alcantarillas, hasta seis ojos robóticos empezaron a brillar, latentes en la oscuridad: uno verde, uno amarillo anaranjado, uno azul, uno rosa, y dos morados. 

Five Nights at Freddy's - Donde las Memorias Nunca Mueren |FNAF Fanfic|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora