Capítulo 5

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Hola! Traigo nuevo capi de este que tenía las ideas frescas y ganas de llorar, JEJE.

Dedicado hoy muy especialmente a mi niña Lucía por sus pedazo de notazas. Orgullo es poco.

Sin más o dejo leer, recordad que con pañuelos y, lo más importante, recordad que si matáis a la escritora os quedáis sin fic.

V

Le sudaban las manos, no podía evitarlo, mientras se aferraba con demasiada fuerza a su arma reglamentaria y el uniforme le pesaba más que nunca en toda su vida, peleando internamente contra su deber como oficial y su moralidad que se veía seriamente dañada sabiendo que la vida de Inés Arrimadas y su bebé estaba en grave peligro y no podía hacer nada por ella sin desobedecer una orden directa de su superior.

Había jurado obediencia y lealtad por encima de todo pero ese juramento pesaba cada vez menos cuando sus ojos se posaban sobre el rostro, pálido y sin fuerzas de aquella mujer que estaba luchando por traer al mundo a su hijo, aferrándose a la vida con uñas y dientes y, si llegaba a morir, sería culpable de ese hecho el resto de su vida.

Sus pasos, rápidos y seguros, lo llevaron a entrar a ese hemiciclo donde el resto de sus compañeros mantenían retenidos a los diputados y la discusión acalorada sobre como proceder se apagaba en el acto, provocando que cientos de miradas se posaran sobre él y su rostro descompuesto.

–Teniente Reyes... –La voz del general llegó nítida a sus oídos, en cuanto su superior se dirigió a él cargado de una muda amenaza. –Creí haberle ordenado que se encargase de nuestro pequeño problemita con Arrimadas ¿Qué hace aquí?

–Cumplir mis órdenes señor. –Respondió, enfrentándose a él con aplomo pues por nada del mundo pensaba permitir que alguna desgracia le ocurriese a Inés. –Arrimadas ha empeorado notablemente, necesita atención médica y Montero no está capacitada para proporcionársela.

–No va a salir de aquí hasta que el Gobierno atienda a nuestras peticiones, Reyes. –Respondió, con la voz fría y carente de sentimiento humano alguno que le hizo preguntarse si realmente valía la pena seguir a un hombre como él. –Vuelva a su posición.

–Señor, esa mujer necesita que la vea un médico ahora mismo. –Le dijo, acercándose con furia y dejándole ver que no se iba a marchar sin más. –Montero me ha dicho que en hemiciclo había personal sanitario, médicos que también ostentan el cargo de diputados, solicito llevarme a uno de ellos conmigo para que nos ayude ahí fuera.

Casi desesperado al ver que el General no parecía querer dar su brazo a torcer, se acercó lo suficiente para dirigirse a él directamente, dibujando la máxima seriedad en sus palabras puesto que no tenía mucho tiempo.

–Señor, no es descabellado lo que le estoy pidiendo. –Le susurró, provocando que este le devolviese una mueca de disgusto. –Si esa mujer muere en el lavabo será culpa suya, está embarazada y no solo su vida está en riesgo, también la de su hijo... Solo pido llevarme a uno de los rehenes para darle la oportunidad de vivir.

Tras unos segundos que se le hicieron eternos, el General resopló impaciente, alzando su arma y paseando entre los diputados con el odio pintando sus pupilas.

–Caballeros... –Se dirigió hacia la zona donde tenían retenidos a los hombres, dando la espalda a las mujeres como muestra de desprecio. –Cuál de ustedes está capacitado para asistir a nuestra queridísima Arrimadas en su alumbramiento.

Algunas manos se alzaron, algo temblorosas, provocando que el General observase concienzudamente a los pocos que tenían estudios de medicina, sonriendo abiertamente hacia uno de los diputados de la extrema derecha, señalándolo rápidamente con su arma.

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