Capítulo 4

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Hola! Vuelvo a tener portatil así que vuelvo con los fics, jeje. Aviso que si matáis a la escritora os quedáis sin fanfic, por si acaso os nacen instintos asesinos.

Dedicado a mi niña Cris porque me aguanta en todos mis momentos de bajos máximo. No la merezco pero ahí está y no puedo quererla más... Y a mi niña Gloria porque siempre sabe que decir para hacerme sonreír.

Sin más disfrutad y recordad que vuestros comentarios son valiosísimos para mí.

IV

Casi sin aliento, con sus ojos marcados del pánico más absoluto, corría esquivando con prisa a todo aquel que se interponía en su camino, buscando la salida del aeropuerto demasiado angustiado desde que su teléfono se había vuelto loco recibiendo llamadas y mensajes con aquella fatídica noticia. Fuerzas armadas habían tomado el congreso manteniendo a los diputados como rehenes y solicitando el cese inmediato del gobierno y la entrega del mismo al cabecilla de dicho golpe de estado. Una situación desesperada que, desde esa mañana, tenía a todo el país en vilo y por la que había dejado sus negocios con prisa en Barcelona, corriendo a coger el primer avión que lo llevase a Madrid, comido por la preocupación más absoluta puesto que su mujer se hallaba entre los rehenes y embarazada.

Sudor frío caía por su frente mientras se precipitaba con prisa dentro de un taxi, apremiándolo a que cogiese velocidad y lo llevase a los alrededor del Congreso de los diputados donde sabía que Albert y algunos compañeros de Inés entre otros miembros de distintos grupos parlamentarios, estaban reunidos esperando recibir noticias del interior del recinto.

Ojeando casi al borde de las lágrimas los mensajes y las noticias, apretó sus labios con fuerza estrujando su teléfono entre las manos, temblando de forma imperceptible al pensar en Inés, en su bebé... No se sabía nada de ellos, si estaban bien...

Imaginaba con un nudo en la garganta el miedo que debía estar sufriendo su mujer, encerrada con aquellos hombres que pretendían destruir su sistema democrático de un plumazo, deseando que se mantuviese serena y no se metiese en problemas puesto que conocía su carácter incendiario y no estaba preparado para que le sucediese nada.

Intentando serenarse de cualquier manera, ahogando sus nervios y el pánico absoluto que sentía, se esforzó al máximo por no apremiar al conductor cada cinco minutos, respirando aliviado al ver que estaba llegando a su destino, entregando el importe de la carrera con prisa y descendiendo del vehículo casi como un torbellino, dirigiéndose a grandes pasos al lugar exacto donde Albert le estaba esperando.

Al ver el rostro del antiguo compañero de Inés, su corazón empezó a bombear demasiado deprisa, sintiendo un nudo anclándose en su garganta mientras se dirigía hacia él y su mirada se cubría de recelo y miedo.

–Xavi... –Lo saludó, algo tembloroso y ofreciéndole su mano para que este la estrechara. –Me alegro de que llegases tan rápido.

–¿Hay noticias? –Preguntó, tragando saliva para aliviar la tensión que sentía anclada a su pecho. –¿Sabemos algo de Inés?

Durante unos instantes, Albert lo miró fijamente, mordiéndose el labio con fuerza, pálido como la muerte y poniéndolo completamente nervioso.

–Siéntate Xavi... –Le respondió, disparando todas sus alarmas en un momento. –Hace poco menos de diez minutos nos dieron noticias de Inés y me temo que no son buenas.

Como un chorro de agua helada recorriendo todo su ser, su rostro palideció y sus manos empezaron a temblar aumentando con creces el pánico que había sentido desde que se había hecho público el ataque al congreso. Con las piernas fallándole, tomó asiento mientras se revolvía el cabello demasiado nervioso, respirando con dificultad y buscando las palabras para expresar en voz alta el mayor de sus miedos.

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